Los hombres se fueron sentando en las camas, mientras que otros se
aproximaron al fuego, pues ahora tenían poco que hacer. Sabían que Ofthar
andaba preocupado, por lo que todos lo estarían. Le eran leales no porque fuera
el futuro de los Bhalonov, sino porque no se jugaba sus vidas por cualquier
cosa, su mente preveía todas sus posibilidades antes de actuar. Se habían
salvado en varias ocasiones de una muerte casi segura, sino fuera por Ofthar.
-
Cuéntame qué es lo que ocurre aquí -pidió Ofthar a Ophanli, que le
miró con cara sorprendida-. Sé que tu padre esconde algo. Hay mentiras y
miradas encontradas. Puede ser que tu padre no se dé por enterado o lo que es
peor, que él es el causante. Pero yo te puedo ayudar, os puedo ayudar.
-
No sé a qué te refieres -respondió Ophanli, pero no sus palabras
denotaban poca seguridad y algo de miedo.
-
Puedes confiar en Ofthar, primo -aseguró Ogbha-. Ninguno de los de
aquí le seguiría sino fuera por su valía.
-
¿Qué es lo que te da tanto miedo, joven? -preguntó Mhista-. Crees
que no tenemos poder para meter en vereda a tu padre. Ya has oído el nombre del
padre de Ofthar. Estás ante el siguiente líder de los Bhalonov, quién sabe,
ante el siguiente canciller del señorío. Tu padre no es más que el líder de una
aldea enana, miembro de un clan agrícola.
-
¡Eh! -se quejaron a dúo Ogbha e Irnha.
-
Mi padre... mi padre… no es nada de eso que decís -tartamudeó
Ophanli-. Mi padre no era más que un hombre libre, un hombre sin un clan,
llegado de fuera. Mi madre era una Arnha. Mi clan es Arnha por mi madre. Soy
vuestro primo por ello. Durante años mi padre era duro, hacía que todo fuera
más difícil, pero era justo. Pero tras la muerte de mi madre cambió.
-
Cuéntanos qué ocurrió, Ophanli -volvió a pedir Ofthar, sin dejar
de mirar a Ophanli a los ojos-. Te juro que te ayudaré.
-
Todo empezó hace dos años cuando llegó esa Olppa, como lo que era,
una sierva -empezó a narrar Ophanli-. No fue la única. Con ella, vino otro
siervo, un hombre joven, fuerte, pero salvaje. Mi padre se los compró a un
mercader itinerante que pasó por Ryam. Quería un nuevo trabajador y supuso que
Olppa podría trabajar bien en cocinas o con las lavanderas. Pero al mes de
estar viviendo en Ryam, se escaparon, o más bien lo consiguió el hombre, porque
ella fue capturada en los campos. El hombre se libró de los que iban tras de él
matando al capataz de mi padre, un siervo, pero de gran confianza. Semanas más
tarde llegó un tharn, traía de vuelta al siervo huido, lo habían capturado
intentando robar unos conejos. El tharn informó que cuando lo capturaron había
sido muy violento. Mi padre, siguiendo el consejo del tharn ordenó su ejecución
inmediata. Primero los siervos se encargarían del castigo por haber matado al
capataz, uno de los suyos. A los hombres se les proporcionaron unos garrotes y
procedieron con la pena, apalearle hasta que se desmoronara. El huido como era
fuerte, resistió por más de una hora los golpes, antes de que perdiera el
conocimiento. En el suelo, mi padre le cortó el gaznate, como castigo por su huida
y su violencia. Mi padre obligó a Olppa a verlo todo, para que aprendiera las
consecuencias de los asesinatos y la huida. Ella lloraba y musitaba palabras
que nadie entendía. El sacerdote se encargó de preparar una tumba, como dicta
la ley para los criminales.
-
Si hubiera huido sin violencia ni sangre, tu padre le hubiera
perdonado la vida, tras unos azotes, pero lo que hizo era justo, lo que dictaba
la ley, no veo nada malo por parte de tu padre -intervino Ofthar.
-
Los problemas empezaron a llegar después -indicó Ophanli,
siguiendo su historia-. Mi madre, embarazada de un vástago de mi padre,
falleció el año pasado, tras unas fiebres fortuitas. Su muerte causó mucho
dolor en mi casa. Pero mi padre al poco, ya había metido a Olppa en su lecho, el
cual no abandona ninguna noche desde entonces. Pero las tragedias nunca vienen
solas. Al medio año justo de la muerte de mi madre, ocurrió la de la sanadora
de Ryam, una mujer que se durmió normal y ya no se despertó al día siguiente.
Vivía con nuestro sacerdote y era muy querida por los siervos. Desde entonces,
mi padre empezó a maltratar a los siervos, algo que nunca había ocurrido antes.
Les ha reducido la parte de la cosecha que va a sus almacenes, así como la
carne y el pescado, no digamos la cerveza. Todo se vende y mi padre adorna sus
manos y el cuerpo de Olppa. Nuestro sacerdote le advirtió de que se quejaría al
líder del clan Arnha si no cesaba este comportamiento con sus siervos, pero mi
padre se mofó. Pero las quejas del sacerdote no llegaron a ningún sitio, pues
el sacerdote murió hace un mes, supuestamente de unas fiebres, pero mi padre no
permitió que nadie viera el cadáver, se quemó de noche, sin testigos. Desde
entonces y supongo que por el hambre al que mi padre tiene a los siervos, han muerto
un par de niños. Los hombres de mi padre, siervos que ha comprado en sus viajes
a los pueblos cercanos, mantienen a los siervos callados con golpes y castigos.
Pero que pueden hacer ellos contra los mercenarios.
-
¿Mercenarios? -repitió Ofthar sorprendido.
-
Siempre van armados, lo de hoy era raro -añadió Ophanli.
Eso era la explicación a lo que había notado al verlos por primera
vez. Pero si eran mercenarios porque Ophan los había hecho pasar por siervos
armados con varas. Tal vez temía que se preguntaran los invitados de donde
venía la riqueza de un señor de una aldea agrícola. El asunto cada vez era más
raro. Tendrían que estar en guardia.
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