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miércoles, 28 de febrero de 2018

Unión (9)



Aun quería obtener alguna respuesta más sobre lo que les rodeaba, así que empezó con una serie de preguntas.


-       ¿Cuántos de esos mercenarios tiene tu padre en nómina? -inquirió Ofthar.
-       Son unos ocho, pero no sé si rinden cuentas a mi padre o a Olppa -respondió Ophanli, que al ver sorpresa en las miradas de los guerreros, se dispuso a explicarse-. Yo solo he visto que hablen con Olppa, nunca con mi padre. Pero podría ser que mi padre esté ocupado y mande a Olppa con lo que quiere que hagan.
-       ¿Olppa iba a los viajes cuando traía más mercenarios?
-       Siempre, pero creo que es más porque mi padre no quiere separarse de sus encantos -indicó Ophanli.
-       Si los mercenarios siempre van armados, ¿por qué hoy no?
-       Cuando vienen otros mercaderes o algún visitante inesperado también aparecen sin armas, pero no sé cuál es el motivo -Ophanli encogió sus hombros para dar más peso a su desconocimiento.
Ofthar iba a hablar, pero se calló, porque notó un movimiento al otro lado de la puerta. Le hizo una seña a Mhista, que se movió rápido, pero silencioso, hasta pegarse a la pared junto a la entrada. Abrió la lámina de madera y sacó la cabeza. Allí no había nadie, pero al observar el suelo, pudo distinguir el rastro de unas huellas borradas sobre el barro. Cerró la puerta y regresó junto a Ofthar, susurrándole sus descubrimientos al oído.


-       ¡Hum! Esto se pone interesante. A alguien le hemos puesto nervioso, mis leales -bromeó Ofthar, con la cara seria.
-       ¿Qué quieres que hagamos? -preguntó Mhista.
-       Por ahora nada, les seguiremos el juego, pero con cuidado -indicó Ofthar-. A partir de ahora, Ophanli, te quedas junto a tus primos. Ogbha, Irnha, vuestra misión es que Ophanli no siga el camino de su madre. Mhista conmigo. El resto participareis en el banquete, pero cuidado con la bebida y la indigestión. Cuando volváis aquí tras la cena, estad listos para la acción, no sé porque me da que tendremos visitas.
Todos los asintieron con la cabeza, silenciosos, pensativos.


-       Bien, Ophanli, porque no nos enseñas la aldea a tus primos, a Mhista y a mí -pidió Ofthar-. No te dejes nada, pues hasta que tu padre quiera empezar la cena tenemos tiempo. Otherk, te quedas al mando mientras no estemos.
-       Como desees -asintió Otherk.
Ophanli espero a que Ofthar y los que le iban a acompañar estuvieran listos. Luego empezó a andar junto a Ofthar, como este le pidió. Primero les enseñó la aldea. Como ya suponía Ofthar no era gran cosa. Las casuchas, de suelo de tierra aplastado, lo que confería una dureza más propia de la piedra. Como en la de invitados, solo tendrían una única estancia, dos a lo sumo. Varios jergones alrededor de un lar, algún armario para guardar las pocas posesiones que sus amos les permitieran tener, así como ropas, paños y las herramientas con las que llevar a cabo su oficio. Por lo que pudieron ver Ryam carecía de un herrero y de su taller. Tenían una cabaña donde había un horno rudimentario, así como un yunque y algunas herramientas, pero solo para poder hacer piezas muy sencillas, como herraduras, clavos y otras pequeñeces. Las horcas, hoces, guadañas y otros utensilios con filo las tendrían que comprar. La falta del herrero era algo preocupante en una aldea como Ryam, pues perdían oro comprando cosas que podían hacer ellos solos. Tendría que comentárselo a Ophanli.


La última edificación que visitaron fue un edificio de nueva construcción, que servía de establo y de granero. Para sorpresa de Ofthar, habían instalado un pequeño molino, lo que indicaba que si molían ellos mismos el cereal. Eso no era raro en sí, sino cual era el origen de su fuerza. No era ni el viento, pues no había aspas por ningún lado, ni el agua, pues no había ni un torrente cercano. Ophan había colocado una rueda con varas gruesas que se cruzaban en el centro de la rueda. Usaba a los siervos para moler el cereal. No utilizaba ni bueyes ni caballos, solo pensar en ello enfadó a Ofthar, pues ese era un trato muy abusivo sobre los criados. Era verdad que su sociedad usaba esclavos, pero se les mantenía por el valor de estos, con un mínimo de respeto, algo que Ophan había obviado con creces.

En el establo vieron vacas y ovejas en un estado espléndido, gordas, llenas de leche y lana, algo que era inversamente proporcional a los siervos. La mente de Ofthar estaba trabajando más de lo debido, intentando asimilar que hasta los animales de Ryam eran mejor tratados que los siervos. Quería llevar a cabo una investigación a fondo, pero tenía que realizar la misión de Nardiok. Si Ophan daba un primer paso hacia su fin, esperaba que fuera esa noche, sino al amanecer del siguiente día tendría que seguir hacia Bhlonnor. Allí informaría a su padre de sus sospechas. Ofhar se encargaría de llevar a cabo la investigación. Pero una cosa estaba segura, debía llevarse a Ophanli, pues temía que su vida valía ahora menos que antes y que su mal aspecto se debía a un claro caso de envenenamiento. Alguien de Ryam le quería muerto.

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