Ofhar seguía jugando con Phonva, que seguía intentando golpear con
su espada al guerrero, pero sin éxito alguno. En cada embate, Ofhar se limitaba
a esquivarlo con destreza y a golpearlo con una mano desnuda. La ira se había
transformado en odio, intenso y peligroso, en el hombre enjuto, cuya mirada se
había llenado de sangre y desesperación. Hasta Ofhar estaba ya harto de la
facilidad con la que estaba dirigiendo al airado guerrero. Por ello en la
siguiente ataque, cuando paró de golpe el ataque de Phonva se movió rápido,
levantó su espada y con la punta le abrió un tajo en uno de los pómulos de
Ofhar, quien se retiró hacia atrás, llevándose la mano a la cara.
-
Ya ha sido la primera sangre, creo que es suficiente -dijo Iomer,
intentando detener la lucha, que ya había durado demasiado, y empezaba a temer
por un final que no le beneficiara demasiado-. Phonva, creo que Bhada se ha
ganado su puesto entre los guardias de esta caravana. Ya basta.
-
Por mi está bien -indicó Ofhar, como si se rebajase a acatar ese
final, pero dando a entender que era algo mejor para Phonva que para él.
Phonva lanzó un gruñido y volvió a lanzarse contra Ofhar lleno de
ira. Ofhar, que mantenía la guardia baja, ya se había percatado de todo, pero
quería que se acercara lo suficiente para darle el golpe final. No hizo falta,
porque una flecha pasó a toda velocidad ante el rostro de Ofhar y se clavó con
fuerza en el cuello de Phonva, ante el asombro de todos que buscaron el origen
de la letal saeta, que no era otro que el arco de Ofthar, con la cuerda aun
agitándose.
Iomer iba a hablar, pero se limitó a observar al cuerpo de Phonva,
que se agitaba en el suelo, donde se había precipitado, mientras la sangre
salía a borbotones, con tanta fuerza que ni la mano que había colocado allí
Phonva había mitigado. Cuando su cuerpo golpeó contra el suelo ya estaba
muerto. Ofhar farfulló un par de frases, que Iomer supuso que eran las de rigor
cuando un guerrero moría. También se percató que su oponente se cercioró de que
la espada estuviera bien asida a la mano, pues era sabido que un guerrero no
podía acceder al gran banquete de Ordhin si no caía con una espada en la mano.
Por ello se decía que los guerreros rara vez llegaban a viejo.
-
Mi siervo es un poco impulsivo, todavía no distingue cuando su
señor tiene todo controlado y cuando está en verdad en peligro -le dijo Ofhar a
Iomer, que seguía callado, al igual que el resto de guardias, todos absortos en
el cadáver de Phonva-. Dado que este líder era importante para ti, yo supliré
sus funciones hasta que lleguemos hasta donde puedas contratar a otro, o hasta
que estés cerca de tu territorio. Vosotros -Ofhar señaló a los guardias-, todos
sabéis que Phonva era un mal jefe, un falso y un cobarde. Os habría llevado a
la muerte, pero él habría sobrevivido. Terminad el viaje, recibid la paga del
señor Iomer y elegir un buen líder.
Los guardias asintieron con la cabeza, por lo que su suposición
sobre Phonva había sido acertada. Se quedarían, lucharían por Iomer, su
verdadero jefe y pagador, olvidándose de Phonva y su triste fin.
Iomer suspiró e hizo un gesto para que los siervos se hicieran
cargo del cuerpo, pues no podían hacer los ritos correspondientes allí. Los
esclavos lo levantaron y lo llevaron hacia el carro más vacío, el que usaba el
muerto para probar las muchachas que Iomer transportaba en los carruajes, a la
espalda de su jefe.
-
¿Y ahora qué debemos hacer? -preguntó Iomer directamente a Ofhar.
-
Hay que seguir avanzando, a varias millas hay una colina de cima
plana, con pequeños precipicios por todos lados, excepto uno. Un buen lugar para
defenderse y dificultar los ataques -contestó Ofhar, lo que sorprendió tanto a
Iomer como a Ofthar que no se esperaban que conociera la zona, uno porque no lo
conocía y el otro porque creía que no sabía nada de la región.
-
Me parece bien -aseguró Iomer, mientras hacía un gesto a los
guardias que se marcharon, según se subió en su montura.
Los guardias se recolocaron en sus posiciones y la caravana se
puso de nuevo en marcha, mientras Ofhar y Ofthar permanecían donde Phonva había
muerto.
-
No era necesario matarlo -se quejó Ofhar, observando el charco de
sangre-. Te has extralimitado, te había dicho que no hicieras nada si no te lo
indicaba.
-
Estabas en peligro -se limitó a responder Ofthar.
-
No, no lo estaba, sabía por dónde iba a llegar, ya le esperaba, le
haría una buena herida, pero no lo mataría -negó Ofhar-. Ahora hemos llegado
con una muerte. Y las muertes atraen demasiado a Bheler y su inquina. No pasará
desapercibido, en esa columna alguien sería su amigo o su amado, alguien que
buscará venganza. A partir de ahora eres mi siervo y solo eso, no harás nada
sin mi permiso. No hablaras de tu verdadera identidad y menos de la mía. ¿Lo
entiendes?
-
Sí, mi canciller -respondió veloz Ofthar, quién se ganó una mirada
arisca de Ofhar mientras esté se subía en su caballo.
La mirada glacial de Ofhar provocó que Ofthar no dijera o hiciese
ninguna gracia más. Ofhar espoleó su caballo y fue en pos de la caravana.
Ofthar, en silencio, lo imitó.
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