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miércoles, 28 de marzo de 2018

Unión (13)


La visita que tanto temía Ofthar llegó justo un momento después de que Ofthar y Mhista se hubieran ido. Rhime, desde la rendija de la puerta, vio aparecer en la puerta trasera de la casa principal, a los mercenarios. Inmediatamente avisó a Otherk, quien ya tenía todo listo. Los hombres habían dejado sus lechos, donde habían colocado sus bolsas, bajo las mantas, aparentando ser sus cuerpos. Se habían encargado de que las brasas se apagaran y de esa forma envolver de oscuridad toda la estancia. Ellos se escondieron entre las literas, asemejándose con las pilas de ropa, la madera y la verdad es que con la oscuridad, no parecían lo que eran en realidad. Al único que no habían despertado era a Ophanli, pero el muchacho estaba protegido por los primos y en la litera más alejada de la entrada. Rhime cerró la puerta, antes de que los mercenarios sospecharan y se fue a su escondite.

No pasó mucho tiempo hasta que la puerta se entreabrió. El líder de los mercenarios echó un vistazo al interior, a la oscuridad, a los ronquidos y a los lechos llenos de víctimas que no sabían que lo iban a ser. Con cuidado, abrió totalmente la puerta e hizo una seña a los que iban tras él. Los ocho mercenarios vestían con armaduras de cuero, negras, silenciosas pero algo pobres comparadas con Otherk y el resto. El líder hizo una seña y los mercenarios fueron eligiendo sus primeras presas. Se colocaron entre las literas, se agacharon con cuidado, preparando sus hachas cortas para entrar en acción.

Los filos se quedaron a unos centímetros de los cuerpos durmientes, cuyos ronquidos seguían siendo ensordecedores. El líder hizo una seña y todos empezaron a acuchillar sin control los cuerpos. En ese momento, los montones de ropa se alzaron, junto a los filos de espadas y hachas, pillando por sorpresa a los concentrados mercenarios que destrozaban los jergones, las maderas o las bolsas de los guerreros. Las espadas se hundieron con fuerza en los cuerpos de los mercenarios que no llegaron a lanzar ni un alarido. El líder seguía con la mirada el acero de la hoja que se había introducido por la axila derecha y por donde emanada su sangre como un torrente. El acero terminaba en una mano y más allá, frente a su rostro, la cara sonriente de Otherk.

El líder, así ensartado vio caer uno a uno a todos sus compañeros, mientras que él seguía allí, de pie, con el frío acero en su cuerpo.

-       ¿Qué teníais que hacer con nosotros, una vez muertos? -preguntó Otherk con una voz sosegada y baja.
-       Teníamos toda la noche para enterrar vuestros cuerpos, tras quedarnos con lo más valioso, para el tesoro de Ophan -respondió el hombre, sabiendo que no pasaría de esa noche. Que alguien les había traicionado.
-       ¿Fue Ophan quien ordenó esta celada?
-       No, es muy estúpido, no ogghpp -empezó a decir el líder, pero un eructo sanguinolento ascendió por su garganta, saliendo por su boca-. Olppa es quien dirige Ryam, ella nos compró y nos liberó.
-       No sé muy bien quien es más estúpido, si el señor que es reemplazado por una esclava o el esclavo que cree que una esclava puede hacer esas cosas -murmuró Otherk.
-       Ella no es una esclava, ogghpp... ella… ella, ogghpp… es una santa -indicó el líder, que dejó caer lentamente la cabeza hacia atrás, mirando al techo.

Otherk sabía que no podría sacar más del líder, pues se había muerto. Retiró su espada y dejó que su cuerpo se cayera al suelo. Rhime cogió uno de los gorros que llevaban los muertos, se lo puso, se embozó en su capa y se puso en la puerta. Estuvo allí, mientras Otherk y sus hombres apilaban los cuerpos en una parte de la sala.

Tras un buen rato, apareció la muchacha que miró a Rhime y este asintió con la cabeza. Ella sonrió y se introdujo en el interior de la casa principal. Rhime se quedó allí hasta ser remplazado por otro de ellos. Al final y un buen rato después de Olppa, llegaron Ofthar y Mhista. Ambos traían caras de preocupación. Según entraron en la estancia vieron los cadáveres de los mercenarios apilados entre dos literas, desnudos, mientras que sus armaduras las habían dejado sobre los jergones.

-       ¿Te han dado algún problema los juerguistas? -preguntó Ofthar al acercarse Otherk.
-       Nada, Ofthar, se han creído que podían hacernos trampa en el juego y se han llevado un regalo punzante -bromeó Otherk-. ¿Ya sabes por qué nos tiene tanta ojeriza la puta de Ophan?
-       Puede ser, y no es algo que se vea mucho -respondió enigmático Ofthar, que se acercó a revisar los mercenarios muertos. Encontró lo que esperaba ver y casaba con sus ideas.
-       ¿Y ahora? -quiso saber Otherk, cuándo Ofthar regresó a su lado.

Ofthar sonrió y le hizo un gesto a Mhista para que se acercase. Les planteó lo que había decidido para acabar con el problema. Pronto se encararían con Ophan y su puta.

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