La ciudadela imperial se encontraba en el punto más alto de la
ciudad, ante el mar y la isla de Phanos, también llamada como el islote del
león yacente. La muralla que rodeaba el palacio imperial, los jardines del
emperador y las dependencias de la guardia imperial, formadas por cuarteles,
establos, herrerías, tabernas, burdeles, un templo y un pequeño anfiteatro. Además
también estaban las cuadras imperiales, junto un pequeño circuito de monta,
donde los emperadores podían dedicarse una vida a criar caballos de carreras,
para luego competir en el gran hipódromo de la ciudad contra las bestias de los
otros nobles. En una esquina, se encontraban las dependencias del contingente
que formaban los criados del emperador.
Cuando el carruaje de Shennur cruzó bajo el arco de la puerta de
la ciudadela, el único acceso a la corte dorada, empezó a recorrer una calzada
ancha, formada por inmensas planchas de mármol, cuyos lados estaban llenos de
palmeras y estatuas. Por ello, se le llamaba la calzada de los leones. Las
estatuas eran representaciones de muchos de los emperadores anteriores. Esta
vía separaba la zona de las dependencias de la guardia, a la derecha de la
puerta y las viviendas de los criados a la izquierda. El carruaje tuvo que
ascender una pequeña rampa, y pasó entre una serie de columnas, hasta llegar a
un patio cuadrado, rodeado por una estructura de columnas que mantenían una
plataforma de mármol llena de relieves y estatuas que conmemoraban las
victorias de Therihan IX, el emperador que conquistó más tierras para el
imperio. Entre las columnas se podían ver los soldados de la guardia imperial,
con armaduras y cascos cónicos, cuyas plumas eran grises. Sujetaban escudos
circulares y alabardas, mientras capas grises ondeaban con la suave brisa.
El carruaje giró alrededor de un inmenso obelisco que se
encontraba en el punto central de la plaza y se detuvo antes de llegar a una
escalinata que llevaba a un inmenso portal. Cada dos escalones había un
guardia. El carruaje tuvo que esperar a que se bajara un hombre larguirucho,
vestido ostentosamente, pero no tanto como Shennur. El hombre fue recibido por un
hombre gordito, con ropas caras, sin armas y que hacía inclinaciones corporales
como si fuera un muelle. Tuvieron que esperar a que el hombre llegase al
portal, para que su carruaje se pusiera en posición. El criado de Shennur
descendió del pescante trasero de un salto e impidió que el criado imperial
abriera la portezuela. El hombre gordito espantó de mala manera al criado
imperial y esperó a que los miembros del carruaje descendieran. El primero en
aparecer fue Shennur, que fue reconocido de inmediato por el hombre y se le
iluminó la cara. Se acercó rápidamente al canciller.
-
Su ilustrísima, espero que se encuentre bien, la audiencia
comenzará de inmediato -dijo como saludo el hombre gordito.
-
¡Que Rhetahl este contigo, Bhalathan! -saludó cortésmente haciendo
una leve inclinación de cabeza, pues Bhalathan era el chambelán imperial, un
hombre de un importante nivel en la corte, pero un criado desde el punto de
vista de la clase social-. No hagamos esperar a su majestad.
Tras Shennur aparecieron dos soldados. Bhalathan observó que las
armaduras eran parecidas a las de la guardia imperial aunque parecían más ser
catafractos. Entonces observó las plumas, unas eran rojas y las otras doradas.
Bhalathan se dejó caer por los años de experiencia, hasta arrodillarse ante el
soldado del casco con plumas doradas. Todos los criados que allí había se
arrodillaron y pusieron las cabezas pegadas contra el suelo. Los soldados de la
guardia golpearon su escudo con el asta de la alabarda.
-
Su alteza imperial -musitó Bhalathan cuando Bharazar pasó junto a
él, sin comprender bien lo que sucedía pues estaba seguro que el emperador
estaba en la antesala del salón de audiencias.
Bharazar y Jha’al continuaron con los cascos puestos, sin ser
detenidos en ningún momento por nadie, guiados por Shennur por el interior del
inmenso palacio imperial. Los suelos eran de mármol de colores, los había
blancos como la nieve, rojos, rojos con figuras blancas, que si te parabas a
verlos parecían seres marinos ancestrales, verdes y azulados. las paredes y las
columnas eran de granito revestido por mármol y otras piedras nobles. Había
estatuas, jarrones, plantas, tapices, alfombras y todo tipo de decoraciones
vistosas y caras. Las ventanas eran grandes y ojivales, con los marcos de
maderas nobles y cristal de colores, por lo que hacía que los rayos del sol
iluminaran las estancias y pasillos con juegos poli cromáticos.
El avance del trío estuvo controlado por el sonido de los golpes
de escudo de la guardia al ver el penacho dorado. Anduvieron hasta llegar al
arco de una puerta doble, que estaba cerrado por unas pesadas cortinas de color
oscuro. Shennur se detuvo y les indicó a sus acompañantes que se parasen.
-
Esta es la entrada al salón de audiencias. Al otro lado estarán
esperando los principales miembros de la corte. Deberéis esperar hasta que se
nombre a vuestra alteza, pero os pediría que aquí os descubrierais, porqué sino
los guardias seguirán rindiéndoos respeto con los golpes de escudo -indicó
Shennur-. Bhalathan, al que habéis conocido en la escalinata, es el chambelán
imperial y por tanto se encargará de llamaros en el momento preciso. Si mi
cálculo ha sido el adecuado, podréis entrar en la audiencia en el momento
justo.
-
¿Y si no lo fuese? -preguntó Jha’al.
-
En ese caso, todos perderemos nuestra cabeza, no lo dudes oficial
-respondió rápido Shennur, sin perder su rostro serio e inexpresivo.
Shennur hizo una ligera reverencia, mientras los dos soldados se
quitaban sus cascos, y se introdujo en la sala de audiencias, haciendo a un
lado las pesadas cortinas.
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