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domingo, 21 de mayo de 2017

Alvaras (20)



Cuando Orbish salió de la casa, se encontró a Alvaras que había decidido que era buena idea que trajesen varios caballos hasta la entrada, por si acaso. Jhan llegó con uno y Alvaras se lo llevó hacia la casona y la residencia de Davert. lo ató ante la casa y se metió dentro. Al poco salió con un bulto que colocó sobre el caballo. Lo ató y colocó un tahalí en un costado con una espada. Regresó hasta donde estaban el resto y la casa de Sivarias. Orbish pudo ver que había una cabeza de un hombre joven, que había perdido un ojo recientemente, pues aún tenía restos de sangre y del globo ocular. El cuerpo había sido cubierto por una sabana, aunque se había manchado de sangre en un costado. Orbish se agachó, levantó un poco la cabeza y vio el corte en el cuello.

   -   No quiso rendirse, ¿verdad? -comentó Orbish.
   -   No -afirmó Alvaras-. Bueno es hora de administrar justicia.

Alvaras seguido por Orbish y Obbort avanzaron hacia la puerta principal de la casona. En el suelo había un buen número de carcaj llenos de flechas. Himey y Dkal habían sido enviados a la puerta lateral con la misma munición, mientras que Jhan y Ohel debían tener las ventanas vigiladas. Uthel se había quedado en la casa de Sivarias, al cuidado de este, al que habían atado a la silla para evitar males mayores. Alvaras, Obbort, Jhan y Dkal tenían una antorcha encendida en la mano derecha.

Orbish nunca había visto un vhanariam, una venganza de los clanes de la vieja época, de cuando no existían los señores y las leyes. En ese tiempo los habitantes de los poblados estaban siempre en guerra con sus vecinos, los tiempos de paz eran verdaderamente escasos y los vhanariam eran muy comunes. Normalmente se hacían de noche, como ahora, se rodeaba la casa de quien te querías vengar y le pegabas fuego, como iban a hacer en ese momento Alvaras. Los que residían en su interior solo tenían dos opciones, morir abrasados o intentar salir.

Alvaras se acercó a la leña y tiró la antorcha. Obbort, Jhan y Dkal le imitaron. Las llamas se extendieron por la madera apilada, así como por la base de la casona gracias a la brea y al aceite que habían extendido antes. Ahora solo tocaba esperar, hasta que los mercenarios del interior se dieran cuenta de su situación. Las llamas fueron escalando poco a poco por las vigas, hasta juntarse en el techo. Pero aun así, en el interior no se habían dado cuenta de nada, se seguían escuchando el barullo de los festejadores.

La espera terminó cuando parte de la estructura del tejado se vino abajo. La música y las risas se transformaron en lamentos y gritos de alarma. Alvaras colocó la primera flecha en su arco y apuntó hacia la puerta principal. No tuvo que esperar mucho. La puerta principal de la casona se abrió y un hombre, joven, con el pecho al descubierto apareció en el hueco. Se sorprendió al ver las fogatas a los dos lados de la puerta y entonces reparó en la presencia de Alvaras, quien liberó la flecha. La punta se clavó en el centro de su pecho y el hombre cayó hacia delante con el corazón destrozado.

Desde el interior del acceso se dio la voz de alarma y otros dos hombres intentaron salir a la carrera, pero las flechas les alcanzaron y acabaron con ellos. En el interior, al ver que la puerta principal estaba cubierta por enemigos, intentaron usar la lateral, pero Dkal y Himey eliminaron a otros tres mercenarios. Salían prácticamente desnudos y sin arma alguna entre las manos. Uno de ellos, iba tan borracho, que cuando le alcanzó una flecha en un hombro, dio un giro raro y se cayó sobre el fuego, lanzando alaridos inhumanos mientras su piel se quemaba emanando un tufo irrespirable.

En el lateral contrario una ventana de desintegró cuando un banco se empotró contra ella desde el interior. Un hombre intentó salir, pero una llamarada y una flecha que le entró por un ojo le envió hacía atrás. Otro hombre, que había visto las llamas, saltó por encima de ellas, pero descubrió que al otro lado le esperaban unas puntiagudas estacas en las que se empaló. Los mercenarios intentaban salir, pero las certeras flechas y el imparable fuego les frenaban.

La estructura de la casona empezó a gemir, herida de muerte por las llamas. En su interior las mujeres comenzaron una pelea con los que habían sido sus amantes. Le arañaron y algunas consiguieron abrirse paso hacia la salida. Ni Alvaras ni sus hombres las atacaron y unas seis consiguieron escapar. Otras cayeron bajo las manos de sus antiguos compañeros que no aceptaron su deseo de supervivencia. Las seis mujeres iban desnudas, eran jóvenes, de pechos turgentes y delicados. Pasaron ante Alvaras y se escondieron en una casa cercana. Obbort miró a una, pero Orbish lanzó un silbido y el joven regresó a su cometido.

Alvaras señaló a la puerta principal y Orbish distinguió como una mesa avanzaba hacia ellos, paso a paso. Alvaras blasfemó, pero luego señaló a algo en el suelo. Los pies de quienes se escudaban con la mesa. Las flechas cambiaron de objetivo y pronto se pudieron escuchar lamentos. La mesa se agitó y se cayó al suelo cuando los que la portaron la soltaron. Los nuevos blancos fueron masacrados y los que estaban más atrás recularon a la seguridad del interior. En ese momento, el techo de la casona se vino abajo, arrastrando a las paredes. Durante un rato hubo un coro de alaridos, pero al rato ya no se escuchó nada más.

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