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sábado, 20 de febrero de 2021

El reverso de la verdad (14)

Andrei no se hizo de rogar y entró en la vivienda. Helene cerró tras él y volvió a echar el pasador. Entonces Andrei se fijó mejor en cómo iba vestida. Llevaba una bata de seda clara, cerrada por unos botones. Se notaba que había sido a toda prisa, porque varios de ellos estaban colocados en los ojales equivocados y por ello la pieza había tomado unos pliegues extraños. Pero también podía adivinar que por debajo la chica no llevaba nada más que una combinación de braga y sujetador. 

A esa distancia y sin la capa de maquillaje que parecía usar, el rostro estaba más natural y el rostro ya no era tan pálido como le había parecido en la oficina. Lo que quería decir que se aplicaba algo que la hacía ser más pálida. Tal vez para esconder a algún pariente extranjero. Los ojos verdes, pequeños y algo rasgados eran tal y como los había visto anteriormente, por lo que era un rasgo que le gustaba y no lo escondía. En el cuello podía ver una cadena de plata, que tenía que ser donde colgaba el gato que había visto en el escote cuando se agachaba en la oficina. La bata era menos ceñida, por lo que las curvas que le había parecido notar, estaban desaparecidas. El pelo, negro liso, en melena. Los pies lo tenía metidos en unas zapatillas con forma de gatos negros.

La mirada de Andrei debió molestar a Helene que lanzó un bufido y se dio la vuelta, internándose en el pasillo que nacía desde el vestíbulo. Andrei la siguió en silencio, aunque los pasos de los zapatos de Andrei sobre el suelo de madera provocaban crujidos en la madera. Helene le guió hasta una sala de estar, que estaba caldeada y había un ordenador encendido. Aunque Helene intentó girar la pantalla, Andrei se lo impidió. En la imagen se veían las mujeres, ella incluida, con sus trajes de trabajo y los medidores de puntos. Como Andrei ya había visto en el club, la conejita llevaba bastante ventaja al resto de sus competidores en la carrera y parecía que iba a ganar. 

-   ¿Cuándo termina la carrera? -preguntó Andrei. 

-   Esta madrugada -murmuró Helene, acercándose a un sofá donde se dejó caer. 

-   Parece que no vas a ganar -indicó Andrei. 

-   Ella siempre gana, no la podemos alcanzar -dijo con amargura Helene, colocándose la bata de tal forma que no se le viera mucho de sus piernas desnudas-. Pero ella es especial, no todas somos como ella. 

-   ¿Qué la hace especial? 

-   Bueno, ella es… -empezó a decir Helene, pero al momento se calló, le miró y entonces prosiguió-. Dudo que hayas venido a saber lo que es o lo que no es ella. ¿De qué querías hablar conmigo? 

-   Buena pregunta, gatita -asintió Andrei. 

-   Prefiero que me llames Helene, si no te importa, porque a mi sí -espetó Helene con mala leche-. Puede que sepas mi secreto, pero sigo siendo una persona, no un objeto o un sueño. 

-   Está bien Helene, mi pregunta es simple -aceptó Andrei-. ¿Cómo es posible que una parte de la investigación de mi esposa trabaje de contable en la productora de ella? ¿Además te contraten un par de meses antes de su muerte? 

-   Una coincidencia. 

-   Esa es buena, Helene -se rió Andrei-. Pero yo no creo en las coincidencias, sobre todo cuando estaba mezclada con Sarah o la productora. Puedes probar a contarme la verdad o intentar mentir. Si pruebas a seguir la primera opción, pues buena elección. Si decides la segunda, pues te puede salir bien, pero mi mujer está muerta y yo ya no tengo nada que perder. 

-   ¿Me estás amenazando? -inquirió sorprendida Helene. 

-   Tomátelo como quieras -advirtió Andrei-. Pero no creas que soy un burgués más.

Helene se lo quedó mirando, intentando que su mirada fuera más fuerte que la del Andrei, pero había algo en sus ojos que le daban miedo. Por un momento pensó que era la tristeza, al fin y al cabo hacía poco que era viudo. Pero al mirarlo durante un poco más, vio otra cosa. Era ira, ese tipo de sentimiento que se guardaba en algún recodo del cuerpo y no se dejaba salir, a menos claro que rompieran el tapón del frasco. Y Helen estaba seguro que no solo lo habían destapado, sino que habían hecho el frasco trizas. Sin duda no era el tipo de persona que iba aguantar demasiado cualquier tipo de jueguecito. 

-   Tu esposa me contrató para tenerme cerca, supongo -se rindió Helene, sabedora que no podía ocultar hechos que tampoco la iban a proteger de nada-. Supongo que Sarah me encontró de la misma forma que tú. No sé cómo encontró el club, pero lo hizo. Entonces me dio trabajo, dijo que necesitaba una contable. Pero nunca me pidió o me indicó que dejase esta forma de vida. No sé porqué estaba tan interesada en mi. 

-   ¿No te preguntó por la conejita, o por otras corredoras? -inquirió Andrei.

Helene no parecía preparada para esa pregunta porque se quedó otra vez callada, como buscando una respuesta acertada a lo que le preguntaba Andrei. Por ello, él se empezó a mosquear. Podría ser que al final la gatita fuera la clave para todo y por eso Sarah la había atado a la productora.

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