Seguidores

domingo, 12 de noviembre de 2017

El juego cortesano (21)



Bharazar al oír su nombre con todos los títulos que le habían precedido, respiró hondo, se armó de valor, miró hacia las cortinas y esperó a que estas se retirasen. Jha’al se colocó a medio paso por detrás de Bharazar. Ambos con los cascos agarrados con la mano derecha, mientras apoyaban la mano izquierda en el pomo de su espada. Las piezas de tela gruesa se fueron levantando y ambos pudieron ver la silueta del chambelán, en medio de la sala, cerca de la puerta, que hacía una reverencia al trono, se giraba y se retiraba andando hacia atrás.
Era hora de actuar, Bharazar comenzó a moverse hacia delante, con su paso más marcial. Las botas de metal golpeaban rítmicamente el suelo de mármol, mientras la vaina de la espada chocaba contra sus rodilleras, sacando un ruidito, del que antes Bharazar no había sido consciente, pero en ese sepulcral silencio la cosa cambiaba. Mientras avanzaba hacia donde estaba sentado su hermano, los nobles iban haciendo la reverencia que por respeto se merecía el heredero de la corona del león. Sólo cuando hubo dejado atrás a los miembros de la corte, estos empezaron a murmurar. Había sido una gran sorpresa para todos, aunque el más sobresaltado parecía Pherrin. A muchos no se les pasó eso por alto. Pherahl se dijo que debería hablar con Shennur largo y tendido.
Bharazar se detuvo a unos pasos de su hermano, entre Shennur, que ya había dado unos pasos hacia atrás y Pherrin, que se había quedado ahí como un pasmarote.
-       Podéis dar unos pasos atrás, caballero -musitó Bharazar a Pherrin, que volvió en sí y se dio cuenta que estaba interfiriendo en el proceder protocolario, por lo que se quitó de en medio-. Su alteza imperial.
Bharazar hizo una reverencia con la cabeza, mientras que Jha’al, doblaba toda la espalda. Shen’Ahl se le quedó mirando durante un rato, como intentando reconocerlo. Pero al final se puso de pie, se acercó a él, pero al ver que Bharazar era más alto que él mismo, retrocedió y volvió a subir los escalones, mientras le hacía un gesto para que se acercase. Cuando Bharazar dio un paso adelante, Shen’Ahl le puso la mano derecha sobre el hombro izquierdo de Bharazar.
-       Bienvenido seas a casa, hermano mío -de esta manera recibía a su hermano a la corte, olvidándose de la supuesta conspiración, que al ser recordada le había crispado ligeramente el ánimo-. ¿Qué tal por la frontera?
-       A salvo, mi señor -afirmó Bharazar, que aunque fuera su hermano seguía siendo el emperador.
-       Así debe ser -aseguró Shen’Ahl, moviendo la cabeza y sonriendo.
-       Majestad, vuestro hermano me ha contado lo apenado que se ha sentido al enterarse de que ha habido una conspiración contra vos, en su ausencia -intervino Shennur, que no quería que nadie estropease su jugada-. Su congoja era sincera, mi señor. Por una parte se ha entristecido y por otra se ha culpado por haber estado tan lejos de la corte, ya que es su deber proteger al emperador, pero más a su hermano.
-       Bharazar siempre ha sido un buen hermano -indicó Shen’Ahl, en un tono en el que parecía que él era el mayor, aunque eso no era la verdad-. Pero igual fue mejor que no estuvieras, porque temo que los que iban a por mi cabeza, también fueran a por la de mi hermanito.
-       Podría ser, majestad -asintió Shennur, haciendo notar que las palabras del emperador eran las de alguien sabio, lo que gustó a Shen’Ahl, debido a lo vanidoso que era-. En ese caso, fue una gran jugada por vuestra parte haberlo enviado a la frontera suroeste. Una medida genial.
Shennur esperaba que Shen’Ahl ya no se acordará de que no fue idea suya, sino que lo orquestó su tío Mhaless, el anterior canciller, que temiendo los celos por parte del joven emperador, o tal vez, previendo un posible golpe por nobles que no querían al hijo pequeño del fallecido emperador. Shennur nunca llegó a entender el porqué de esa acción. Ahora creía que su tío fue muy inteligente. Mhaless llegó a entrever el futuro de Shen’Ahl y por el bien del imperio alejó lo suficiente a Bharazar de la corte, para que fuera un valor en alza cuando fuera realmente necesario, como en este momento.
-       Bueno, podría estar mintiendo, a mí no me parece que este compungido por la terrible conspiración contra el emperador -se quejó Pherrin, que por fin se recuperó de la sorpresa.
-       No sé qué decir a eso -murmuró Shen’Ahl, pasando la mirada de Shennur a Pherrin, sin saber a quién apoyar.
-       Tal vez deberíamos permitir al gran Rhetahl decidir sobre este asunto -indicó Bharazar, mientras miraba a los ojos a Pherrin y agarraba con fuerza el pomo de su espada.
Pherrin dio un paso involuntario hacia atrás, temiendo el ataque del soldado, del que sabía que era un poderoso guerrero por los informes que había recabado. Para nada podía luchar contra el príncipe.
-       Bueno el gran sumo sacerdote se encuentra con nosotros, podríamos pedirle su consejo en ese tema -intervino Shennur, molesto por la última contribución del príncipe-. Pero estoy seguro que nuestro amado emperador es capaz de distinguir la verdad en su hermano, por algo tienen la misma sangre en sus venas. Majestad, preguntádselo a vuestro hermano.
-       ¡Eh!... Sí, sí,... claro. Bharazar, hermano mío, responde con toda sinceridad. ¿Estabas implicado de algún modo en la conspiración que se cernió sobre mi cabeza?
-       Nunca supe nada del asunto y si lo hubiera sabido habría hecho todo lo posible por cazar a aquellos que fueran contra ti, mi hermano -dijo con seguridad y aplomo Bharazar.
-       ¡Por Rhetahl! -bramó Pherrin, haciéndose el incrédulo.
-       ¡Ya basta, Pherrin! -ordenó Shen’Ahl-. Tengo plena confianza en mi hermano, ya me parecía raro lo que me contaste que había confesado uno de los capturados. Bharazar nunca iría contra mi persona. Te creo, mi hermanito. Este asunto queda zanjado.
-       Pero…
-       No has escuchado las palabras del emperador -señaló Shennur a Pherrin, que se volvió a la corte-. Ya habéis oído el dictamen del emperador, el príncipe Bharazar es inocente de las perversas acusaciones y el conspirador se las inventó para dañar a la familia imperial.
Los cortesanos asintieron con sus cabezas y aclamaron la inteligencia del emperador. Incluso miembros del grupo de Pherrin se unieron al resto. Pherrin suspiró y reconoció que la estrategia de Shennur había funcionado. Su plan se había hundido por subestimar al canciller, al que hasta ese momento creía un hombre acabado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario