Shen’Ahl
se despertó de improviso, moviéndose y quedándose cegado por la luz de todas
las velas de la habitación.
-
¡Por Rhetahl! Atthon para que has encendido todas las luces o ya
es de día -bramó Shen’Ahl con su voz chillona.
-
Yo no he hecho nada, mi señor -dijo Atthon bostezando, mientras se
movía junto a su señor.
Atthon,
retiró su sabana, se deslizó al costado del lecho y se puso de pie, estaba
completamente desnudo. Se acercó con cuidado a una de las lámparas, ya que no
se había aclimatado completamente a la claridad y chocó con la armadura de uno
de los soldados de Siahl que lo observaba con desprecio. Sus ojos pronto
distinguieron lo que tenía ante él.
-
¡La guardia! -exclamó Atthon, sorprendido, sin darse cuenta que
estaba sin ropa, y regresó a la cama, temeroso de los soldados.
-
¿Qué diablos hacéis aquí? -inquirió Shen’Ahl.
-
Han venido conmigo, señor -habló Sheran, agitando la mano derecha
como saludo-. Me acompaña vuestro hermano y el canciller. Quieren que les
recuerdes como mataste a tu propio padre.
-
¡Sheran! No, no,... no puede ser,... tú… tú… estás muerto -los
ojos de Shen’Ahl se habían desorbitado, su faz se había vuelto pálida y su voz
más chillona.
-
Pues sienta muy bien -aseguró Sheran, sonriendo.
Shen’Ahl
se levantó y salió de la cama, vestía un camisón de gasa que transparentaba
todo su cuerpo, esquelético, lleno de manchas y sarpullidos. Shennur y Bharazar
no pudieron evitar un gesto de asco por lo que veían. Atthon, sin saber qué
hacer, decidió que lo mejor sería quedarse donde estaba, protegido por las
sabanas de la cama, en silencio.
-
Vamos, Shen’Ahl no vas a acercarte para saludar a un viejo amigo
-indicó Sheran dando un paso hacia delante, al tiempo que Shen’Ahl volvía a
recular presa del miedo.
-
Tú eres un espejismo, no eres real, ninguno lo sois -gritó
Shen’Ahl preso del terror que le daba Sheran.
-
¿Quieres que me vaya? -preguntó Sheran.
-
¡Sí!
-
Pues cuéntanos como mataste a tu padre, solo eso, dinos qué le
hiciste, reconoce la verdad y yo me iré -señaló Sheran.
-
Mi padre… mi padre…, me pilló con un mozo de cuadras, un buen
chico, me insultó, a mí, su único hijo,... -empezó a hablar, entrecortándose,
mientras se le iba cambiando la cara-. Me quería repudiar, a mí… se reía de
mí,... se burlaba… sus carcajadas… me comparaba con Bharazar,... ese bueno para
nada,... hijo de una concubina, le iba a hacer su heredero, me lo iba a quitar
todo. ¡No! Le paré los pies,... le enseñe quien era el verdadero príncipe,...
le corté,... y cuando clamaba por su vida, le lance a volar.
-
¡Por Rhetahl! -dijo Shennur al ver que Shen’Ahl había confesado,
de forma tan simple.
-
¡Ya tienes lo que querías! ¡Ahora vete! -ordenó Shen’Ahl, pero
Sheran no se movió, en cambio sí, Bharazar.
-
Hermano, no entiendo cómo pudiste hacerlo, pero prepárate para ser
detenido, por la ley del imperio… -proclamó Bharazar, mientras Shen’Ahl le
miraba descubriendo su presencia, pero riéndose.
-
Tú, hijo de una puta -se burló Shen’Ahl-. Tú no puedes hacer nada
aquí, yo soy el emperador. Mis bravos soldados, acabad con estos traidores,
matad a Shennur, el falso, con Bharazar, el usurpador, con el fantasma...
Ante la
sorpresa de Shen’Ahl ni uno solo de los guardias se movieron a su orden. Dio
otro paso hacia atrás y chocó con la pared, ya no podía escapar hacia ningún
lado. Sheran avanzó hacia él.
-
Pherrin… llamad a Pherrin… Atthon, ve a por Pherrin -mandó
Shen’Ahl desesperado, al ver que Sheran se le acercaba.
Atthon
intentó salir de la cama, pero cuando se puso de pie, uno de los guardias le
empujó, lanzándole contra el lecho. Notó como un par de manos fuertes le
empujaban contra el colchón, mientras que una voz grave le aconsejaba que si
quería vivir no se moviera.
-
Quiero saber una cosa más, emperador -dijo Sheran, deteniéndose a
escasos centímetros de la cara de Shen’Ahl-. ¿Por qué ordenar matarme? Yo que
hice todo por ti.
-
Sa... sabías más que nadie…, si hubieras seguido vivo cuánto
hubieras aguantado, es tan fácil deshacerse de los amantes, un soldado rompe
los cuellos tan fácilmente -contestó Shen’Ahl, con una cara que rozaba lo
homicida-. Sabías bien que te utilice para lograr mis propósitos, un tonto útil.
-
Destrozaste mi corazón -susurró Sheran, preso de un dolor
inconmensurable.
-
¡Corazón! Tú solo eras un juguete, una muñeca para hacerme feliz
-se rio socarrón Shen’Ahl.
Shen’Ahl
y el resto solo pudo ver un ligero brillo metálico que surgió de entre los
pliegues del disfraz de Sheran. Con la mano izquierda, ejercitada durante años,
clavó un pequeño puñal en el pecho de Shen’Ahl, destrozándole el corazón. El
emperador solo pudo lanzar un gemido, mientras se deslizó por la pared, hasta
que quedó sentado sobre el suelo. Los ojos se quedaron mirando a los de Sheran.
Intentó farfullar algo, pero no pudo más que morirse en esa posición. Mientras
el resto miraba la escena, unos como Shennur o Atthon, asombrados y el resto
aliviados.
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