Alvaras observaba a
Davert, esperando a que este atacara. Davert le estudiaba con detenimiento.
- ¿Dónde está tu valor,
tharn de los cuervos? -se burló Alvaras, para que el joven le atacase- Se ha
perdido junto con tu ojo.
Davert lanzó un gruñido y
se lanzó como un loco sobre Alvaras cortando con la espada el aire entre ellos,
a lo que Alvaras le esquivó girando de lado y le golpeó en el trasero con la
espada de lado. Davert se dio la vuelta entre enfadado y humillado. La sonrisa
que le mostraba Alvaras, medio ensangrentada, al igual que el resto de su
abultada cara. Volvió a la carga, de forma loca y sin ningún tipo de
disciplina, por lo que Alvaras le volvió a esquivar y cuando pasó ante él le
pateó con fuerza en el culo. Davert se fue de cabeza y se golpeó contra una de
las paredes. Bramó de ira.
- No eres más que un
cobarde, Alvaras hijo de una ramera sin cuna -espetó Davert, esperando que su
enemigo entrara en cólera, pero se equivocó.
- Eso es mejor que ser un
triste eco de una gran casa, Davert señor de los cuervos, asesino y violador
-reiteró Alvaras.
- Te mataré sucio bastardo
-gritó Davert, preparándose para actuar.
Davert volvió a la carga,
pero esta vez lo hizo con algo más de aplomo. Se aproximó más despacio, con la
espada por delante, pero sin hacer florituras. A medio camino de Davert, la
espada chocó con la de Alvaras y rebotó por la fuerza del guerrero. Davert
contraatacó, pero volvieron a encontrarse los aceros, saltando chispas. El
joven se preparó para acometer de nuevo, pero cuando alzó su espada para tomar
impulso, Alvaras se movió más rápido y levantó la pierna derecha, propinándole
un puntapié en el pecho, que hizo que Davert se trastabillara y cayese sobre la
mesa, destrozándola por su peso. Davert se levantó rápidamente y se colocó
frente a Alvaras, con la guardia más baja, intentando no caer en el mismo
error.
Fue Alvaras quien empezó a
tomar la iniciativa del duelo, lanzando estocadas o haciendo paradas. Cada
serie de asaltos iban precedidos de fintas. Davert parecía estar atento y ser
lo suficientemente diestro con la espada, como cabía esperarse del hijo de un
tharn que servía en la guardia del señor de los hielos. Pero aun así no era tan
habilidoso como Alvaras que poco a poco fue deshaciendo su defensa. Primero fue
un corte superficial en el hombro izquierdo, luego le abolló la codera derecha,
tras lo que le desprendió la rodillera izquierda, un golpe importante en la
cota de malla, en el costado derecho que casi le hizo perder la respiración.
Entonces llegó lo
inevitable, en un contraataque de Davert, Alvaras fingió equivocarse en el
movimiento defensivo y pareció que se dejaba un espacio, que Davert decidió
aprovechar. Había sido bastante cauto hasta ahora, pero empezaba a cansarse y
creía tener alguna costilla rota debido al golpe en el costado. Davert avanzó y
Alvaras hizo una finta rápida, volviéndose de costado antes de tiempo,
deshaciendo el hueco y clavando su espada en el costado contrario de Davert. La
punta rompió los eslabones de la cota de malla, atravesó la protección de cuero
bajo esta, se clavó en la carne, cortando los músculos, las venas, rompiendo
una costilla y hundiéndose en las vísceras.
Davert se quedó parado y
la espada se le cayó de las manos. Alvaras retiró la espada manchada de sangre,
mientras que por la herida manaba más. Davert se alejó a trompicones, mientras
que intentaba parar la salida de su sangre con sus manos. Las fuerzas le
fallaron y se cayó de rodillas, alzando la vista hacia Alvaras.
- Me rindo, ya no tengo
armas en mis manos, soy tu prisionero, puedes llevarme ante mi padre -dijo
Davert, medio sonriendo, mientras se miraba sus manos manchadas de sangre.
Alvaras le observaba silencioso-. Tú eres un therk del tharn Davalon, debes
entregarme por mis fechorías. Solo mi padre tiene poder para administrar
justicia, therk Alvaras.
Alvaras no dijo nada,
seguía mirando a Davert en silencio, pero dio un paso hacia él.
- ¡Mi padre me juzgará! ¡Tú
no tienes ese derecho! -espetó Davert ante el silencio de Alvaras que se le
acercaba con la espada cubierta de sangre.
Alvaras se paró ante él y
le cogió la cabeza con la mano izquierda, echándosela hacia atrás.
- ¡No puedes! ¡Solo mi padre
puede! -gritó Davert, aunque parecía un lamento, un chillido lleno de miedo y
terror-. ¡Piedad! ¡Te lo ruego, piedad!
- ¿Tú se la distes a mi
familia, asesino? -recordó Alvaras, colocando el filo de la espada en el cuello
de Davert, que lloraba con su único ojo.
- ¡Mi espada! ¡Mi espada!
¡Mi esp… -la voz de Davert se perdió cuando Alvaras le cortó el cuello con un
movimiento rápido.
La sangre de Davert manó a
raudales por la nueva sonrisa que Alvaras le había abierto en el cuello.
Alvaras soltó la cabeza y el cuerpo sin vida se precipitó de bruces contra el
suelo.
- Padre,
madre, esposa e hijos mi deuda con vosotros está pagada, podéis esperarme en el
gran banquete -clamó Alvaras, levantando su espada hacia el techo de la casa.
Luego escupió sobre el cadáver de Davert.
Saludos.
ResponderEliminarSiempre me ha parecido curioso,al menos como en las historias, como los malvados después de jugar sucio, de atormentar y explotar al otro, luego pretenden o dan por sentado que el bueno, se comportará bien con ellos, porque se supone que son los buenos. No siempre todos ponen la otra mejilla. A veces, cuando cruzan demasiado tus límites, la mejor piedad es que te pueden ofrecer es que te eliminen rápidamente y no prolonguen tu sufrimiento. Sé que no va con Alvaras. Pero si mi personaje hubiese sido él... puedo asegurarte que la tortura a Davert y los responsables habría sido interminable. Quizá le habría dado descanso por aburrimiento. XD Buen capítulo.