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martes, 9 de marzo de 2021

El dilema (66)

Con el druida callado por fin, Asbhul pudo hacer las preguntas que más le interesaban sobre la situación en la que se habían metido. 

-   Alvho nos ha dicho que la aldea que se hizo con la reliquia… -empezó a decir Asbhul. 

-   Querrás decir que han robado la reliquia, con la supuesta ayuda de esta mujer -intervino Ulmay como un resorte. Asbhul le miró con odio, pues se había creído que el druida cerraría su bocaza, pero parecía que no era capaz. Su última opción era echarle de la reunión, pero dudo. 

-   Ulmay por favor -advirtió Asbhul al druida-. ¿A cuánta distancia de viaje se encuentra? 

-   Está en la costa sur -contestó Alhanka-. Por lo que a caballo se tardarían tres o cuatro semanas por las llanuras y sabiendo el camino. Pero vosotros vais andando y montáis campamentos para dormir. Tardareis uno o dos meses o más. 

-   ¿Sabes cuántos guerreros tienen los Fharggar? -interrogó Asbhul-. Y cual es su forma de batalla preferida? 

-   El número no te lo sé precisar. Algunos hablan de cien o doscientos guerreros -indicó Alhanka-. Pero otros… 

-   ¡Solo doscientos! ¡Asbhul le temes a doscientos guerreros! -se burló Ulmay-. Nosotros somos muchísimos más. En la corte me dijeron que habías sido oficial del tharn Aurnne, y ya sabemos cómo murió.

Alvho se fijó en cómo el rostro de Asbhul se crispaba al escuchar nombrar al difunto tharn Aurnne. Ahora entendía porque Asbhul parecía no creer que el viejo mentor se había vuelto un cobarde que estaba intentando sabotear los esfuerzos de los constructores para impedir la invasión que tanto quería Ulmay. Sin duda el druida no se había percatado de que había metido la pata hasta el fondo ante el tharn, pero él ya había decidido que no le iba a ayudar en nada. El Ulmay actual no era el que había conocido en Thymok, el poder le había corrompido. 

-   Por favor, Alhanka sigue lo que estabas diciendo -dijo Asbhul, sin mirar a Ulmay, lo que irritó al druida en su fuero interno. 

-   Solo quería añadir que otros hablan de quinientos -añadió Alhanka, lo que provocó que Ulmay lanzase un bufido por lo irrisorio del número-. También cuentan que hasta las mujeres toman las armas y son más sanguinarias que sus hombres. Pero lo fundamental es su forma de lucha, como cualquier tribu luchan a caballo. 

-   Eso es lo que quería conocer -afirmó Asbhul, que se volvió a Selvho-. ¿Cuánto tiempo necesitas para levantar el campamento? 

-   Los hombres están cansados por el combate, necesitan descansar -señaló Selvho, pensativo, haciendo números-. Creo que tres días. 

-   Bien, me parece justo -asintió Asbhul-. Mandaré mensajeros al señor Dhakme indicando que retornamos a la fortaleza. 

-   ¿Te retiras? -intervino Ulmay, levantándose de un salto-. No puedes retornar sin la reliquia. Tu misión es abrir camino al sur. 

-   No, mi misión era llegar a las ruinas del oeste donde se creía que estaba la reliquia -negó Asbhul-. La reliquia no está aquí, por lo que mi misión se ha terminado. Además hay un peligro en ciernes y no me voy a quedar a esperarles. Si quieres puedes quedarte tú y razonar con ellos, pero dudo que eso sea posible. ¿Alhanka, se puede razonar con los Fharggar? 

-   ¿Si te refieres con razonar que te corten la cabeza y dejen tu cuerpo a merced de las bestias salvajes? Entonces si puedes razonar con ellos. 

-   ¡Pero si tienes más hombres que ellos! -exclamó Ulmay-. ¡Eres un maldito cobarde!

Selvho se levantó como un rayo, aun con su edad, posando su mano en la espada que colgaba envainada de su cintura, listo para matar a Ulmay por la grave ofensa contra su tharn. Incluso Aibber se había puesto a la defensiva. Solo Alvho y Asbhul se habían quedado sosegados. 

-   Alvho explicale porque las últimas expediciones que cruzaron el río fueron un gran fracaso -pidió Asbhul. 

-   Cuentan las crónicas que nuestros guerreros caían por las flechas que lanzaban unos guerreros a caballo -contó Alvho-. Se aproximaban con sus monturas hasta una distancia óptima, mataban a unos cuantos y cuando algunos hombres abandonaban los muros para perseguirlos, caían bajo las cargas de caballeros más pesados. Los líderes pronto se dieron cuenta que nuestra forma de guerrear no era la mejor para enfrentarse a los jinetes. Estas enseñanzas se recogieron en nuestras crónicas para evitar caer en la misma trampa. Y también por ello, nadie se ha aventurado a cruzar el gran río, ni reconstruir el puente.

Las palabras de Alvho debieron ser los golpes definitivos contra las exigencias de Ulmay porque se calló y bajó la cabeza.

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