El señorío de los hielos
Este es el señorío más al sur de todos los
que conforman el reino, al sur de la cordillera Ornniu. Tiene frontera con el
señorío de las montañas al oeste, mientras que por el norte con el de las
praderas, el de las estepas y el de los mares. Al encontrarse en el borde sur
del continente, su clima es más severo. El invierno es más largo, seis meses
seguidos, con un verano de cuatro y dos estaciones, otoño y primavera,
reducidas a un escaso mes.
En esta tierra no crece lo mismo que en
las tierras más norteñas, sino que se cultiva un cereal más recio, el trigo de
las nieves, que aguanta el frío pero que es de peor calidad que el trigo
normal. Debido a esto, las poblaciones del señorío son más pequeñas, con una
menor población. La mayor parte del paisaje está compuesto por aldeas
protegidas por acúmulos de tierra compactada, que se asemejan a murallas, tras
las cuales se erigen una serie de casuchas circulares que rodean a una de mayor
tamaño, en el centro de una plaza de armas, perteneciente al señor de la aldea,
normalmente un therk. Este líder menor normalmente tiene entre diez a veinte
hombres de armas a su servicio, según el territorio que posee o que su tharn le
ha otorgado. A cada aldea, le pertenece una serie de granjas, alejadas unas de
otras, algún molino y alguna estructura propia, como un aserradero, o un puerto
pesquero. Allí donde reside el tharn, no suele variar mucho de las aldeas,
excepto por la presencia de una empalizada más robusta que el parapeto de
tierra.
El señorío lo formaron los creyentes de
Inhok, el señor del hielo eterno, cuyo líder fue adivino personal de Naradhar
III, del clan Yhetta. Estos sacerdotes y sus fieles, creen en la llegada del
largo invierno. Aun por su clima adverso y la escasa producción agrícola, este
señorío posee un buen ejército de guerreros, siempre listos y experimentados,
capaces de lidiar con los señoríos más poderosos. En más de una ocasión se han
enfrentado en batalla con el señorío de los mares, que ha ambicionado sus
tierras, sobretodo sus caladeros y sus zonas de caza.
La capital se llama Ambalk, la ciudad
santa, ya que es la ciudad con más templos de todos los señoríos. Aunque la
mayoría están consagrados al culto de Inhok, también se honra al resto de
dioses mayores, menores y animales sagrados. Hoy en día, el señor de los hielos
ya no es el sumo sacerdote de Inhok, como lo fue durante generaciones. El
emblema del clan Yhetta es una inmensa montaña de hilo, sobre la que se
mantiene erguido Attinor, todo sobre un color gris blanquecino.
Más allá de la escasa agricultura y de las
exportaciones de temibles mercenarios, son muy importantes la pesquería en
salazón y las pieles tratadas provenientes de la caza en los bosques de hielo,
inmensos bosques cubiertos por la nieve y el hielo prácticamente todo el año.
Aunque esta zona la deben compartir con un clan nómada, los cuervos negros, con
los que durante casi toda la historia han tenido sangrientos enfrentamientos.
A parte de los dioses mayores y menores
del panteón general, se reza con mayor devoción a:
Inhok, dios de los hielos y la nieve. Hijo de
Askhon con una de las hilanderas del destino, las wherthuins, una relación que
fue condenada por Ordhin y desterró al infierno al resultado de tal relación.
Askhon recibió el castigo de no poder abandonar los mares. El tiempo que
permaneció en las tierras de Bheler, el alma de acuática de Inhok se fue
endureciendo y enfriando. Tras mucho tiempo consiguió escapar de su prisión y
desató su poder de muerte heladora por el mundo. Ordhin y Thoin, creyendo que
los antiguos titanes y gigantes habían retornado, salieron a enfrentarlos.
Inhok comenzó su guerra contra el dios supremo y sus huestes. Durante un tiempo
estuvieron a la par, pero Ordhin, engreído por sus victorias, dejó a sus
huestes a su suerte. Inhok, con la victoria total en su mano, se apiado de los
soldados de Ordhin, detuvo su glacial avance y se retiró al sur de Ghalessia.
Ordhin, tras la petición de Thoin, que comandaba al ejército de Ordhin en
batalla, liberó a Inhok de su condena y se le admitió en el panteón de dioses,
como señor del mundo helado.
Los creyentes de Inhok,
dicen que el dios, retornará a Ghalessia para sumir todo en una perfección
helada y de esa forma asumir el trono de Ordhin, que no es otro que un viejo
senil.
Attadhia, hija del amor entre la diosa Adhia,
señora de la envidia y esposa de Thoin, y un rey de antaño. La diosa Adhia,
amargada por las continuas ausencias de su esposo, guerreando para Ordhin o por
los mortales, empezó a bajar a la tierra y así acabó junto al rey Attonesh IV.
De su amor prohibido nació Attadhia, quien debió ser criada por su padre, pero
que pronto se vio su fuerza divina. Pronto se convirtió en una guerrera sin
igual y Thoin fijó sus ojos en ella. Se dice que ambos mantuvieron un romance
tórrido, que terminó cuando Adhia, celosa de que su propia hija le hubiera
eclipsado ante su esposo, reveló a Thoin el origen de la niña. El escándalo fue
tan inmenso que fue Ordhin quien tuvo que arreglarlo con su sabiduría. Adhia
fue recluida en el jardín imperecedero de Ornny, donde todo mantiene su
belleza, excepto ella, sumida en la más terrible congoja y envidia. Attadhia,
en cambio, fue recompensada como diosa de la caza, pero no puede relacionarse
con Thoin, bajo pena de volverse una mortal y acabar en el reino de Bheler. Los
cazadores la rezan para que les ayude en su labor.
Si se tiene la oportunidad, ir a una
cacería del gran blanco, el inmenso oso de las laderas nevadas es una de esas
cosas que hay que hacer una vez en la vida. Aunque cualquier partida de caza en
este señorío es algo digno de probar.
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