Cuando Orbish salió de la casa, se
encontró a Alvaras que había decidido que era buena idea que trajesen varios
caballos hasta la entrada, por si acaso. Jhan llegó con uno y Alvaras se lo
llevó hacia la casona y la residencia de Davert. lo ató ante la casa y se metió
dentro. Al poco salió con un bulto que colocó sobre el caballo. Lo ató y colocó
un tahalí en un costado con una espada. Regresó hasta donde estaban el resto y
la casa de Sivarias. Orbish pudo ver que había una cabeza de un hombre joven,
que había perdido un ojo recientemente, pues aún tenía restos de sangre y del
globo ocular. El cuerpo había sido cubierto por una sabana, aunque se había
manchado de sangre en un costado. Orbish se agachó, levantó un poco la cabeza y
vio el corte en el cuello.
- No quiso rendirse, ¿verdad? -comentó
Orbish.
- No -afirmó Alvaras-. Bueno es hora de
administrar justicia.
Alvaras seguido por Orbish y Obbort
avanzaron hacia la puerta principal de la casona. En el suelo había un buen
número de carcaj llenos de flechas. Himey y Dkal habían sido enviados a la
puerta lateral con la misma munición, mientras que Jhan y Ohel debían tener las
ventanas vigiladas. Uthel se había quedado en la casa de Sivarias, al cuidado
de este, al que habían atado a la silla para evitar males mayores. Alvaras,
Obbort, Jhan y Dkal tenían una antorcha encendida en la mano derecha.
Orbish nunca había visto un vhanariam, una
venganza de los clanes de la vieja época, de cuando no existían los señores y
las leyes. En ese tiempo los habitantes de los poblados estaban siempre en
guerra con sus vecinos, los tiempos de paz eran verdaderamente escasos y los
vhanariam eran muy comunes. Normalmente se hacían de noche, como ahora, se
rodeaba la casa de quien te querías vengar y le pegabas fuego, como iban a hacer
en ese momento Alvaras. Los que residían en su interior solo tenían dos
opciones, morir abrasados o intentar salir.
Alvaras se acercó a la leña y tiró la
antorcha. Obbort, Jhan y Dkal le imitaron. Las llamas se extendieron por la
madera apilada, así como por la base de la casona gracias a la brea y al aceite
que habían extendido antes. Ahora solo tocaba esperar, hasta que los
mercenarios del interior se dieran cuenta de su situación. Las llamas fueron
escalando poco a poco por las vigas, hasta juntarse en el techo. Pero aun así,
en el interior no se habían dado cuenta de nada, se seguían escuchando el
barullo de los festejadores.
La espera terminó cuando parte de la
estructura del tejado se vino abajo. La música y las risas se transformaron en
lamentos y gritos de alarma. Alvaras colocó la primera flecha en su arco y
apuntó hacia la puerta principal. No tuvo que esperar mucho. La puerta
principal de la casona se abrió y un hombre, joven, con el pecho al descubierto
apareció en el hueco. Se sorprendió al ver las fogatas a los dos lados de la
puerta y entonces reparó en la presencia de Alvaras, quien liberó la flecha. La
punta se clavó en el centro de su pecho y el hombre cayó hacia delante con el
corazón destrozado.
Desde el interior del acceso se dio la voz
de alarma y otros dos hombres intentaron salir a la carrera, pero las flechas
les alcanzaron y acabaron con ellos. En el interior, al ver que la puerta
principal estaba cubierta por enemigos, intentaron usar la lateral, pero Dkal y
Himey eliminaron a otros tres mercenarios. Salían prácticamente desnudos y sin
arma alguna entre las manos. Uno de ellos, iba tan borracho, que cuando le
alcanzó una flecha en un hombro, dio un giro raro y se cayó sobre el fuego,
lanzando alaridos inhumanos mientras su piel se quemaba emanando un tufo
irrespirable.
En el lateral contrario una ventana de
desintegró cuando un banco se empotró contra ella desde el interior. Un hombre
intentó salir, pero una llamarada y una flecha que le entró por un ojo le envió
hacía atrás. Otro hombre, que había visto las llamas, saltó por encima de
ellas, pero descubrió que al otro lado le esperaban unas puntiagudas estacas en
las que se empaló. Los mercenarios intentaban salir, pero las certeras flechas
y el imparable fuego les frenaban.
La estructura de la casona empezó a gemir,
herida de muerte por las llamas. En su interior las mujeres comenzaron una
pelea con los que habían sido sus amantes. Le arañaron y algunas consiguieron
abrirse paso hacia la salida. Ni Alvaras ni sus hombres las atacaron y unas
seis consiguieron escapar. Otras cayeron bajo las manos de sus antiguos
compañeros que no aceptaron su deseo de supervivencia. Las seis mujeres iban
desnudas, eran jóvenes, de pechos turgentes y delicados. Pasaron ante Alvaras y
se escondieron en una casa cercana. Obbort miró a una, pero Orbish lanzó un
silbido y el joven regresó a su cometido.
Alvaras señaló a la puerta principal y
Orbish distinguió como una mesa avanzaba hacia ellos, paso a paso. Alvaras
blasfemó, pero luego señaló a algo en el suelo. Los pies de quienes se
escudaban con la mesa. Las flechas cambiaron de objetivo y pronto se pudieron
escuchar lamentos. La mesa se agitó y se cayó al suelo cuando los que la
portaron la soltaron. Los nuevos blancos fueron masacrados y los que estaban más
atrás recularon a la seguridad del interior. En ese momento, el techo de la
casona se vino abajo, arrastrando a las paredes. Durante un rato hubo un coro
de alaridos, pero al rato ya no se escuchó nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario