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sábado, 6 de febrero de 2021

El reverso de la verdad (12)

Lafayette en verdad era el antiguo sargento Jules Laurent, que había pertenecido a su comando. Era un viejo camarada y se habían salvado la vida en demasiadas ocasiones como para recordar todas. Sus teatros de operaciones habían sido demasiados, aunque uno de los más importantes era África, un continente que se había convertido en cliente habitual de Jules. Y como vender armas a países en guerra o con dictadores estaba mal visto o más bien era ilegal, pues a Jules le seguía la policía siempre. Pero Jules, como Andrei y su otro camarada, Guichen, eran más hábiles de lo que parecía a simple vista.

Jules le guió hasta un despacho bastante bien amueblado, aunque con una decoración bastante excéntrica. Había muchas piezas africanas, así como lanzas y escudos. Regalos de los clientes de Jules, pero parecía que en vez de donde estaban, era la casa de un cónsul colonial. Para rematar el mal gusto, las paredes eran de papel pintado granate, lo que le daba un toque de despacho de un proxeneta. De todas formas, el sofá donde Jules le ofreció sentarse era cómodo y pronto llegó un vaso con whisky de calidad. 

-   A los jóvenes les falta educación, amigo -dijo Jules-. Pero me temo que no has venido a hablar de los viejos tiempos, ¿verdad And… 

-   Mejor Rochambeau, Lafayette -pidió Andrei-. No me gustaría que me apuntasen en las listas los oyentes no invitados. 

-   Siempre has sido muy precavido, Rochambeau -afirmó Jules, asintiendo con la cabeza-. Aun me acuerdo de Hartum. Entonces mejor así, Rochambeau. Pero supongo que quieres hablar de negocios. Pero pensaba que ya no trabajabas con Sissi. Había oído que habías sentado la cabeza, que te habías casado. 

-   Sí -asintió Andrei, poniendo una mueca de disgusto, que Jules no supo si era porque Andrei no quería charla o no le gustaba el tema-. Murió. Asesinato. 

-   Lo siento, Rochambeau -indicó Jules, apenado y no simulado-. Si necesitas algo no dudes en pedírmelo. 

-   Con el alimento para Sissi me basta -señaló Andrei-. Creo que te metería en problemas importantes y tal vez esté metido alguno de tus parroquianos. Te pondría en mal lugar. Tu forma de vida poco dista de la antigua. 

-   ¿Igual Guichen? -murmuró Jules. 

-   ¿Sabes que es de él? -inquirió Andrei. 

-   Se oyen cosas en la calle -Jules se encogió-. Una desaparición aquí, un cuerpo allí. Parece que Guichen se ha vuelto uno de los míos. Aunque puede que me equivoque. Al final, solo tú fuiste capaz de alejarte de la mala vida que le queda a las personas que son como nosotros.

Jules se puso de pie y se acercó a una estantería. Tomó un maletín de cuero negro y lo colocó sobre la mesa. Al abrirlo, dentro estaba lleno a rebosar de cajas de munición de nueve milímetros parabellum, la comida de Sissi. También había unos cuantos cargadores de Glock, llenos de balas, listos para usarse. Había suficiente munición para empezar una pequeña guerra. 

-   Si me hubieras dado algo más de tiempo, te habría conseguido alguna cosilla más -dijo Jules, sonriente. 

-   Es mejor ser discreto, Lafayette, las bolitas son poco discretas y no quiero parecer un soldado -señaló Andrei, que sacó el dinero que llevaba encima, todo en billetes de quinientos euros-. Creo que con esto estamos en paz. 

-   Más de lo debido, creo yo -indicó Jules, sopesando el taco de billetes-. Creo que debería devolverte lo que no necesito, no es… 

-   Quédatelo, camarada -afirmó Andrei-. Puede que necesite más alimento. 

-   ¿Más? -inquirió con sorpresa Jules-. ¿Pero quiénes son tus enemigos? 

-   No lo sé, Lafayette, pero lo que sí sé es que me sacaron de una carretera y la mataron, para evitar que contase lo que había averiguado de ellos -explicó Andrei-. Puede que deba volver a por más en un futuro. 

-   Está bien, pero por lo que me indicas, ten cuidado -aseguró Jules, que se había preocupado, y eso que él era un criminal.

Durante un buen rato más, Jules y Andrei estuvieron recordando viejas acciones. Pero cuando Andrei decidió que era hora de marcharse, Jules le acompañó a la puerta de atrás, ya que Andrei no quería salir delante de los policías con el maletín cargado. Jules le indicó cómo llegar hasta el parking donde había dejado el Focus, moviéndose por los callejones. En la puerta, Jules se despidió de Andrei, deseándole lo mejor y que se volviesen a ver.


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