Cuando entró en el despacho de su padre se encontró de lleno con
Rubeons y Galvar que hablaban entre ellos. Fuera lo que fuera lo que se decían,
la conversación se terminó de forma abrupta cuando Maichlons llegó. Ambos se
volvieron para encararse con el recién llegado.
- Vaya, mira quién ha llegado -dijo Rubeons-. Parece que le has
bajado los humos al gallito del bastardo.
- Y no lo has matado, lo que no provocara la ira de Shon de Kharnash
-indicó Galvar, respirando con pesadez-. El maldito gobernador del norte es un
pelmazo pero ama con locura a sus descendientes, por muy bastardos que sean.
Aunque hubieras matado a su hijo en un duelo y un combate justo, sus quejas y
lamentos llegarían un día sí y otro también.
- La última noticia que tengo es que un médico ha conseguido para la
hemorragia y le ha cosido el brazo. Le quedará una gran cicatriz. Me han
comunicado que ha mandado a la mierda a la mayoría de sus amigos o lameculos,
recluyéndose él solo en sus habitaciones -informó Rubeons-. Dice que necesitaba
pensar sin oír coros de falsos amigos.
- Padre, el rey me ha comunicado que puedes pasar a por el dinero
-señaló Maichlons, pensando en las palabras de Rubeons, sobre Shon de
Fritzanark.
- ¡Hum! Rubeons, es hora de reunirnos con el rey -comentó Galvar-.
Qué tengas un buen día, hijo.
Los dos asesores se marcharon hablando y dejaron a Maichlons solo.
Se dejó caer sobre su silla y observó la pila de informes que le esperaban.
Luego miró el cielo por la ventana que le quedaba enfrente. Se quedó un rato en
esa forma y al final se puso de pie, saliendo de la habitación.
Dejó el castillo y fue a pedir un carruaje. En las cocheras ya
tenían por casualidad uno listo, algo que dejó intrigado a Maichlons por unos
segundos, pero que dejó pasar porque tenía otras cosas que hacer. Le dio la
dirección al cochero y se subió. El carruaje salió disparado, traqueteando por
el adoquinado.
No estuvo fijándose en el paisaje del trayecto, sino que estaba
pensando cómo abordar la tarea frente a la que se encontraba, simulando la
conversación que quería llevar a cabo, incluyendo cada uno de los posibles
giros que se pudieran producir. Debido a esto el trayecto se le hizo
considerablemente más corto y se sorprendió al ver que ya había llegado a su
destino. Al abrir la portezuela se encontró ante un edificio alto, casi sin
ventanas, con unos portones, algunos abiertos y con carros llenos de
mercancías. En la fachada, con letras negras se podía ver en grande “Casa
Tuvelorn”. Estaba ante el almacén principal y oficinas de la casa comercial.
Maichlons cruzó la acera y entró por uno de los portones, cruzándose con unos
peones que cargaban una pesada caja.
En el interior del edificio, cajas, sacos y toneles llenaban
prácticamente toda la planta baja. Un empleado, al que encontró por allí, le
guió hasta unas escaleras, que según indicó le llevarían a las oficinas. Las
subió a saltos, con prisa hasta cruzar una puerta abierta. Al otro lado había
una serie de salas mejor decoradas que el piso de abajo. Un hombre se cruzó en
su camino.
-
¿Qué desea? -preguntó el empleado.
- Soy Maichlons de Inçeret y me gustaría poder hablar con el señor
Edwhin de Tuvelorn -indicó Maichlons.
-
Ahora mismo está reunido -dijo el empleado.
-
No importa, le esperaré.
El empleado le señaló unas sillas, y Maichlons se sentó allí. El
empleado se fue por una puerta interior. No regresó hasta un buen tiempo
después. No le dijo nada a Maichlons y se sentó tras una mesa, sumergiéndose en
una pila de informes y papeles. Maichlons se quedó quieto, pensativo,
dirigiendo su mente hacia la conversación que llevaba mucho simulando.
No supo cuánto tiempo había pasado, pero por fin una puerta al
fondo de la habitación y dos hombres aparecieron hablando, deseándose lo mejor
uno al otro. Uno era Authior de Surbazon y el otro el propio Edwhin. Al
principio el dueño de la firma no se dio cuenta de la presencia de Maichlons,
porque Authior le tapaba. Pero cuando este se movió le reconoció al momento.
- General de Inçeret, usted por aquí, como no he sido avisado antes
-dijo Edwhin, mirando al empleado que intentó disculparse al ver que había
cometido un error-. Bueno Authior, ya seguiremos con los negocios en otro
momento, tengo asuntos que atender con el señor de Inçeret.
Authior asintió con la cabeza, pero miró con odio a Maichlons. Ya
había oído el rumor de que había sobrevivido al duelo, pero ahora se daba
cuenta que en verdad lo había ganado. No tenía nada más que hacer ante Gharsiz
y su padre, el soldado le había ganado por la mano. Y eso realmente le
encolerizaba.
Maichlons se puso en pie y siguió con la mirada al joven mercader,
tras lo cual se dirigió tras los pasos de Edwhin, al interior de su despacho.
El mercader le ofreció un asiento y algo de beber, pero Maichlons prefirió no
tomar nada, solamente se sentó en el butacón ofertado. Edwhin tampoco se sirvió
ningún bebedizo y se sentó en un sofá frente al de Maichlons.
- ¿En qué te puedo ayudar? -preguntó Edwhin, que añadió-. Aunque
antes te debo felicitar por vencer a Shon de Fritzanark y dejar claro que
insultó a mi hija. Has expuesto tu vida para defender el honor de mi familia.
No sé cómo te lo podré devolver.
- Un caballero con una misión, como buen soldado se debe a su
palabra -quitó hierro Maichlons.
- En ese caso, ¿qué asuntos te ha traído a mi negocio? -volvió a
preguntar Edwhin, un poco ansioso.
- He venido con la firme idea de pediros la mano de vuestra hija
Gharsiz, para que se convierta en mi esposa -soltó Maichlons, como si fuera una
carga demasiado pesada.
- Como ya entenderéis esta petición me llena de orgullo y si por mi
fuera únicamente, os la entregaría inmediatamente, pero siempre he creído que
mi hija debía decidir por ella misma -indicó Edwhin-. Así que ahora mismo
iremos a hablar con ella. Pero quiero que me respondáis a algo. ¿Qué es para
vos mi hija?
- Vuestra hija es el tesoro que no quiero perder -contestó
Maichlons.
Edwhin se puso de pie, asintiendo con la cabeza, dando a entender
que le había gustado la respuesta de Maichlons. El mercader guió a Maichlons
por una serie de pasillos que unían el edificio de la empresa, con el
siguiente, que resultó ser la residencia de los Tuvelorn. Maichlons le repitió
la pedida a Gharsiz, que con una gran sonrisa aceptó la proposición. De ahí en
unos meses ambos se unirían en matrimonio, con Bhall como testigo.
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