Alvaras y sus hombres llegaron a la
encrucijada y tomaron el camino de las granjas. Al poco se separaron del
principal tomando un desvío. La nueva senda era más angosta pero con espacio
suficiente para un carro pequeño tirado por un par de mulas. Iban al trote, en
parte porque Alvaras quería ver qué era lo que ocurría, pero también porque era
precavido.
Cuando los primeros muros bajos de piedra
empezaron a asomar de la nieve, descubrieron los primeros flecos de los que
había pasado. Al otro lado de los muros podían ver los cuerpos semienterrados
por nieve roja, del ganado de la granja. Eran en su mayoría ovejas. Los hombres
murmuraban y perjuraban, pero ni Alvaras podía creer que alguien o algún animal
hubieran acabado con todas las ovejas.
Entonces el camino se abrió para entrar en
el patio delantero de la granja. Lo que vieron allí les dejo mudos. La granja,
como la mayoría en esa región estaba formada por varios edificios. Cuando se
llegaba a una, se hacía por el patio frontal y se llegaba a la casa principal,
que era como la casa de Alvaras en Yhakka, de dos alturas, pero con la
diferencia de que parte de la primera planta estaba destinada a establo del
ganado de la granja. A este espacio para los animales se accedía por la parte
trasera. La otra parte de la primera planta era el comedor general. El segundo
piso estaba destinado a los dormitorios del granjero y su familia, así como la
de todos sus criados. Las construcciones aledañas a la casona, eran almacenes
de producción. Hay guardaban el trigo y la harina, la leña, tendrían una
pequeña forja, un horno, y otros elementos para hacerlos independientes de
Yhakka durante el mayor tiempo posible.
En el patio central había más cuerpos,
tanto de animales domésticos como de los pobladores de la granja. Alvaras
descabalgo y se acercó al cuerpo de un hombre, vestido con ropas de cuero, no
eran gran cosa, pero le hacían ser diferente al resto. El cuerpo estaba boca
abajo, aunque no le costó mucho darle la vuelta. Era el granjero Fhad, los ojos
estaban aún abiertos y en su mano mantenía asido el mango de un hacha corta.
-
Qué Ordhin te esté agasajando en el gran banquete.- susurró Alvaras, que le
cerró los ojos a Fhad. Pudo observar los dos fragmentos de astas aún clavados
en su pecho. Además ya había visto la herida que cruzaba la espalda del hombre,
cortando cuero y carne.- ¡Descabalgad y buscad supervivientes!
Los guerreros acataron rápidamente la
orden de su señor, ataron los caballos en el patio frontal y se dispersaron por
la hacienda. La columna de humo que les había llevado hasta allí se debía a que
los almacenes de comida y forraje habían sido pastos de las llamas, lo cual no
habría sido muy difícil, pues estaban llenos de paja y harina, listos para el
consumo de este invierno que ya se acercaba.
Alvaras recolocó los brazos de Fhad para
que descansaran sobre su abdomen pero sin arrebatarle el arma. Al final Fhad
había sido un guerrero de su tharn, que cuando perdió una mano en una lucha
fronteriza, su señor le dio a elegir, una granja o una pensión. Fhad eligió la
granja. Alvaras no le había conocido como guardia en Thepperon, pero su padre
sí, y había hablado muy bien de él. Este invierno iba a cumplir los sesenta
años, que para un guerrero era algo francamente raro.
Alvaras al igual que sus hombres comenzó a
revisar la casona. Tanto en el gran salón como en las habitaciones superiores
solo encontró muertos. Había hombres, mujeres, y niños, todos asesinados como
si fueran animales. No había habido compasión, y eso era de lo más raro, pues
los siervos eran un producto caro. Los incursores que habían perpetrado esto, y
solo podían ser eso en estos tiempos de paz, habían destruido las reservas de
los almacenes, habían matado al ganado y a los criados. No podían estar
buscando oro o plata, eso en una granja no existía, y menos en una tan pobre
como las que pertenecían a Yhakka. La única riqueza eran los criados.
Estaba mal pensar así, pero los criados en
la sociedad de los clanes eran el mayor signo de riqueza de un hombre libre. Al
final eran estos los que hacían todas las labores, ningún hombre libre podría
hacer todo lo que hacían ellos. Desde la labor más insignificante a la más
laboriosa. También por ello, exceptuando casos raros, los criados eran tratados
como miembros de una familia. Es verdad que se les trataba desde un puesto
superior, pero a la larga eran recompensados. Uno de esos casos, era el cadáver
de Shink, un hombre de unos cuarenta años, que había nacido siervo, que moriría
siervo, pero que había ejercido de capataz de Fhad, un jefe de siervos,
respetado por Fhad y por sus compañeros. Los hijos de Shink sin duda jugaron
con los de Fhad cuando fueron jóvenes y alguno de ellos aprendería de su padre
para sucederle como capataz del siguiente dueño de la granja, un vástago de
Fhad.
Y aquí estaba lo raro de matar a los
siervos, se los podrían haber llevado, para venderlos en otro territorio, en
otro señorío. Para cuando sus nuevos dueños se enterarán que fueron sustraídos,
habría pasado mucho tiempo y lo más seguro es que nadie los reclamara. Los
incursores habrían ganado bastante oro y plata. Pero estos los habían matado y
eso no era normal.
Alvaras regresó al patio, pensando que
habría que empezar a preparar madera. Habría que levantar las suficientes piras
para todos los habitantes de la granja, así como para los animales. No podía
dejar que se pudrieran en los campos, pues lo más seguro que en esa zona no saliera
bien el cultivo el año próximo.
-
Mi señor, mi señor.- escuchó Alvaras a su espalda, mientras él permanecía
quieto mirando el relieve con la apariencia de unas astas de alce en la parte
central del dintel de entrada.- Hemos encontrado a dos supervivientes.
Alvaras se dio la vuelta
y pudo observar que eran Obbort, Himey y Dkal, que se acercaban con dos
jóvenes, un muchacho que tendría entre dieciocho y veinte años y una chica de
unos quince años. A la chica la reconoció al momento era hija del capataz, pero
no se acordaba de su nombre. La cara del muchacho no le decía nada, por lo que
se puso a la defensiva.
-
¿Quiénes sois? ¿Sabéis quién ha hecho esto?- preguntó Alvaras con un tono
autoritario.
-
Yo me llamo Jhan y ella es Shine la hija del capataz.- el chico fue el
primero en responder.- Ambos trabajamos en la granja. Ayer por la noche
llegaron unos hombres, una docena, parecían guerreros. Por un momento parecían
que sólo querían pernoctar, el señor Fhad los recibió con alabanzas, pero
cuando iban a entrar en la casona, su líder desenvainó y atacó al señor por la
espalda. En ese momento el resto de sus hombres comenzaron a asesinar al resto
de habitantes.
-
¿Pero vosotros estáis vivos, no?
-
Lo estamos porque no nos encontrábamos en el patio cuando empezó todo, sino
en uno de los campos.- contestó Jhan, sin mostrar ni un solo ápice de respeto,
ni de miedo.
Alvaras le dio un
bofetón, pues no se le podía hablar así a un therk. La muchacha se agarró al
chico. Alvaras comprendió porque estaban en los campos cuando ya era de noche.
Pero decidió sonsacarles más.
-
Muchacho que sea la última vez que te diriges a mí en esos términos,
recuerda que yo soy el therk de este territorio.- le regañó Alvaras.- A ti,
Shine te recuerdo, pero a ti Jhan no te he visto en mi vida. ¿Cómo puedo creer
en lo que me dices? Podrías ser el asesino de todos y me quieres engatusar con
tus mentiras. Cuéntame la verdad.
-
Yo no he hecho esto, no levantaría mi mano contra el señor Fhad.- dijo Jhan
con vehemencia.- El señor Fhad me trajo hace poco, yo pertenecía a la casa de
su hermano Fhadon, que tiene negocios en Thepperon. El señor Fhadon creía que
ya no le era útil allí y que estaría mejor con su hermano.
-
¿Cuál era tu labor en casa de Fhadon? ¿Y aquí?
-
En Thepperon me encargaba de llevar mercancías de un lado a otro.- se
apresuró a contestar Jhan.- Aquí el señor Fhad me indicó que debía aprender a
ser pastor. Pero que estuviera listo para ayudar al resto en otras labores.
-
Déjame ver tus manos.- le ordenó Alvaras a lo que el chico tardó en acatar,
pero lo hizo previendo otro golpe por parte de Alvaras.
Las manos del muchacho
carecían de cayos o cualquier otra marca de un trabajo duro cargando con
mercancías, con pesados baúles o aparatosas cajas. Tampoco tenía una
musculatura evidente, lo que hacía que su supuesto trabajo como peon de carga
se viniese abajo. Por qué mentía sobre su pasado en la casa de Fhadon le estaba
empezando a poner nervioso a Alvaras. El problema estaba en que las manos del
muchacho tampoco eran las de un guerrero y aún menos las de un asesino. No
tenía marcas de trabajo duro, pero el caso es que también carecía de las
habituales al manejar armas. Ese Jhan era todo un misterio. Si no quería hablar
por las buenas, lo tendría que hacer por las malas.
-
Bien, has sido trasladado, por ahora lo dejaremos ahí.- indicó Alvaras
soltando las manos de Jhan.- Estabais en los campos cuando llegaron los
atacantes. ¿Qué hicisteis exactamente?
-
Estábamos en un lugar algo alejados, así que nos acercamos para ver qué
ocurría.- explicó Jhan, que seguía llevando la voz cantante.- Shine quería
volver, pues si se quedaban por la noche, ella tendría que ayudar, pues es
parte de las criadas domésticas, ayuda a la cocinera.- No conseguimos
acercarnos lo suficiente para escuchar lo que el líder de los asaltantes decía,
pero Fhad parecía conocerle. Cuando la cosa se puso mal, decidí que lo mejor
era alejarse. Arrastre a Shine y la lleve a un escondrijo que hay en uno de los
prados. Conozco de su existencia porque Shine me había hablado de él, que si
allí se escondían sus hermanos y los hijos del señor Fhad cuando eran niños.
-
Buen escondrijo tiene que ser si no os encontraron.- comentó Alvaras.-
Entiendo que Shine se escondiera, pero tú, no deberías haber defendido a tu
señor.
-
Recordad, mi señor, que yo soy un simple esclavo, no un guerrero como los
que asaltaron la granja.- El tono de Jhan volvía a ser sarcástico, algo que a
Alvaras no se le pasaba por alto.- Podría haberme lanzado como un loco con mi
pequeño cuchillo sobre uno de los asaltantes. La corta hoja habría rebotado en
la pesada cota de mallas que vestían por debajo de los petos de cuero o las
pieles de lobo. Luego el guerrero se habría dado la vuelta y me habría rebanado
el pescuezo. Y ahora no tendríais ningún superviviente.
-
La tendría a ella.- señaló Alvaras, consciente de lo mal que le caía el
muchacho.
-
¿Cree en verdad que al quedarse sola habría escapado del acero asesino?- Alvaras
se quedó mirando a Shine y lanzó una blasfemia, el muchacho había puesto el
dedo en la llaga.
Jhan tenía mucho de
verdad en su razonamiento. Shine, al verse sola habría salido de su escondrijo
antes de tiempo, la habrían encontrado y la habrían matado. Lo que no podía
saber es si habría sufrido la violación de rigor o solo la habrían degollado
como al resto de mujeres. Shine no era guapa, estaba rellena, pero era joven y
una mujer, así que era raro que los atacantes no se hubieran divertido antes. Pero
lo raro era que estos no habían ejercido ese derecho ilegal la noche anterior.
Había revisado un par de cuerpos de sirvientas y no había juego sucio.
-
¿Puedes contarme algo más de los atacantes?
-
Me fije en un par que se adentraron en los campos para matar al ganado.-
respondió Jhan.- Uno de ellos llevaba un escudo, con la imagen de un cuervo
negro. No sé de quién es esa enseña.
-
¿Estás seguro que era un cuervo negro?
-
Sí, mi señor.- asintió Jhan.
Jhan igual no sabía quién
eran los cuervos negros, pero él sí había oído historias de ellos. Es verdad
que llevaban ya mucho tiempo en paz con ese grupo, y era una verdadera lástima
que hubieran vuelto a las andadas. Lo raro es que tampoco en sus viejas andanzas
habían perpetrado una matanza parecida. Todo era extraño, pero si los cuervos
negros estaban involucrados, su tharn debía decidir lo que hacer de ahora en
adelante.
Uno de sus guerreros,
Fulkho, que junto a Par, era como un sargento y uno de los más mayores se
acercó a donde se encontraban.
-
No hay más supervivientes, mi señor.
-
Bien Fulkho, debemos honrar a los muertos, buscad toda la madera que Fhad
hubiera preparado, si falta id a los bosques cercanos y talad lo necesario.
Este muchacho os ayudará en la encomienda.- Alvaras señaló con el dedo a Jhan,
y Fulkho lo miró con desprecio.- Parece que estaba habituado al trabajo duro de
peón de carga, así que no tendrá problemas en ir y venir con troncos.
La cara de Jhan se
volvió más blanquecina, pero no abrió su boca para decir algo.
-
Necesitaremos la suficiente para la familia, para los sirvientes y para el
ganado. Divide a los hombres para ambas tareas.- prosiguió Alvaras.- Unos para
la madera y otros para traer los cuerpos. Las piras las erigiremos en este
patio. Podéis poneros a ello. Shine, ven un momento conmigo.
La muchacha obedeció al
momento, soltó el brazo de Jhan, al que se había agarrado con fuerza y siguió a
Alvaras a unos pasos de distancia, como las normas exigían. Obbort se alejó de
allí, junto a sus compañeros y tirando de Jhan, que no parecía nada contento.
Alvaras se sonrió, esperaba que ese castigo ablandara la lengua del muchacho,
pues cuando regresarán a Yhakka tendría que decirle toda la verdad y explicarse
por sus mentiras.
-
¿Todo lo que ha dicho Jhan, es verdad?- le preguntó Alvaras a Shine con un
tono más suave.
-
Sí, mi señor.
-
¿Por qué estabais alejados de la casona cuando el cielo ya era negro?
¿Quería que te escaparas con él?
-
No, no, mi señor.- negó Shine firme pero algo intranquila ante la mirada de
Alvaras.- Yo no me pensaba escapar con él. Solo quería que mi padre aceptase a
unirme con él.
-
¿Pero él si pensaba en escaparse, no?
Shine se mantuvo en
silencio.
-
Sabes bien que debes responderme cuando te hago una pregunta, o tú también
quieres recibir una bofetada por ser irrespetuosa con tu señor.- le recordó
Alvaras, a lo cual la cara de Shine puso una mueca de terror.- Muerto tu señor,
ahora pasáis a ser de mi posesión. Yo no soy malo, pero si te niegas a obedecer
a tu señor lo vas a sentir.
-
No estoy segura del todo, pero creo que sí.- respondió rápidamente Shine,
temiendo una azotaina.
-
Has dicho que querías convencer a tu padre, ¿se oponía a que te unieras con
Jhan?- inquirió Alvaras. Shine, Shink, y Jhan podrían ser siervos, pero eran
libres para orquestar sus uniones como gustasen. Rara vez un amo se inmiscuía
en esos menesteres, más bien, les daban toda la libertad que podían a sus
siervos. Era curioso que ellos, que carecían de libertad para casi todo, podían
unirse por amor, cuando sus amos debían acatar las uniones que elegían sus
padres. Curiosa ironía.
-
Mi padre no tenía en gran consideración al muchacho, al igual que usted no
se creyó su historia al mirarle las manos.- explicó Shine.- Creo que le
preguntó al amo Fhad que quería que hiciera con él. No sé qué le contó el amo,
pero no retornó muy contento. Mi padre le colocó de ayudante de pastor.
-
¿Le amas?
-
Sí, mi señor.- asintió Shine.
-
Pues espero que él también, y se decida a ser sincero conmigo la próxima
vez que hablemos en Yhakka, pues si se niega tal vez no puedas unirte a él.- le
advirtió Alvaras, esperando que después, cuando regresarán juntos le
convenciera para que atendiera a razones con su señor.- Ahora lo mejor es que
te dediques a buscar piezas de lino para la familia y otros de tela para el
resto. Necesitare de tu ayuda para realizar los ritos. Busca también todo el
aceite, brea o sebo que encuentres, por favor.
Shine asintió con la
cabeza, tras lo que se retiró en busca de lo que había pedido. Los primeros
cadáveres comenzaron a llegar. Alvaras los fue preparando para cuando la
muchacha llegara con las telas. Los brazos debían estar junto al pecho, las manos
en el abdomen. Cuando Shine retornó con las piezas de tela, sábanas de los
lechos, manteles de las mesas y otros sin estrenar.
Uno a uno, cada miembro
de la familia de Fhad fueron embutidos en una pieza de tela, mientras Alvaras
recitaba palabras para ellos y para que los dioses les acogieran en el otro
mundo. La mayoría iban dirigidos a Ordhin, pero también a Frigha, a Nhert, dios
de la naturaleza, y a Bheler, de los muertos. En el caso de los siervos se
actuó igual, pero en cada pieza de tela se puso a varias personas, como en el
caso de Shink que se colocó también a su esposa y a su hija más pequeña que
tenía solo ocho años.
Shine ayudó en todo
momento a Alvaras en su cometido, pero en sus ojos acuosos se podía ver la
tristeza. No emitió ningún sonido y sólo habló cuando Alvaras le preguntaba
algo. Por el resto estuvo silenciosa, tanto que si se escuchaban sus sollozos.
Era una labor respetuosa la de preparar los muertos para los ritos funerarios.
Los hombres de Alvaras
fueron montando las piras, no necesitaban que fueran muy altas para el
cometido, pero si espaciosas. Cuando fueron terminando con una, colocaban sobre
esta a los destinatarios. Los primeros fueron los señores y después los
siervos. Había sido una suerte que Fhad hubiera estado almacenando madera en
los últimos días, así no tuvieron que talar demasiado, pero sí lo suficiente
para la pira de los animales.
El más suertudo fue Jhan
que fue destinado a verter el aceite y la brea sobre los cuerpos y la parte superior
de la pira.
Cuando por fin todo
estuvo listo, Alvaras realizó el trabajo de la despedida del difunto, algo que
normalmente se debería encargar un sacerdote como Uthel, pero al carecer de él,
recaía en las manos de Alvaras. Entonó la canción de la marcha, les deseó lo
mejor en el otro mundo y que esperaba verles cuando él cruzara las aguas
intranquilas que separan este mundo del otro.
Una a una, Alvaras fue
acercando una antorcha que había encendido a cada pira. El fuego, reforzado por
el aceite y la brea, se extendió por los cuerpos, elevando importantes llamas
rojas, la madera crepitaba y siseaba al estar algo húmeda.
Alvaras esperó un rato,
pero cuando las piras ardían con fuerza dio la orden de recoger y marcharse.
Shine y Jhan, ayudados por los hombres de Alvaras, rebuscaron en la casona y en
los talleres todo lo que pudiera servir, pero no había mucho. Lo que
encontraron lo pusieron en un carro de mano, que se encargaría Jhan de hacer de
tiro. Alvaras ordenó a tres de sus hombres que fueran a las otras granjas para
avisarles de la situación y de su decisión de que se trasladaran a Yhakka con
todo lo necesario, animales, comida, útiles, etcétera.
Era mediodía cuando Jhan
y Shine que iban al final de la marcha, andando dejaban a su espalda una humareda
negra más grande que la que les había alertado. Alvaras tenía que hablar con su
padre, pero estaba casi seguro de lo que tenía que hacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario