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sábado, 27 de febrero de 2021

El reverso de la verdad (15)

Andrei esperó pacientemente a que Helene ordenara sus ideas, pero cuando le pareció que llevaba ya demasiado tiempo, carraspeó para que volviera a la realidad. 

-   Bueno, sí, sí me pregunto por ellas, pero la verdad, yo no sé mucho sobre ellas -respondió con torpeza Helene. 

-   ¿Me estás intentando decir que aunque estas en el mismo negocio que ellas, no sabes nada absolutamente de ellas? En ese caso no comprendo porque Sarah creyó que era importante contratar una contable que no necesitaba y pagarle un dinero que claramente la contable tampoco necesita -comentó Andrei-. Así que mejor que pienses mejor en tus opciones y me cuentes algo más creíble. 

-   ¡Yo no te estoy mintiendo! -exclamó Helene, haciéndose la ofendida-. Yo no sé cual es la vida de las otras corredoras. Pero sí conozco sus identidades, las reales. Y se las dí a Sarah. Y creo que por eso me quiso tener cerca. Era su fuente de información sobre la estructura del negocio y las identidades de las otras chicas. Pero aparte de eso, desconozco lo que son en la vida o como las captaron por parte de la organización. 

-   Eso es más interesante -asintió Andrei-. Y dado que si hay cosas que conoces, ¿cómo te captó la organización? 

-   De la forma más tonta, pedí dinero a un prestamista que le vendió la deuda a los organizadores -contestó Helene con rapidez, por lo que Andrei no supo si le estaba contando la verdad o era una mentira que se sabía de memoria. Pero si era una cosa u otra ya tendría tiempo para obtener la realidad de cada hecho-. De esa forma me convertí en corredora. 

-   Pero seguro que hace tiempo que pagaste la deuda -indicó Andrei-. Por lo que creo, llevas mucho tiempo siendo corredora y ya no había una deuda que pagar.

Helene se ruborizó y asintió ligeramente con la cabeza. Andrei supo que había dado en un punto sensible. La chica no se sentía orgullosa por seguir siendo una corredora. Podía haber varios motivos para explicar que ella siguiese trabajando para la organización. La podían estar obligando por medio del miedo, pero Andrei creía que era por la codicia. Sin duda le pagaban un buen dinero. 

-   Supongo que te pagan una buena cantidad por seguir siendo una corredora -señaló Andrei, golpeando otra vez en el punto sensible de Helene, que parecía contrariada por la malicia de Andrei. 

-   Pagan a todas -afirmó Helene, pasando a la defensiva-. Si ganas te llevas unos tres mil euros, el resto va disminuyendo el monto. 

-   Tú vas sexta, ¿cuál es tu premio? -inquirió Andrei. 

-   Mil ochocientos -contestó Helene, con un tono bajo, pero Andrei lanzó un sonoro silbido de sorpresa. 

-   ¿Y cada cuanto son las carreras? 

-   Una dura dos semanas normalmente -respondió enseguida Helene. 

-   O sea que si siempre terminas sexta te puedes levantar unos tres mil y pico euros limpios sin que se entere el fisco, ¿verdad? -calculó rápidamente Andrei-. ¿Para qué te pago yo? Parece que te estoy dando una limosna. Aunque es mejor la conejita, seis euros por no hacer mucho. ¿Qué suerte tienen algunos? Otros tenemos que trabajar para vivir. 

-   No me gusta tu tono -se quejó Helene, que no tenía ganas de soportar el sarcasmo del hombre. 

-   No fastidies -rebatió a su vez Andrei-. Creo que con lo que ganas puedes aguantar eso y mucho más. Pero volvamos a lo interesante, has hablado de la “organización”. ¿Quiénes son? ¿Rusos? ¿Albanos? ¿Sudacas? ¿Moros? ¿no me digas que son de aquí? 

-   No sé quienes son -negó secamente Helene. 

-   Me estás diciendo que trabajas para alguien que no sabes quien es -resumió Andrei, pero al ver la cara tensa de Helene, estaba seguro que por miedo o por supervivencia no había ahondado nunca lo que sabía de sus pagadores-. Está bien, cuéntame lo que si sabes de la organización. Antes me has comentado que Sarah te tenía cerca porque sabías cosas de la organización. Habla.

Helene asintió con la cabeza y comenzó a contarle todo lo que sabía de la organización o todo lo que creía saber. Según lo que le dijo, lo que ahora iba a saber él, era lo mismo que le contó a su esposa. Andrei se mantuvo en silencio, escuchando.



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