Orbish subió a la plataforma donde estaba Alvaras, observando como
Ballur se había acercado, pero sin exponer a sus hombres a un ataque por parte
de los mercenarios, si el golpe de efecto de Alvaras no había funcionado. Al
final Ballur siempre había sido muy precavido.
Dentro del campamento los caballos estaban listos. Había más de
los que se había esperado, pues las mujeres habían decidido quedarse con los
guerreros. Por ellos se habían vestido como si fueran arqueros, ya que eran las
únicas ropas que habían podido apañar entre lo que había en el campamento. De
todas formas no había problema, ya que las mujeres de esta tierra tan
implacable sabían usar los arcos, normalmente para la caza. Obbort y Dkal ya
estaban sobre sus monturas, al igual que Uthel y Sivarias, aunque este
maniatado.
-
Es hora de marchar, Orbish -dijo Alvaras según notó los pasos de
Orbish al subir por la escala-. Espero que con Sivarias, los libros y Davert,
nos permita pasar de largo.
-
Uthel me ha dicho que los dioses te favorecen ahora -mintió
Orbish, observando a los hombres de Ballur.
-
Pues que suerte tengo, vamos, amigo -se burló Alvaras y le dio un
manotazo en el hombro a Orbish-. ¡Las puertas, abrid las puertas!
Himey y Ohel se encargaron de quitar la tranca y abrir las puertas
de la entrada, mientras Orbish y Alvaras descendían de la plataforma,
dirigiéndose a sus monturas. Jhan le entregó a Alvaras las riendas del caballo
que cargaba con el cadáver de Davert y a Orbish las del caballo de Sivarias. De
la silla de Orbish colgaba la bolsa con los libros de pagos. Jhan, Himey y Ohel
fueron los últimos en montar. Alvaras levantó la mano derecha y dio la orden de
avanzar.
Ballur desde su posición pudo ver como las puertas se abrían y al
poco empezaron a aparecer varios jinetes. El primero parecía Alvaras, lo que le
alegró, pero ese sentimiento no duró demasiado al ver el caballo que le seguía.
Llamó a los sargentos y avanzó para encontrarse con Alvaras seguido por Phett y
Obbur. Se encontraron a una distancia proporcional entre el campamento y sus
fuerzas.
-
Has recorrido la distancia más rápido de lo que esperaba, therk
Ballur -dijo como saludo Alvaras, lanzándole las riendas del segundo caballo-.
No quiso rendirse. Decidió que era mejor el juicio de Thoin.
-
Sabes lo que esto significa, ¿verdad? -advirtió Ballur, pasándole
las riendas a Phett.
-
Lo sé, therk Ballur -aseguró Alvaras-. Pero tengo algo más para
ti.
Orbish se acercó y le lanzó las riendas del caballo de Sivarias.
-
Te presento a Sivarias, de la casa Pharna -anunció Orbish, que le
lanzó la bolsa de los libros-. En estos tomos encontrarás los pagos a
mercenarios para la causa. Con Sivarias y los libros, el tharn Davalon ganará
puntos con el señor de los hielos. Se olvidará que su hijo Davert estaba
implicado en la trama.
-
¿Y el resto de los mercenarios? -quiso saber Ballur.
-
En la casona del campamento. Ahora todo el lugar es tuyo, therk
Ballur -indicó Alvaras.
-
¿Y esos arqueros?
-
Me son leales ahora -dejo caer Alvaras, a lo que Ballur solo
asintió, porque se había dado cuenta que eran mujeres.
-
¿Y el anciano?
-
Era Uthel, el sacerdote de Yhakka -afirmó Alvaras-. Por lo visto
quiere quedarse con sus fieles, aunque tenga que viajar mucho.
-
Sin duda has servido hasta el final al tharn, así lo creo -aseguró
Ballur, que hizo que su caballo se acercase al de Alvaras y puso su mano
derecha en el hombro izquierdo de Alvaras, que le imitó-. Ha sido un honor
conocerte, Alvaras, hijo de Alvark, y luchar a tu lado.
Alvaras asintió con la cabeza. Ballur se separó regresando junto a
sus sargentos. Alvaras golpeó los costados de su montura y esta se lanzó al
trote hacia delante, seguida por todo su grupo.
Ballur observó cómo tomaron una ruta hacia el norte, pero que no
les llevaría a Thepperon, lo que daría seguridad a Alvaras. Phett le preguntó
por qué le había permitido marcharse, a lo que Ballur no respondió, sino que le
envió con algunos hombres y arqueros a investigar el campamento. Cuando se
quedó solo con Obbur, reconoció que lo había hecho porque le debía su vida a
Alvark, un viejo amigo. Era el momento justo para devolver el favor. Obbur como
guerrero veterano lo comprendió.
Me encanta como has llevado la trama, las descripciones de los lugares, de las personas, de su cultura, sus costumbres, religión. Lo has reflejado todo de una forma elegante, emotiva y pulcra. Mi enhorabuena. Seguiré leyendo.
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