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miércoles, 7 de febrero de 2018

Unión (6)



Ofthar fue tomando conciencia de que algo raro ocurría en Ryam cuando empezaron a cruzarse con los siervos que estaban en los campos. Estaban escuálidos, con las miradas gachas, temerosos de mirar a los jinetes, como si esperasen recibir un golpe por hacerlo. Y la delgadez de los agricultores distaba mucho de la redondez de los animales que cuidaban, vacas y ovejas, llenas, saludables, listas para convertirse en el plato principal de un festín. Pero Ofthar decidió que era mejor no decir nada por el momento, pues al final Ryam pertenecía a un hombre libre como él, de otro clan, pero con derechos.
Unos seis siervos se encargaron de retirar la barricada, permitiendo a los jinetes entrar en Ryam, cuando el sol ya empezaba su viaje hacia el horizonte. Ofthar guió a su caballo por entre las casuchas circulares, edificaciones de un piso, con la base y la chimenea de roca, pero las paredes de madera. Los tejados eran de madera, revestidos de musgo. No parecía que las hubieran arreglado en mucho tiempo. Cuando llegaron a la zona central, donde se encontraba la casona del señor, se llevaron una sorpresa. La casa del señor no era circular, sino cuadrada. La base y el primer piso eran de piedra y luego se habían construidos dos alturas más. El tejado era de pizarra oscura. No era una construcción muy habitual, sino que se parecía más a la de los señores del norte, al otro lado del Nerviuss.
En la plaza había preparados varios niños, con una ropa andrajosa, que no cubría totalmente sus cuerpos, dejando ver una serie de marcas y moratones. Algunas parecían heridas antiguas, pero otras debido al color eran más recientes. Los niños se hicieron cargo de las riendas que dejaron caer los compañeros de Ofthar, mientras se apeaban de sus monturas. Las puertas de la casona principal se abrieron y salió un hombre de estatura media, panzudo, de piernas cortas y arqueadas, vestido con telas caras y un gran abrigo de oso. Los dedos, gruesos, no podían estar más llenos de anillos, mientras que sus brazos eran expositores de brazaletes de oro y plata. Mistha y otros no pudieron evitar lanzar algún silbido al ver la riqueza del señor de Ryam, pero Ofthar estaba más atento a la diferencia entre el señor y la aldea. La situación le escamaba demasiado, sobre todo cuando fue a hacer una caricia al siervo que se había encargado de sujetar su caballo, una bestia de guerra imponente, y el niño había agachado la cerviz, algo indicativo que esperaba más un cachete que alguien jugara con su cabello.
-       Bienvenido a Ryam, soy Ophan, hijo de Opher, señor de estas tierras -se presentó el hombre, al tiempo que abría los brazos, en señal de recibimiento cordial.
-       Gracias, buen Ophan, soy Ofthar, hijo de Ofhar, acepto de buen grado tus buenas dádivas -devolvió las palabras protocolarias que se esperaban de él, pero vio que los ojos del hombre le escrutaban, pues no esperaba que su invitado fuera de tal grado.
Ophan dio un par de palmadas al aire y una sirvienta, con ropas un poco mejores, pero no demasiado buenas. llegase con una bandeja sobre las que se encontraban depositados dos cuernos de vaca, lacados y muy estilizados, repletos de cerveza espumosa. La mujer se quedó entre ambos, para que cada uno de ellos tomase un cuerno. Al unísono los dos empezaron a beber la cerveza. No se detuvieron hasta que no quedó ni una gota del preciado líquido. Dejaron los cuernos ceremoniales sobre la bandeja y Ophan no dudó en lanzar un sonoro eructo.
-       Veo que te gusta mi cerveza -indicó Ophan sonriente, mientras jugaba con los anillos de su dedo, como si estuviera nervioso.
-       Comparable con el néctar que bebe Ordhin -intentó complacer Ofthar al anfitrión, el cual anchó más su sonrisa.
Ophan se giró, dejando ver a dos personas que se habían acercado a su espalda. La primera era un chico espigado, pero algo delgado. La vestimenta que llevaba era buena, sin remiendos, pero parecía algo vieja. El pelo era rubio, como el de Ophan, pero los ojos y la mirada eran distintos. Ofthar siguió la mirada del muchacho que estaba fija en la segunda persona, una muchacha, de melena rubia, alta y fibrosa, de ojos verdosos y pequeños, vestida con una túnica de tela ceñida en una cintura estrecha gracias a un cinturón de cuero ancho con piedras semipreciosas de colores. Al estar tan apretada la túnica, hacía que el busto y el trasero parecieran más atractivos de lo que podrían ser. Pero Ofthar estaba seguro que Mishta y el resto no perdían ojo de su figura. La muchacha llevaba brazaletes de oro y plata en sus brazos, así como un collar y una diadema. Ofthar supuso que era la actual esposa de Ophan, aunque no la madre del muchacho, pues parecía ligeramente mayor al chico.
Mientras Ophan les hacía señas para que se acercaran, para ser presentados, Ofthar estaba atento a una serie de criados, armados con unas varas, con vestimentas hechas de cuero. Claramente lucían un mejor aspecto que el resto, pero había una cosa que le tenía preocupado, no los hombres en sí, sino como dejaban caer la mano izquierda sobre sus cinturas, tenían la pose de quien normalmente lleva encima una espada, dejando la mano izquierda sobre su pomo. Pero eran siervos, y nadie armaba con espadas a sus siervos.
-       Esta es Olppa la señora de la casa -presentó Ophan a la muchacha-. Olppa este es Ofthar, hijo Ofhar.
Olppa hizo una ligera reverencia, pero ni tan ostentosa como Ofthar había esperado, ni con mucho respeto. Parecía que Olppa no había oído hablar mucho de su padre, y eso era raro. Aunque tal vez fuera de otro señorío, pues las uniones entre diversos clanes eran posibles. Pero qué valor podía tener Ryam, para ser agraciado con un casamiento de tal nivel. Aquí había algo muy raro. Cada vez la cosa olía peor. Lo que no se le había pasado a Ofthar había sido la mueca de desprecio que había puesto el muchacho, al ser presentada la señora de la casa.
-       Él es mi hijo, Ophanli, del clan Arnha -añadió Ophan, pero como si no tuviera otro remedio que presentarlo.
-       Mis mejores deseos, Ophanli, hijo de Ophan, de los Arnha -indicó Ofthar, poniendo el brazo sobre el hombro del muchacho, que se irguió un poco, porque Ofthar había pasado de la esposa de su padre y le había saludado a él primero.
Ofthar se fijó mejor en Ophanli, parecía no tener muy buena salud, con los ojos muy hundidos en las cuencas, con unas ojeras muy visibles, así como una delgadez extrema. No parecían ser síntomas de una buena salud. Ofthar se compadeció por la vida del muchacho.

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