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sábado, 13 de marzo de 2021

El reverso de la verdad (17)

Andrei había llegado a la productora y esta vez nadie se le interpuso. Le saludaron con respeto y él se dirigió hacia el despacho de su esposa. Tras un par de horas revisando cada libro en los estantes, archivadores y algunas piezas de decoración, Andrei dio por concluida la investigación. Allí no había nada de nada. No había más libros camuflados ni nada parecido. Pero su visión se paró en un portaretratos. Había cuatro personas. En el centro estaban Alexander y Sarah, sonrientes y a los lados de cada uno, dos mujeres. Una era rubia, alta, delgada, vestida de forma estricta, traje de chaqueta y pantalón. La otra era pelirroja, algo más bajita, fibrosa, vestía de una forma más casual, jeans y una camiseta ceñida, y tenía cuerpo para ceñir. En alguna cena de navidad de la productora, había visto cómo los solteros de la oficina, así como otros que no pertenecían a la empresa la seguían como lobos hambrientos. La rubia se llamaba Louise Signoret, y se encargaba de contratar a los actores y actrices que usaban en las producciones. Por lo que sabía se había marchado de la productora tras la muerte de Sarah y nadie sabía nada de ella. La pelirroja era Marie Fayolle, y había trabajado como directora de producción. Pero unas semanas antes de la muerte de Sarah había dimitido. Sarah se lo había contado muy triste, tenía a Marie como una gran mujer y una buena amiga, pero en la reunión que tuvo con ella se había comportado como una verdulera. La fotografía la habían tomado al finalizar su primera producción, la ópera prima de Sarah.

Del despacho de Sarah se fue al baño y de allí a la cafetería. Al pasar por la oficina se fijó por sí veía a Helene, pero para su sorpresa no estaba por ningún lado. Andrei se rió pensando que estaría aún sorprendida por haber ganado la carrera. En la cafetería se sacó un café solo y se sentó en una mesa alejada, solo. En otra estaba la secretaría que estaba con Helene la otra vez, con otras dos mujeres jóvenes. Aunque no lo pretendió pronto la conversación de las secretarias le llenó los oídos, aunque la verdad es que hablaban bastante fuerte, como si su presencia ni las intimidase. 

-   …la he llamado antes y parecía histérica -dijo Bernardette, con su tono característico, el de aquella persona que siempre era la que llevaba la conversación-. Tenía que realizar un recado. Algo muy importante. Pero al volver a casa, para dejar algo, se lo ha encontrado todo revuelto. 

-   ¿La han desvalijado? -preguntó una morena. 

-   No está segura -negó Bernardette-. Tenía que llamar a la policía y revisar si faltaba algo. 

-   Yo pensaba que vivía en un buen barrio, pobre Helene -dijo la tercera. 

-   Ya no hay buenos barrios en nuestras ciudades -se quejó la morena, con ese tono catastrófista que tenían ahora la juventud, caldo de cultivo para la xenofobia-. este país ya no es lo que era, si estuviera… 

-   No es momento para eso -le cortó Bernardette, que ya debía haber escuchado más veces el discurso de los inmigrantes o lo que fuera a decir la morena-. Pero sí, es una pena, creo que la casa está en una buena zona, pero he oído…

Lo que fuera que hubiera oído Bernardette ya no le interesaba a Andrei. Estaba contento, pues parecía que el avispero se había roto o por lo menos la organización no estaba contenta con la victoria de la gatita. Lo que no entendía era cómo habían llegado a pensar que había sido cosa de la gatita. Pero sin duda, asaltar la casa buscando algo en la casa de Helene le demostraba que la organización creía que ella se la había jugado.

Andrei se dirigió al despacho de Sarah, recogió sus cosas y se marchó. Allí no había nada más que buscar y estaba seguro que pronto alguien le llamaría. Y no se equivocó, estaba bajando por las escaleras cuando sonó su móvil. Lo cogió tras varios tonos. 

-   ¿Sí? -dijo Andrei. 

-   ¿Sí? -escuchó Andrei la voz de Helene, no parecía contenta-. Me has jodido la vida cabrón. ¿Qué has hecho? Me quieren matar. Me vas a ayudar o les hablaré de ti. 

-   No sé de qué me hablas, gatita -negó Andrei, juguetón. 

-   No te hagas el listo, tío -Helene estaba cada vez más enfadada, a la vez que nerviosa. 

-   Esta bien, nos vemos en el café Le Voleur, en tu calle en dos horas -señaló Andrei-. ¿Te viene bien? 

-   Allí estaré -aseguro Helene, tras lo que Andrei cortó la llamada.

Andrei se puso en camino, para regresar a casa y tomar todo lo que le iba a ser necesario. Estaba seguro que tenían a Helene bajo vigilancia, para que les llevase a sus cómplices. Por lo menos es lo que él y sus antiguos camaradas habrían hecho. Debía ir por delante de sus enemigos, sobretodo si quería pillarlos a ellos y no al revés. Pero ni un solo momento sintió ni un pizca de culpabilidad por poner a Helene en peligro, su persona le importaba un bledo, solo era una herramienta para conseguir su venganza.

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