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miércoles, 5 de julio de 2017

El tesoro de Maichlons (7)



Maichlons notó como alguien le zarandeaba y al abrir los ojos vio a la muchacha, que le estaba intentando despertar.

   -   Señor guerrero, su tiempo se ha acabado, además ya casi ha amanecido -dijo la muchacha, tras lo que le besó en los labios como despedida-. Tiene agua limpia en la jofaina.

Maichlons se levantó poco a poco del cómodo lecho y se acercó a la mesita. Vertió algo de agua de la jarra en la palangana, tras lo cual metió las manos, las ahuecó y junto, para poder levantar algo de agua. Se dobló hacia la palangana y se mojó la cara. Repitió la operación un par de veces, hasta que el frescor le liberó del influjo de los últimos rastros del sueño. Luego, fue mojando una mano u otra y se las restregó por diversas partes de su cuerpo, como el pecho, la tripa, las axilas, sus ingles y su pene, en un intento de liberarse del sudor del ejercicio nocturno. La muchacha le observaba con deleite, pues normalmente sus clientes no se tomaban tanta atención a sus cuerpos. Cuando le pareció que ya no podía hacer más con los elementos que le habían permitido utilizar, se volvió hacia la chica, que curiosamente se sonrojó un poco. Maichlons se rio, pues supuso que la muchacha se había quedado frente a su pene, el cual se había excitado con la limpieza.
-          ¿Tienes una toalla o algo parecido, para secarme? -pidió Maichlons, pero la muchacha negó con la cabeza.
Maichlons suspiró y tomó una tela que hacía de colcha de la cama y se secó con ella, aunque recibió una queja de la muchacha en forma de una palmada en una de sus nalgas.
-          Necesito ayuda con la armadura -informó Maichlons, aunque su tono fue más una orden-. Ya que ayer fuiste hábil para quitármela no tendrás problemas para ponerla en su sitio.
La muchacha asintió con la cabeza y se puso de pie. Sus pechos seguían al aire, aunque se había vuelto a poner la falda. Maichlons se puso solo las piezas de lino que llevaba bajo la armadura. La chica le ayudó primero con las piezas de las piernas, tras lo que pasaron al tronco y por último los brazos. Mientras la muchacha estaba liada con las ataduras y los correajes, Maichlons jugaba pícaramente con los pechos y los pezones de la chica, que en ningún momento llegó a quejarse. Al final, Maichlons recuperó su cinturón del biombo y se lo ciñó con fuerza, comprobando con disimulo que la bolsa de monedas seguía pesando lo mismo que antes.
La muchacha se lo quedó mirando, mientras él se dirigió hasta la puerta y la abrió, tras lo que desató la media y la dejó sobre el montón que había en el estante. Luego le lanzó un beso y salió al pasillo. Lo recorrió de vuelta a las escaleras y bajó a la taberna, la cual parecía más vacía que nunca. Tanto era así que en la barra no se encontraba el tabernero, sino la niña de la noche, Lisvor recordó que se llamaba.
-          Espero que haya disfrutado de su experiencia -saludó sonriente Lisvor, a lo que Maichlons respondió con una sonrisa y cambió su rumbo para acercarse a la barra.
-          ¿Qué hora es? -preguntó Maichlons.
-          Está amaneciendo, pero los gallos aún no han empezado con sus cantos -informó Lisvor, que le tomó una de las manos a Maichlons con las dos suyas.
Maichlons le permitió que le cogiera la mano y la observó mejor. Era una niña, pero era muy bella, más que con quien había pasado la noche. Cuando creciera se volvería todo una belleza, los hombres andarían como locos tras ella. Aun así, no le parecía que alguien como ella debería estar allí a esas horas y en esa taberna.
-          ¿No es demasiado peligroso estar en esta barra a estas horas? -preguntó Maichlons sonriente.
-          Para nada, buen señor -aseguró Lisvor, tras lo que tiró de la mano de Maichlons, metiéndola por una abertura en la blusa que llevaba la muchacha y que él ni se había fijado que llevaba abierta. Los dedos pronto notaron dos pezones endurecidos y unos pechos primitivos-. ¿A qué están bien? El tabernero me toma por una niña, pero soy mejor que muchas de las de ahí arriba.
La cara de Maichlons se había quedado paralizada, hasta se había puesto algo blanca. Lisvor movía su mano, para que comprobase la veracidad de sus palabras. Maichlons tiró hacia atrás su brazo, para intentar librarse de la zarpa de Lisvor, pero sin hacerla daño. Entonces una mano se posó sobre el pelo de Lisvor y los dedos apretaron con fuerza. Lisvor soltó la mano de Maichlons e intentaron librarse de quien la hacía daño.
-          Espero que no le esté molestando, buen señor -se disculpó el tabernero-. Esta niña siempre con sus fantasías.
-          No, no lo ha hecho, esto…, yo…, lo mejor es que me vaya marchando, seguro que alguien me espera -intentó quitar hierro sobre el asunto Maichlons, intentando no mirar a la enfurruñada Lisvor, que lagrimeaba por el dolor que le causaba la garra del tabernero.
   Maichlons salió de la taberna y le dieron los primeros rayos del nuevo sol. Empezó a callejear. Se encontró con los últimos piquetes de los centinelas nocturnos que retornaban a los cuarteles, y pasaron de él. Al final llegó a la puerta lateral y dio un par de golpes con la aldaba.

1 comentario:

  1. Lisvor... Es la Lisvor que conozco? Ya veo ya que apuntaba alto de pequeña. Buen capítulo.

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