Alvaras estuvo un rato
observando la inmensa pira que se había convertido la casona. Orbish había
ordenado a los hombres que estuvieran atentos por si había algún superviviente,
aunque lo dudaba.
- ¿Qué quieres hacer ahora?
-le preguntó Orbish a Alvaras.
- Ya no queda nada por hacer
-indicó Alvaras serio.
- ¿Qué les digo a tus
hombres? -inquirió Orbish.
- Que la noche es suya,
mañana partiremos de vuelta, y que dejare de ser sus hombres -dijo Alvaras,
secamente.
Orbish hizo una seña para
que los jóvenes guerreros y Jhan se acercaran. Cuando le rodearon les habló.
- Ya no quedan más enemigos
y la noche aun es larga -empezó a hablar Orbish-. En esa casa hay varias
mujeres, algo magulladas y sucias por el hollín, pero son jóvenes y
apetecibles. En las otras casas estarán las bolsas de los mercenarios, habrá
espadas, armaduras, tomad todo lo que queráis, pues os lo merecéis. Disfrutad,
cread vuestro botín, pues mañana habrá que volver a la vida habitual.
- ¿Qué será del therk
Alvaras? -fue Jhan el que lo preguntó, pero seguro que el resto lo pensaban.
- Lo más seguro es que no
sea therk durante mucho más tiempo, ya que incumplió una orden directa del
therk Ballur, además que ya no hay nada que proteger en Yhakka -informó
Orbish-. Encima Davert está muerto, por lo que no creo que Davalon se lo tome
muy bien. Lo más seguro es que Alvaras y yo tengamos que tomar un camino
diferente al vuestro.
- ¿Qué camino será ese?
-Jhan volvía a preguntar.
- El del mercenario, el del
señor de la guerra, pero para él será diferente al que yo elegí, pues en cada
sombra le esperará un asesino, pues el tharn querrá vengar la muerte de su hijo
-aseguró Orbish-. Así que Alvaras tendrá la muerte por compañera, le precederá
y le perseguirá. Ahora id a divertiros, o me quedaré yo con todo.
Los guerreros se
dispersaron e hicieron lo que Orbish les había comentado. Obbort llamó a Jhan y
se lo llevó a encontrar algo mejor que lo que le habían apañado en Yhakka.
Cuando Orbish los vio marchar hacia la casa donde se refugiaban las mujeres,
habían modificado sus armaduras, portaban mejores armas y hasta Jhan parecía
todo un mercenario.
Durante un breve momento
hubo una serie de quejas por parte de las muchachas, pero pronto se fueron con
cada uno de los jóvenes. Orbish fue de casa en casa para ver si habían dejado
algo sus camaradas. Él sabía de los lugares donde los mercenarios solían
esconder sus salarios o sus premios. Llenó una bolsa con monedas y joyas.
Parece que tendría un buen botín para gastar en cerveza y en mujeres. También
dio con un hacha que era mucho mejor que la suya, una obra de arte más letal
que la que ya portaba. No lo dudó y se la quedó, pero tampoco se desharía de la
suya, la tenía demasiado aprecio.
Luego se dirigió a la casa
de Sivarias y rebuscó hasta dar con los libros de pagos, que metió en una bolsa
grande. Sivarias se había quedado dormido en la silla y Uthel preguntó por
Alvaras. Este le indicó dónde encontrarle y el viejo se marchó. Orbish pensó
que tal vez el sacerdote le ayudaría a Alvaras, por lo que se dirigió hacia la
casa de las mujeres, pues el también era hombre y esperaba divertirse un rato.
Al entrar se encontró con
dos mujeres, una rubia de pechos pequeños, delgada y muy pálida, parecía una
niña. Junto a ella había una morena, de piel más oscura y pechos más grandes,
pero sin ser enormes.
- Bueno, creo que me ha
tocado el premio gordo -murmuró Orbish, mientras que las muchachas pusieron una
mueca de asco, al ver que no era precisamente un joven como los anteriores-. Lo
que pierdo en senectud lo gano en experiencia, señoritas.
Orbish
cerró la puerta de la casa, dejándoles claro a las dos muchachas que serían
suyas y de nadie más. La morena lanzó una carcajada y la rubia sonrió con
timidez. Orbish gruñó como un oso mientras se acercaba a ellas con los brazos
extendidos simulando que las iba a abrazar a ambas a la vez.
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