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martes, 2 de marzo de 2021

Lágrimas de hollín (68)

Habían pasado un par de días, cuando Fhin, con su apariencia de Jockhel había reunido a sus principales hombres. Todos esperaban sentados en taburetes, la llegada de su señor. Cuando entró intentaron ponerse de pie, pero Fhin lo impidió levantando la mano. 

-   Bien, veo que estamos todos -dijo como saludo Fhin, con el rostro escondido tras la máscara de oro-. Hemos de discutir de las cosas más importantes. Phorto, Runn, ¿cómo están las cosas con los clanes rebeldes? 

-   Aún no se han rendido, pero el hambre y la sed están provocando deserciones todos los días -informó Phorto-. No todos los desertores consiguen escapar vivos, eso también es verdad. La dureza de los líderes está menguando el espíritu del resto de los miembros de los clanes. Parece que va a ocurrir lo que augurabas, matarán a los líderes para sobrevivir. Será cosa de días o semanas a lo sumo. 

-   Bien, ya sabéis lo que debéis hacer con los supervivientes, creo que podremos sacar buenos soldados, pero solo si nos juran lealtad plena -indicó Fhin-. No quiero medias verdades. Por otro lado, Runn, ¿cuál es la situación de nuestras fuerzas? 

-   Están listos para lo que sea necesario, mi señor -aseguró Runn, pero seguía demasiado serio, por lo que Fhin le hizo un gesto para que siguiera-. Me han informado que uno de nuestros hombres fue capturado en el barrio de los mercaderes por una patrulla imperial. Por lo que me han relatado se mostró arrogante y habló de vos, indicando que si no querían sangre, debían soltarle. 

-   ¿Qué ha sido de él? -inquirió Fhin, ligeramente preocupado. 

-   Creemos que murió bajo la tortura imperial -contestó Runn. 

-   ¡Hum! -carraspeó Fhin-. Me temo que recibió el justo castigo por su arrogancia. Pero podría haber revelado al imperio más cosas de las requeridas. Shar, encárgate de conseguir la información de lo que ha contado al imperio. Runn, Phorto, que nuestros hombres en los otros barrios se comporten más sosegados. No hay que enseñar aún nuestra fuerza. Instruid a nuestros hombres sobre ello. No quiero más problemas con los imperiales por ahora. 

-   Así se hará, señor -dijeron a la vez Phorto y Runn, como buenos guerreros. 

-   Bien, Bhorg, tengo que trasladarme de La Cresta al barrio de los mercaderes -anunció Fhin, dejando sorprendidos a varios de ellos, incluido el aludido-. Por ello, creo que eres la persona indicada para manejar los asuntos del clan en La Cresta. Además eres sensato y leal. 

-   Mi señor, no comprendo porque tienes que dejar el barrio -afirmó Bhorg, que era uno de los que se habían sorprendido-. Ahora eres el señor indiscutible del barrio, que te vayas fuera puede ser una forma de hacer ver a algunos tu debilidad. Si Jockhel no está para controlar a las ratas, estas pueden intentar alguna traición. 

-   Bhorg, ¿en verdad temes a unos enemigos que ya no existen o es que no te ves preparado para asumir la carga de mandar el barrio completo? -inquirió Fhin, que quería saber de dónde venían los miedos de su subordinado. 

-   Mi señor, la verdad, yo no soy tú y no soy quién para decidir lo que tú quieres hacer en el barrio -aseguró Bhorg. 

-   Pues yo creo que eres un hombre preparado, Bhorg, pero no creas que tú vas a decidir nada -explicó Fhin-. Claramente recibirás las órdenes que yo te de. Solo tendrás que llevarlas a cabo. Y es verdad que el barrio me brinda protección, una que no conseguiría en otra parte de la ciudad. Pero la verdad es que ahora que hemos conseguido que el barrio sea nuestro, porque no el resto de la ciudad.

Todos los presentes se quedaron mirando a Fhin atónitos. Bheldur era el único que simulaba su perplejidad. Bheldur ya sabía lo que quería Fhin, pero sintió un poco de pena por los demás, ya que se habían creído la bravata que había salido de la boca de Fhin. 

-   Reconozco, mis buenos asesores, que no va a ser una cosa tan rápida como aplastar a los viejos clanes del barrio -prosiguió Fhin, sin dejar que salieran de su asombro. Nos llevará más tiempo, pero creo que estamos poniendo los pilares para que las sombras de la ciudad, de toda, sean nuestras. 

-   ¿Y los imperiales? -preguntó Bhorg. 

-   Todos sabemos lo que les gusta a los imperiales, el oro y la diversión -contestó Fhin-. Por ello, primero debemos crear nuevas formas de que el oro entre y podamos comprarles. Por ello debo dejar La Cresta y asumir una nueva personalidad, una más legal. Así que Bhorg, ¿asumirás el puesto que quiero que hagas en el barrio? 

-   Si eso es lo que has decidido no puedo negarme, mi señor -claudicó Bhorg-. Se hará todo como tú mandes. 

-   Bien, en ese caso podéis retiraros todos, a excepción de Bheldur y Shar, por favor -ordenó Fhin.

Los principales seguidores de Jockhel se marcharon murmurando entre dientes sobre lo que quería hacer su señor. Si era una locura o una extravagancia más. Pero todos parecían no tener dudas que si Jockhel lo había ideado, seguro que sería un plan sin igual y conseguirían ser señores de la ciudad, con los imperiales comiendo de su mano. 

-   ¿Crees que Bhorg tiene lo que debe para sustituirme? -le preguntó Fhin a Bheldur. 

-   Te sirve con una lealtad que raya la idolatría -indicó Bheldur-. Hará bien su papel, pero me da un poco de pena, todos me la dan. 

-   ¿Tú crees? Bueno, por ahora me sirven bien y es lo que importa. Lo que ocurra en el futuro ya será otro cantar. Pero no os he hecho quedaros por ello. Bheldur quiero que trabajes con Shar y sus Gatas. Quiero que encontréis y apreséis a Corredor. ¿Te acuerdas de él? 

-   Sí. 

-   Pues buscadle y traedle a mi presencia -ordenó Fhin-. Tengo que hablar con él de un viejo intento de robo en un almacén.

Tanto Bheldur como Shar hicieron una reverencia y se marcharon, dejando a solas a Fhin con sus pensamientos.

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