La dama Xhini había estado ayudando a la
dama Jhamir con unas tareas domésticas, así como entreteniendo a los hijos del
canciller. Habían estado en el piso superior, en las habitaciones de los
chicos. Desde las ventanas había podido ver como el sol iba poco a poco
menguando. Estaba ante los cristales, cuando había visto al príncipe Bharazar
cruzar el jardín hacia el edificio donde el señor Shennur tenía unas termas. La
joven emperatriz creía ser la única que seguía los pasos del príncipe, pero
cerca de ella, la dama Jhamir, quien simulaba estar explicando la historia del
imperio a sus hijos no perdía ni un ápice de las acciones de Xhini e
interpretaba lo que pasaba por la cabeza de la joven. Fueron los labios de la
dama Jhamir los que permitieron a Xhini abandonar las lecciones e iniciar el
movimiento que en su mente había nacido, indicando que ya no la necesitaba
allí.
Xhini fue a sus aposentos y se cambió a
unas ropas más livianas, pero sin perder su color negro, pues su vida se regía
más por el luto. Una vez listo, bajó al piso inferior, escondiéndose de los
criados, que eran los que más hacían por no encontrarla, según las órdenes de
su señor. Guardias y criados estaban allí para defenderla, pero desde una
posición que fuera poco clara. Así, a escondidas, jugando a no ser vista,
recorrió Xhini los pasillos de la hacienda y salió al jardín, tomando los
senderos más silenciosos. Desde las alturas, Jhamir, usando unas cortinas como
parapeto, observaba los movimientos felinos de Xhini, mientras avanzaba hacia
las termas y se reía. Después regresó a los estudios de sus hijos.
Bharazar había entrado en las termas y se
había desnudado, tras lo cual se había puesto una prenda ligera, que lo cubría,
pero que con el calor transparentaría todo su cuerpo. Primero entró en la sala
caliente, donde había un pequeño baño de agua caliente. Se fue metiendo poco a
poco en el agua, que casi quemaba, por lo que estuvo pensando durante un rato,
qué artilugio tendría Shennur para lograr ese calor en el agua. Estuvo allí
sentado durante un rato, hasta que salió rápido y se dirigió por el pasillo
correspondiente, un recodo pequeño y mal iluminado a la sala fría. Se metió de
un salto a la nueva bañera, notando de inmediato el frío, casi como la nieve,
por todo su cuerpo.
Cuando creyó que su cuerpo se estaba
empezando a entumecer, salió de la bañera y se dirigió a la siguiente sala, una
habitación con columnas que rodeaban a una piscina de agua clara con el fondo
revestido de mosaicos de tema marino. A un lado, por un arco llegaba el vapor
de la sauna, pero ahora no tenía ganas de más calor y de sudar, por lo que se
lanzó en la piscina. El agua no estaba ni muy fría ni muy caliente, sino en el
punto óptimo. Tras hundirse llegando al fondo, se puso de pie y vio que podía
andar perfectamente, por lo que zambulló la cabeza un par de veces más, para
que el agua le mojara bien. Después se dirigió al borde, nadando y se agarró a
él, dejando pasar el tiempo en esa posición, que era agradable y relajante.
Llevaba ya un rato en la piscina, cuando
notó el rumor del agua a sus espaldas, por lo que supuso que habría venido
Jha’al, aunque el catafracto no era muy asiduo a las termas, pues creía que
eran privilegios de los nobles y no de los soldados. Además, creía haberle oído
que pensaba revisar las armaduras, tanto la suya, como la de Bharazar para la
visita a la corte imperial del día siguiente. Tal vez sería Shennur, pero fuese
quien fuese se estaba acercando a donde se encontraba él.
Bharazar se dio la vuelta de sopetón y se
encontró con dos ojos pequeños y bellos, que reconoció como los de Xhini. La
muchacha se mantenía en el agua, haciendo movimientos de brazos y piernas, por
lo que supuso que no hacía pie. Bharazar alargó el brazo derecho y puso su mano
en el costado, sobresaltándose al descubrir que estaba desnuda, tanto que no
llevaba ni la tela que él tenía pegada sobre su piel. Xhini respondió con una
sonrisa a la mirada asustada de Bharazar, pues era realmente lo que quería ver
en el príncipe. Con ayuda del brazo del hombre, Xhini se acercó a él, pegando
su cuerpo al de Bharazar, que notó los pechos de la joven, aplastándose contra
su cuerpo. Xhini le miró a los ojos y le besó en la boca. Bharazar se sintió un
momento sorprendido por la osadía de la esposa de su hermano, pero luego al
recordar las palabras de Shennur y sus propios sentimientos, hizo que el beso
pareciera que no fuera acabar nunca. Tenían todo el tiempo del mundo.
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