Los dos guardias se iban turnando en las
caricias a Alvaras, mientras que la tarde fue pasando. El rostro estaba lleno
de moratones y cortes sangrantes, pero Davert que al principio había estado
sonriente ahora permanecía serio. El joven miró por la ventana y observó cómo
la oscuridad de la noche comenzaba a llenarlo todo. También pudo ver cómo los
hombres se dirigían hacia la casona.
- Alto -ordenó Davert- Que Revel y Umon se
queden aquí, el resto iros a la fiesta, os lo merecéis.
Los dos guardias asintieron, salieron por
la puerta y al poco entraron dos nuevos. Que iban a proseguir con el
tratamiento sobre Alvaras, pero Davert les dijo que esperaran. Davert había
esperado que el guerrero le suplicase, le pidiera clemencia, pero este no había
dicho nada durante la tortura. Por lo que había decidido cambiar de táctica.
- No eres muy hablador, therk, la verdad es
que tu padre tampoco -dijo Davert sonriendo con deleite- Creo que en el último
momento se dio cuenta de cómo había sido la encerrona en la granja y que yo le
iba a matar, pero ni aun así abrió la boca, ni suplicó por él. Ni cuando le
arrebaté su espada de su mano moribunda.
Davert hizo un silencio, para ver si
reaccionaba, pero no notó como los ojos de Alvaras le taladraban por el odio.
Davert no fue capaz de ver los pequeños cambios en el humor de Alvaras, así que
decidió proseguir su nueva estrategia.
- En cambio, tu mujer sí que lloraba,
berreaba como la cerda, la ramera que era, sus chillidos cuando le arrebate a
su hijo de sus manos y le abrí en canal, cuando hice que la tumbaran sobre la
mesa y la ayude a parir, cortando su inmunda tripa, llena de miseria -comentó
Davert, vanagloriándose de sus actos-. Aullaba cuando vio ante ella a su nuevo
engendro que yo mismo me encargué de ahorcar con su cordón. Y luego me apiadé
de su triste existencia o tal vez harto de los aullidos de esa bestia, la degollé
como se hace con los animales infectos.
Alvaras murmuró algo, pero Davert no pudo
escucharlo, por lo que se acercó hasta quedar a unos centímetros de su cara.
- ¿Qué has dicho? -quiso saber Davert.
- ¿Cómo chillaba mi esposa? -preguntó
Alvaras despacio, a la vez que con la mano izquierda le agarró del cuello y con
la derecha le metió la aguja de Orbish en el ojo izquierdo. Tras lo cual la sacó
rápidamente, llevándose el destrozado ojo. Davert comenzó a gritar de dolor-
¿Así chillaba mi esposa?
Alvaras se levantó de un salto, lanzando
la silla contra el guardia más cercano. Davert aullaba de dolor, tapándose la
cuenca vacía y retrocediendo paso a paso. El guardia que se encontraba junto a
la puerta intentó avanzar a proteger a su señor, mientras desenvainaba su
espada, pero se encontró con Alvaras. Este le propinó un puñetazo en la cara y
un rodillazo en la entrepierna. El guardia cayó de lado y Alvaras aprovechó
para quitarle la espada.
El segundo guardia había desenvainado tras
librarse de la silla y ahora se enfrentaba a Alvaras. Los dos guerreros se
empezaron a lanzar estocadas, simular ataques, elaborar fintas, pero el primer
guardia se estaba recuperando. A parte del ruido de pelea, lo único que se
podía escuchar eran los chillidos de Davert.
El guardia que había desarmado Alvaras
buscaba alguna cosa que pudiera usar para sustituir la espada que le había
robado el hombretón. El otro intentaba acabar con Alvaras, pero no parecía
conseguirlo. Alvaras sabía que o terminaba pronto con ellos o todo su plan
podía irse al garete, por lo que cuando esquivó un ataque de la espada enemiga,
se volvió hacia el otro y le clavó la aguja en el cuello. El guerrero dejó de
buscar e intentó parar la hemorragia que había provocado la pequeña hoja. Su
compañero lanzó una estocada fatal pensando que Alvaras había cometido un
error. Pero este se giró, desviándose de la trayectoria de la espada y agarrado
el brazo que la sujetaba. El guardia de Davert intentó en vano liberarse de la
tenaza que le había agarrado el brazo. Los ojos del guardia se posaron en la
punta de la espada de Alvaras, que le apuntaba. Los labios comenzaron a
moverse, medio pidiendo piedad, medio rezando a los dioses.
Alvaras ya no obedecía a sus valores de
piedad y lanzó la espada adelante. El filo penetró por el cuello, destrozando
la mandíbula inferior, la boca y se internó en la cabeza por el paladar. La
sangre y algunos dientes sueltos llegaron hasta el pomo de la espada de
Alvaras. El guardia dio un par de convulsiones, puso los ojos en blanco y
perdió toda su fuerza. Cuando Alvaras soltó el agarre en el brazo del guardia,
el cuerpo se cayó como si fuera un saco, algo inerte. Alvaras recuperó la
espada y se fijó en el otro guardia, que aún mantenía una mano sobre la herida
de su cuerpo y con el otro brazo gateaba hacia la puerta, para buscar ayuda.
Alvaras recorrió la distancia
entre ellos con dos pasos largos, levantó la espada y le cortó la cabeza de un
solo tajo. Solo se pudo escuchar el tañido del acero, cuando la espada golpeó
la hoja de la aguja. La cabeza del muerto rodó hasta la puerta de la
habitación. Alvaras se volvió y vio que Davert ya no ocultaba la órbita vacía
con sus manos. Estaba medio apoyado en la mesa de la esquina, con una mano
sobre el borde de la madera y la otra sobre un pomo de espada. Davert le miraba
con odio con el único ojo que le quedaba y el chillido que había emitido se
había transformado en un gruñido bajo creado por el castañeteo de sus dientes.
Un capítulo con mucha fuerza y gancho. "Ten cuidado a quien golpeas y dañas o se te volverá en contra". "Quien no tiene nada que perder, estará dispuesto a hacer lo que sea para que tú caigas con todo." Son las reflexiones a las que me lleva este capítulo. Espero que Alvaras alcance la paz que merece. Gracias Bulceon por tu trabajo y tus escritos.
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