Seguidores

domingo, 4 de marzo de 2018

El juego cortesano (37)



Dentro del cobertizo, había toneles y sacos, así como algunas cajas, pero no había nadie esperándolos, como había temido Shennur desde un principio. El canciller temía que Sheran no fuese lo que decía ser, sino un agente de Pherrin, para acabar con él y el príncipe. Pero al ver el cobertizo vacío respiró tranquilo. Ohma se dirigió hacia unos toneles y los comenzó a abrir con cuidado. Todos se quedaron mirándolo, cuando retiró la tapa del primero y hundió sus manos en el interior.  Empezó a sacar piezas de la armadura de la guardia imperial y cotas de malla. Los soldados de Bharazar comenzaron a ayudarlo, a montar las armaduras, poniéndoselas unos a otros. En poco tiempo, ya vestían como los guardias imperiales, incluso eran de sus tallas. En una de las cajas, había armas y en otra ropa para Ohma, Sheran, Shennur y Bharazar. Las de los dos primeros eran las de dos burócratas imperiales y las otras las de miembros de la corte.
-       Podéis ayudar a Ohma -pidió Sheran, cuando su compañero empezó a limpiar el suelo, buscando algo que resultó ser una argolla en una piedra.
Los soldados levantaron la argolla, ataron una cuerda que habían dejado en el cobertizo y empezaron a tirar. La piedra, tras tirar durante un rato se fue levantando. Se notaba que llevaba mucho tiempo sin usarse, por lo que costó levantarla. Ohma encendió un farol y fue el primero en bajar. Detrás de él bajaron Siahl y varios soldados con más faroles. Cuando revisaron que era seguro, avisaron al resto, que fueron bajando uno a uno.
Bharazar se maravilló por lo amplio del pasadizo, que había sido construido con mimo. Su padre no había ahorrado oro haciendo una construcción cochambrosa. Antes de proseguir su viaje, Shennur indicó que lo mejor era cerrar la trampilla, pues no quería que un siervo del templo o peor, un guardia se diera de bruces con la trampilla abierta. Les costó un poco más, pero consiguieron recolocar la piedra en su sitio, sin romper nada ni pillarse ningún dedo.
Una vez que estuvieron encerrados en el túnel, empezaron a recorrerlo, en dirección al palacio. Las paredes estaban decoradas con escenas de guerras y naturaleza, sucediéndose bestias reales con inventadas. El porqué de tanta belleza en un túnel de huida no era muy normal, a menos que Shimoel lo hubiera erigido para algo más, pero eso ya no se sabría. No supieron que se encontraban en su destino hasta que no comenzaron a subir unas escaleras. Cuando terminaron los escalones, el pasadizo seguía reptando más aún. Pero en las paredes había unas láminas de hierro que parecían moverse. Shennur se acercó a una de ellas y la desplazó con cuidado. Emitió un chirrido, lo que le indicó que hacía mucho que no se había usado. Había abierto un hueco en la pared. Shennur acercó los ojos y se dio cuenta que estaba tras una celosía que hacía de decoración en un pasillo, en el ala de visitantes. Dio un paso atrás y colocó la lámina en su sitio. Shimoel tenía lugares para espiar a sus criados, cortesanos e invitados, por eso le pareció que el emperador sabía muchas cosas sobre la vida en la corte. Mhaless recelaba del monarca, porque desconocía de dónde provenía toda la información que poseía.
Siguieron andando hasta llegar al final del pasadizo, que parecía terminar en una pared gruesa.
-       ¿Y ahora qué? -preguntó Jha’al, pero los otros le hicieron el gesto para que bajara la voz.
-       Hay que esperar un poco, es demasiado pronto -indicó Sheran que no se atrevió a mover la lámina que había en esa zona.
-       ¿Qué hora será? -susurró Siahl.
-       No la suficiente -aseguró Sheran.
Siahl se encogió de hombros e hizo una seña a sus hombres para que se sentaran por el suelo, y así, esperar descansando. Colocaron los faroles de unos ganchos en las paredes, que parecían hechos para ello.
-       ¿Cuánto habrá que esperar? -preguntó con voz baja Jha’al.
-       Al emperador le gusta hacer fiestas con sus amigotes, así que volverá a sus habitaciones tarde -señaló Shennur-. Pero lo que me tiene preocupado es que no veo ninguna forma de salir de aquí. Sheran, ¿sabéis dónde está el acceso?
-       Bueno, eso es un pequeño detalle que desconozco -se limitó a decir Sheran.
-       Estamos encerrados aquí y no sabéis cómo salir -regañó Shennur al antiguo criado, atónito.
-       Si os hubiera dicho que desconozco como se abre este lado del pasadizo, no me hubieras seguido -señaló Sheran-. Pero lo bueno es que no hace falta que lo supiera. Alguien, uno de mis agentes me va a abrir desde el interior. No os preocupéis.
Shennur, Bharazar y Jha’al le miraban estupefactos, ante la ligereza con la que se comportaba Sheran. Si alguien cazaba a su agente, entrando en la alcoba imperial, todo se iría al traste y ellos difícilmente podrían salir del pasadizo, pues tampoco podrían retirar la piedra que tapaba la otra entrada desde dentro. Al final sí que estaban en un momento peligroso. Requerían que el agente de Sheran cruzara ante la guardia imperial, entrara en la alcoba y no despertase a Shen’Ahl, debía conocer como abrir la puerta o por donde se pudiera entrar al pasadizo. Eran muchas cosas que debían pasar bien o todo se iba al traste. Shennur empezaba a notar el rugoso tacto de una soga en su cuello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario