Fue el propio Mhaless quien aconsejó al primer hijo de la segunda
esposa, el príncipe Bharazar que en ese momento tenía diecinueve años, cuatro
más que el emperador Shen’Alh, que se necesitaba a un buen militar en la
frontera suroeste. Bharazar había estudiado estrategia por petición de su
padre, pero carecía de formación militar, ya que su padre siempre había pensado
que un puesto en la administración del estado sería un buen lugar para él.
Mhaless se encargó de ponerle un mentor, el sargento de la guardia imperial
Jha’al, de parecida edad al príncipe, pero versado en el arte de la guerra.
Con Jha’al y con un nombramiento firmado por su hermanastro,
Bharazar comenzó un mes de viaje hacia la frontera, para ponerse al frente de
un ejército debilitado por las continuas incursiones de las tribus khaslak y un
grupo de burócratas corruptos que se estaban embolsando el oro que Mhaless
enviaba para acabar con los ataques. El tiempo de viaje le vino bien para
instruirse poco a poco en el uso de la espada, gracias a Jha’al. Cuando
llegaron a Ghinnol no se encontraron un recibimiento acorde a la llegada de un
príncipe. El gobernador Ahlmir de Thunna, un hombre de cuarenta años, apestaba
a los perfumes que se había echado encima, a las especias que gastaban en sus
cocinas, cuya abultada tripa hacia honor. Vestido con telas caras y cadenas de
oro, se distanciaba mucho de los habitantes andrajosos con los que se habían
cruzado por las calles hasta el palacio.
Bharazar le presentó el documento firmado por el nuevo emperador,
pero escrito por el siempre despierto Mhaless, que aunque ya peinaba demasiados
años, su mente nunca se perdía en los entresijos del juego de poder palaciego.
Ni ahora había dejado en la estacada al joven príncipe. El gobernador debía
poner todas las tropas de la región en manos del príncipe que actuaría como
general y gobernador militar. Se le daba un título que muchos codiciaban pero
que solo se obtenía en tiempos de guerra, el emperador le nombraba visir de
Ghinnol, y para desolación del gobernador, tenía más poder que él.
El príncipe supo desde ese primer encuentro que el gobernador
Ahlmir sería su enemigo, una serpiente mucho más peligrosa que los guerreros de
las tribus a los que iba a combatir. Sabía que debía buscar a unos asesores
civiles, personas inteligentes, que le fueran leales y sobretodo que no
recibieran oro del gobernador. Pero antes debería tener a los militares de su
parte. Así que Bharazar se presentó ante un anciano general, Fhenar de Mosse,
que aunque llevaba años en una decadencia absoluta, tenía algunos reflejos y
cierto valor. Más aún, su padre había sido un gran general del imperio, que
había fallecido en el paso de Drakoneed, ya que mandaba la vanguardia del
ejército imperial.
Fhenar de Mosse acogió a su nuevo comandante en jefe con un alto
grado de apatía, pues pensaba que el joven príncipe no era más que un niño
consentido de palacio, sin conocimientos para la lucha y para la guerra. Pero
pronto su parecer cambio. Tras una emboscada de las tribus Khaslak a una
partida de reconocimiento que comandaba el propio príncipe, las loas por parte
de los supervivientes le hicieron ver en Bharazar lo que él mismo quería ser
cuando se unió a la milicia.
Una de las reformas que Bharazar tuvo que aplicar desde el minuto
uno en Ghinnol fue que el ejército ahí acantonado recuperara su forma y su
moral. Para lograr lo primero, tuvo que acabar con el gobernador Ahlmir y
conseguir que el oro desviado retornase a las arcas de la región. Para lo
segundo fue necesario tener unas confrontaciones con las tribus, de las que
salir lo suficientemente vencedores. Y con los Khaslak eso no era siempre
posible. Aquí fue el propio general de Mosse quien ayudó más que nadie a
Bharazar.
Cada año que pasaba le llegaban noticias de la capital, aparte de
fondos, pero cada vez más pequeños, ya que Bharazar había conseguido que
Ghinnol empezara a producir sus propios fondos y no depender de la capital,
como había hecho el antiguo gobernador, en un claro intento de enriquecerse a
costa del estado. Las cartas iban remitidas por Mhaless al principio, pero este
falleció y su hermano eligió a Shennur de Thier como canciller. Shennur resultó
ser tan astuto como Mhaless, algo que a Bharazar no le pasó desapercibido, ya
que era sobrino de Mhaless.
Ghinnol obtenía dinero en gran medida de los pagos de las
caravanas de mercaderes que solicitaban el permiso de paso y protección del
imperio. Eran estas caravanas las que solían ser atacadas por los Khaslak. Pero
con el tiempo, y en gran parte por la presión que hacía el ejército de
Bharazar, los Khaslak empezaron a atacar a sus vecinos, las tribus nómadas que
habitaban las llanuras del suroeste. Algunos de los afectados fueron los
Ghunnar, los Shimmer y los Vhirne.
Ante esta nueva amenaza, Bharazar tuvo que idear una nueva forma
de actuar, pues no podía usar los fondos imperiales para proteger tribus que ni
eran súbditos, ni parte del territorio imperial. Pero las acciones de los
Khaslak, como a ellos mismos había que ponerles freno. Por ello, mientras el
general de Mosse se encargaba de mantener la frontera y las caravanas a salvo,
Bharazar levantó un ejército, entre soldados imperiales, pero sobretodo con
mercenarios, guerreros de las tribus atacadas que luchaban bajo la tutela de un
tharkandano llamado Shon de Fritzanark, cuyos soldados le ponían el título de
general. Por el otro lado había una serie de mercenarios formando en mesnadas,
pero la de un tal Alvaras, un sureño, era la más activa, y curiosamente la que
mejores resultados obtenía.
Con
semejante armada, se internaron en el territorio de los khaslak, en su campaña
de castigo. Tras las primeras escaramuzas, Bharazar tuvo que reconocer que Shon
de Fritzanark era alguien competente y cada vez que tenía que ausentarse para
retornar a Ghinnol, le dejaba al mando de las tropas y las operaciones. Una de
esas ausencias se debió a un ataque de los khaslak sobre Ghinnol, que podría
haber sido una verdadera catástrofe sino hubiera sido por la rápida reacción del
general de Mosse. Pero para cuando Bharazar consiguió retornar, el buen general
falleció por las heridas recibidas en la monumental batalla cuerpo a cuerpo que
se sucedió en las puertas de la ciudad. De Mosse había sido una gran ayuda para
Bharazar y su campaña contra los Khaslak. Sin él, las cosas no volverían a ser
las mismas y la operación de castigo en sí se vio interrumpida.
Me alegra leer de nuevo el nombre de Alvaras para bien. Esta historia promete. Sigue así.
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