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martes, 21 de marzo de 2017

Alvaras (7)



Los dos guardias abrieron la puerta doble, dejándoles entrar a un salón que era dos veces el de Yhakka. Las mesas estaban apiladas en los extremos, mientras que en el centro de la sala había una serie de hombres, en semicírculo ante la mesa principal que había sido sustituida por un sillón en el que estaba sentado el tharn Davalon, un hombre de pelo blanco, sin barba, que escuchaba aburrido las palabras de un hombre, con los mismos rasgos que Fhad, pero mucho más gordo.


Junto a Davalon, pero de pie se encontraba un hombre de mediana edad, que Alvaras reconoció como el canciller Yhunno y tras este, uno más joven que no era otro que el hijo del tharn, Dagalon.


Ballur avanzó hacia el grupo de hombres y se abrió paso a empujones, seguido por Alvaras y su grupo. Los hombres ahí reunidos se apartaron, pero no sin lanzar improperios y quejas.

   -   ¿Qué es esta intromisión? -gritó Fhadon, haciéndose a un lado-. Estamos en una reunión importante, therk Ballur.
   -   Ya no -dijo secamente Ballur, lo que irritó más a Fhadon.
   -   ¿Qué ocurre Ballur? -quiso saber Davalon, pero reconoció a Alvaras tras el aludido-. Therk Alvaras dichosos los ojos. ¿Qué nuevas hay de mi frontera sur?
   -   Lamentables noticias, mi señor -afirmó Alvaras, tras hacer una ligera reverencia respetuosa-. Han atacado una granja, asesinado a los residentes, tengo un testigo, habla de escudos con cuervos negros.
   -   ¿Qué testigo? -preguntó Davalon, levantándose del sillón.

Alvaras le hizo un gesto a Jhan para que se acercase.
   -   ¡¿Tú?! -gritó sorprendido Fhadon. A lo que Davalon le miró extrañado, pero volvió a mirar a Alvaras y el testigo.
   -   Quiero que se me informe de todo. Fhadon, nuestra reunión se pospone hasta un momento más favorable -indicó Davalon, dejándose caer de nuevo en su sillón-. Salid todos de aquí, excepto los hombres de Alvaras.
   -   Pero el asunto de los impuestos… -intervino Fhadon, que por un momento se calló, y como recordando algo-. ¿Qué granja?


El resto de los hombres que había ahí reunidos se fueron marchando, pero Fhadon se quedó en su posición, mirando a Davalon, a Yhunno, a Alvaras y a Jhan. Davalon seguía esperando a que el mercader se fuera, pero ante la pasividad de éste le ordenó a Alvaras que informase.

   -   Hace tres días, el vigía de guardia de Yhakka avisó de una columna de humo, que por la dirección parecía provenir de una de las granjas de mi territorio -comenzó a hablar Alvaras-. Me preparé inmediatamente y marché con mis guerreros a investigar el descubrimiento. Como ya habíamos vaticinado, una de las granjas había sido salvajemente asaltada. Encontramos a casi todos sus habitantes muertos, excepto este siervo, Jhan, que nos relató lo sucedido. Después, me encargué de poner todo en orden, así como de avisar a las otras granjas, mi señor.
   -   ¿Cuáles han sido tus medidas? -preguntó Davalon, sin salir aún de su asombro.
   -   He ordenado al resto de los granjeros y sus siervos que se protejan tras la empalizada de Yhakka -señaló Alvaras-. A su vez he levantado al thyr, para que ayuden a mis guerreros tras el muro. Alvark se encuentra como mi lugarteniente y al mando de todo tras mi marcha.
   -   ¿Qué granja es la atacada? -intervino Fhadon, quien estaba ofendido por no haber recibido contestación antes.
   -   Tú no tienes derecho para hablar -regañó el canciller Yhunno rápidamente.
   -   Alvaras, has dicho que hubo un testigo -recordó Davalon, tras lanzar una mirada enfadada a Fhadon, que provocó que este diera un paso atrás.
   -   Este es Jhan, era pastor en la granja y…
   -   ¡No! -gritó Fhadon.
   -   Fhadon no tienes permiso para hablar -dijo Davalon-. Te recomiendo que te calles o te hago echar de esta reunión.
   -   Este siervo me pertenece, si estaba en alguna granja es porque estaba huido de mi hacienda -le acusó Fhadon-. Quiero que se me entregue inmediatamente.
   -   ¿Es eso verdad? -preguntó Davalon, sorprendido-. Siervo, ¿qué hacíais en la granja?
   -   Mi antigua señora, la esposa de Fhadon y su hijo mayor me transfirieron a la granja del hermano de mi antiguo señor. Mi nuevo señor, Fhad, me recibió en su casa hace un par de meses y me dio un puesto de pastor -afirmó Jhan.
   -   ¡Mentira! -gruñó Fhadon, que no quería que nadie se enterase que su mujer hacía cosas a sus espaldas. Lo cual iba a provocar la burla de sus iguales.


Lo que Davalon y su canciller no dejaron pasar por alto, era que el mercader estaba más enfadado por la presencia del siervo, que triste por la muerte de su hermano. Davalon miró a los ojos de Yhunno y este asintió con la cabeza. El canciller se separó y le dijo algo a un soldado que estaba a varios pasos por detrás del sitial del tharn. El soldado se marchó tras recibir el mensaje de Yhunno.

   -   Fhadon, ¿sigues insistiendo que este esclavo es tuyo? -preguntó Davalon.
   -   Sí, mi tharn.
   -   Por lo cual debemos entender que se te ha fugado, ¿no Fhadon? -indicó Davalon.
   -   Eso mismo -contestó Fhadon, tras un pequeño silencio dubitativo-. Ese esclavo se escapó de mi hacienda y me gustaría recuperarlo.
   -   No tan rápido, Fhadon -le cortó Yhunno, levantando la mano-. Pues parece que es testigo de algo que te debería importar, como es el fallecimiento de tu hermano.


Fhadon, quien parecía estar ensimismado por la presencia de Jhan, parecía sin darse cuenta de la repercusión de la noticia. La muerte de un hombre libre, por humilde que fuera siempre era algo a tener en cuenta en esa región, por lo que todos estaban sorprendidos por la forma de ser de Fhadon.

   -   ¿Quién dice que no ha sido el esclavo fugitivo el que ha matado a todos los de la granja? -inquirió Fhadon.
   -   ¿Él? -señaló Yhunno.
   -   ¿Por qué no? -rebatió Fhadon, que empezaba a saborear su nueva idea.
   -   Le has visto, esta delgado, no creo que pueda levantar ni un arma. Por Ordhin, Fhadon, no te inventes las cosas -le regañó Yhunno.
   -   Pudo haber envenenado a todos, seguro que conoce hierbas tóxicas y letales -comentó Fhadon.
   -   Yo me encargue de los ritos funerarios de tu hermano y el resto, y habían muerto por armas bien afiladas, manejadas por guerreros expertos, Fhadon -aseguró Alvaras cada vez más enfadado.
   -   Primero los envenenó y luego les cortó con algún cuchillo -espetó Fhadon, airado.
   -   ¿Estás diciendo que no se reconocer las aptitudes de un guerrero, mercader? -quiso saber Alvaras, volviéndose hacia Fhadon, con cara seria.


Fhadon dio un paso hacia atrás debido a los ojos de Alvaras, que le taladraban. Davalon tuvo que lanzar una tosecilla para que el therk y el mercader volviesen a mirarle a él.

   -   Señores, así no se arregla nada. Fhadon, si el therk Alvaras habla del trabajo de guerreros, sin duda alguna sabe de lo que está diciendo -dijo solemne Davalon-. El therk es un guerrero experimentado.
   -   Pero podría ser… -intentó decir Fhadon, pero Davalon le pidió silencio levantando su mano derecha.
   -   Aun así debemos aclarar si este esclavo es o no un fugitivo, ya que si es lo segundo, se te tendrá que devolver y no podrá servir de testigo de nada, ya que no podremos creer en la palabra de un fugado -prosiguió Davalon, quien sabía bien la ley.


Davalon como tharn debía respetar la ley, y una de las más importantes era la de la propiedad de los siervos. Uno de los puntos más importantes era el de los esclavos fugitivos. Si eran cazados y un juez dictaminaba que eran huidos de sus haciendas, estos perdían su credibilidad. Cualquier cosa que pudieran afirmar, desde algo sobre un robo hasta un posible ataque de bandidos, se tomaba como una mentira. Aunque pocos dueños se tomaban a la ligera esas advertencias.


Iban a proseguir la discusión cuando las puertas principales se abrieron y un hombre joven entró. Todos los presentes se volvieron para ver quién era el recién llegado. Fhadon empalideció durante un corto periodo de tiempo, a lo que se empezó a poner rojo. El hombre joven era algo parecido a Fhadon pero con los rasgos más similares a Fhad. Alvaras por un momento pensó que era un hijo del granjero, pero los había incinerado él a todos, a menos que fuera un bastardo.

   -   ¿Qué haces aquí, Fhadet? -preguntó Fhadon.
   -   ¡Por Ordhin! Padre cuando vas a terminar esta locura -dijo el recién llegado.
   -   Fhadon, le he enviado yo un mensaje a Fhadet, al final es uno de mis guardias, como tú me pediste -habló Davalon-. Creo que él podrá dar luz a este entuerto. Fhadet, por favor, ¿reconoces a este siervo?


Davalon señaló a Jhan, quien estaba serio.

   -   Sí, mi tharn, reconozco a Jhan -afirmó Fhadet.
   -   ¿Este siervo trabajó en vuestra hacienda? ¿Es decir, trabajó para tu familia? -volvió a preguntar Davalon.
   -   Sí, mi tharn, trabajó para mi padre, como lo hizo su padre antes -asintió Fhadet.
   -   ¿Cuál era su trabajo? -esta vez fue Yhunno quien preguntó.
   -   Al igual que su padre, sirvió de administrador de los almacenes de mi padre.
   -   ¿Le crees capaz de matar a alguien? -inquirió Yhunno.
   -   Lo dudo mucho, mi señor -aseguró Fhadet.
   -   ¿Cómo puedes estar tan seguro de ello? -intervino Alvaras.
   -   Porque al ser su padre el administrador de mi padre, Jhan creció con nosotros, los hijos de su señor. Es verdad que era un muchacho inteligente, pero no aprendió las artes de la guerra, sino las de los números, los pesos y las monedas -explicó Fhadet, pero algo le enturbió la mirada-. Supongo que eso fue lo que provocó el problema.
   -   ¡Cállate Fhadet! -ordenó Fhadon, malhumorado.
   -   Fhadon, si vuelves a intervenir me veré obligado a castigarte -le avisó Davalon-. Quiero la verdad sobre este siervo. Fhadet, ¿Jhan se escapó de vuestra hacienda?
   -   No, mi señor, mi madre decidió que lo mejor para todos era enviarle a la granja de mi tío Fhad y yo mismo me encargue de llevarlo hasta allí, donde mi tío se hizo cargo de él sin preguntar nada, como hacía siempre -indicó Fhadet-. A mi padre le dijimos que se había escapado. Si le hubiéramos contado la verdad le habría perseguido hasta la granja y habría obligado a que su hermano lo matará.
   -   No lo entiendo, si le dijisteis que se había escapado, ¿por qué no pusiste una orden de caza, Fhadon? -indicó Davalon- ¿Qué mal te hizo este siervo como para llegar a no denunciarlo, pero si hubieras sabido de la verdad lo habrías matado?


Fhadet se movió hasta donde estaba Jhan, le hizo dar la espalda a Davalon y luego le pidió que se quitara la parte superior de sus ropas. Todos pudieron ver las marcas de los latigazos. Hasta los soldados de la guardia, preparados para luchar en cualquier sangriento combate, pusieron mala cara. A los siervos se les podía azotar de vez en cuando, pero esas marcas eran la prueba de un profundo odio o una importante cantidad de sadismo. Todos posaron su vista en Fhadon, que no pudo soportar tantos ojos y bajó los suyos.

   -   Jhan no hizo nada para merecer esto por parte de mi padre -admitió con pena Fhadet-. Él no cometió más crimen que ser bueno conmigo y mis hermanos. En especial mi hermana pequeña, a la que asistía como preceptor en sus ratos libres, tras trabajar en los almacenes de mi padre. Tampoco tiene la culpa de que mi hermana, en su juventud e inocencia se enamorara perdidamente de Jhan. Pero mi hermana ha sido consentida por mi padre, es su ojito derecho. Por ello, cuando se encaprichó de Jhan, intentó conseguirlo de cualquier forma. Las negativas de Jhan la provocaban para que se empeñara con más fuerza. Al final mi padre se enteró, y temiendo que la sociedad de Thepperon se riese de él, decidió atacar al siervo, que al final es quien no se puede defender, en vez de castigar con fuerza a mi hermana. Lo primero fueron latigazos, pero la cosa se fue enquistando, hasta el punto que mi hermana le hizo una celada peor a Jhan. Mi padre lo tomó como si fuera cosa de Jhan, como si gustase de seducir a mi hermana en sus morros. Mi padre lo aisló y se encargó de que sufriera por un crimen que no había ni ideado ni cometido.
   -   Fhadon, si conocías el problema desde un principio, ¿por qué no te deshiciste de Jhan antes? -quiso saber un anonadado Davalon.


Fhadon permaneció en silencio, por lo que fue Fhadet quien tuvo que responder.

   -   Mi padre no lo vendía porque Jhan conoce todo lo relacionado con sus negocios, al fin y al cabo es su administrador. Si se lo hubiera comprado algún rival, sabría cómo trabaja mi padre. Jhan jamás podría ser vendido.
   -   Gracias, Fhadet, esto aclara el problema de la posible huida de Jhan y la veracidad de sus palabras. Fhadet si quieres puedes quedarte, pues en parte eres interesado en lo que tiene que decir -agradeció Davalon, que volvió la mirada a Jhan-. Por favor, Jhan nos puedes narrar lo que ocurrió la noche del ataque.


Jhan asintió y comenzó a relatar todo lo que ya le había contado a Alvaras. Empezó diciendo que él se había salvado porque no había regresado del todo de los campos. Habló del grupo que llegó, del líder que parecía ser conocido de Fhad, de cómo les hicieron la celada, tanto a hombres libres como a siervos, de cómo mataban sin compasión, a niños y mujeres. Narró de cómo destruyeron todo a su paso, matando animales, quemando los almacenes y las alacenas. Relató donde se escondió, donde esperó hasta la mañana siguiente, donde podría haberse muerto de frío nocturno. No se dejó nada, ningún detalle, por minúsculo que fuese.


Todos los presentes excepto Alvaras se quedaron con las miradas fijas en el siervo. Fhadon era el único que parecía fuera de lugar y antes de que Jhan terminase su relato se marchó de allí, arrastrando sus pies. Fhadet escuchó cómo habían matado a su tío por la espalda y lanzó un gruñido de venganza. La cara de Davalon se llenó de las muecas de asco y odio. Cuando Jhan terminó, hizo una pequeña reverencia y dio un paso hacia atrás.

   -   Las noticias son tristes y preocupantes -dijo con solemnidad el canciller Yhunno-. Si estamos ante nuevas incursiones de los cuervos negros, debemos actuar con presteza, mi tharn.
   -   ¡Juraron que habría paz! -espetó airado Davalon.
   -   Lo recuerdo, mi tharn, yo estaba con vos y los guerreros que lucharon contra los bandidos del sur -aseguró el therk Ballur, rememorando la última vez que habían luchado contra los cuervos negros, hacía ya varias décadas. Tras la guerra, el consejo de ancianos de los cuervos negros aseguró que mantendrían la paz.
   -   No voy a tolerar esta afrenta, mandaré a mis guerreros al sur -bramó Davalon, más lleno de vida que nunca.
   -   ¿Cuántos hombres precisaras para llevar una expedición punitiva en el sur, Alvaras? -inquirió Yhunno.
   -   Creo que con cuarenta de vuestros guerreros y mis diez serán suficientes, mi canciller -estimó Alvaras. Cincuenta hombres podrían parecer pocos, pero en verdad en la expedición serían más, ya que lo normal es que por cada guerrero le acompañarían dos siervos, armados como arqueros o exploradores. El grupo estaría formado por ciento cincuenta hombres, un buen grupo de ataque.
   -   Esos hombres podrían estar listos para partir mañana por la mañana, pero preparar suministros para ellos va a ser más complicado -comentó el canciller, haciendo cálculos en su cabeza-. Tal vez debas esperar un par de días, antes de volver al sur.
   -   Tengo suficientes provisiones en Yhakka, mi canciller para unas cuantas semanas hasta que podáis enviar una columna de avituallamiento -señaló Alvaras-. Además, Yhakka será nuestro punto de acción, por lo que el almacén de suministros debe estar allí.
   -   Tenéis razón, therk Alvaras, puedo enviaros la columna de carros dentro de una semana, protegida por la caballería del tharn -afirmó Yhunno.
   -   ¿En ese caso, podéis partir mañana mismo, therk Alvaras? -preguntó Davalon.
   -   A primera hora, mi tharn -asintió Alvaras.
   -   Mi tharn, me presento voluntario para participar en la expedición -la voz de Fhadet resonó en la sala.
   -   Fhadet, no lleváis mucho en mi guardia, ¿verdad? -indicó Davalon, el muchacho asintió con la cabeza-. Ballur, ¿Ha cumplido toda la instrucción inicial?
   -   No, mi tharn -negó rápidamente Ballur.
   -   Mi tharn, es verdad que aún no se me puede llamar un guerrero, pero según la tradición tengo el deber de tomar el acero si mi sangre ha sido derramada -Fhadet recordó una tradición ancestral. Era verdad que estaba en su derecho de venganza. Si Davalon empezará a ir contra las viejas leyes, los dioses le quitarían su apoyo.
   -   Ballur, llevaras al joven Fhadet como tu asistente -ordenó Davalon-. Muchacho, el therk Ballur es un gran guerrero, aprende todo lo que puedas de él, y no lo contradigas en nada. Ballur, por tu antigüedad dirigirás a los hombres, pero en Yhakka, el therk Alvaras actuará como comandante en jefe. Espero que ambos valoréis lo que el otro puede aportar.


Los dos therk se golpearon el pecho con el puño e hicieron una reverencia ante Davalon, dando a entender que acataban lo que el tharn había indicado.

   -   Yhunno, dale a Alvaras y a su grupo algo que puedan comer y un lugar donde dormir esta noche -indicó Davalon-. Ballur, elige a los mejores guerreros y a los exploradores. Mañana todos deberéis partir hacia el sur. Que el gran Ordhin os acompañe. Dagalon, ven conmigo, tenemos que hablar.


El anciano tharn se puso de pie, tomó el brazo de su hijo y ambos se fueron hacía un arco en un costado del salón. El paso del tharn era corto y lento, algo típico de un hombre mayor. Fue el canciller quien fue despidiéndose de todos los allí presentes.


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