Ahora,
por fin vio un cambio en el cuerpo de la anciana, parecía que temblaba, tal vez
sí que tenía miedo de que su existencia terminase.
-
Poco tiempo tengo para hablar contigo, Lybhinnia, pero necesito
que realices un par de labores para mí -indicó Shiymia.
-
Haré cualquier cosa que me pidas, mhilderein -aseguró Lybhinnia, a
lo que la anciana sonrió.
-
Habrás visto que hay tres cuerpos junto a la laguna, son los
únicos supervivientes de Lhym -explicó Shyimia-. Viven en un trance en los que
les sumí, pero si yo desaparezco, la enfermedad de esta tierra matará a los
árboles milenarios y con ellos a los tres niños. Debo liberarlos y vosotros
cuidarlos, llevadlos con vosotros a vuestra arboleda. Sus padres están muertos
y ya no se puede hacer nada por ellos. Pero si por su futuro.
-
Nos encargaremos de ellos, como si fueran nuestros hijos -afirmó
Lybhinnia.
-
Sí, veo tu adoración por ese guerrero y él por ti, no os habéis
unido aún, pero con el tiempo los dos seréis uno, lo veo, en vuestro interior,
ambos cuidareis de los niños. Como en el pasado, un guerrero y una arquera, que
recuerdos -las palabras de la anciana iban arañando el corazón de Lybhinnia,
liberando los sentimientos que ella había escondido y que la atormentaban-. Son
dos hermanos, Ilyhma y Romhto, y luego Lhybber. Tardaré un poco en liberarlos,
usando los últimos restos de mi poder. Después me desvaneceré. Así que cuando
les libere, sacadlos de la cámara, pues desaparecerá como tal. Subid arriba.
Pero tal vez sería mejor si no vieran a los muertos. No sé si serían capaces de
superar la muerte de sus padres. Sobre todo la pobre Ilymha.
-
Haré las cosas como me las pides, mhilderein -asintió Lybhinnia.
-
Espera, una cosa más -dijo Shiymia, pero sus palabras se volvieron
un ligero eco en su mente.
Lybhinnia
asentía con la cabeza, segura de lo que oía, de lo que se grababa en su mente,
pero que ya la anciana no pronunciaba.
La luz
cegadora en la cámara desapareció y Gynthar abrió los ojos acercándose a
Lybhinnia. Esta se levantó del suelo, se volvió hacia el guerrero y le pidió
que quitara los cuerpos del refugio. Que la mhilderein iba a morir, pero que
antes liberaría a los jóvenes que ahora eran parte de su misión, supervivientes
sin familia. Gynthar escuchó en silencio, aceptó lo que le decía Lybhinnia, y
se marchó escaleras arriba para limpiar de muerte el santuario.
Lybhinnia
se quedó esperando, agachada junto a los supervivientes. Entonces notó que se
iban despertando. Que abrían los ojos y que la miraban, con caras de sorpresa y
susto.
-
Soy Lybhinnia, cazadora de la arboleda de Fhyin, he venido con un
compañero, un guerrero, para hablar con vuestra chamán. Desgraciadamente
Shiymia ya no está con nosotros, ha dado su vida por la vuestra. Y en honor a
su sacrificio, debéis venir con nosotros, que os llevaremos a nuestra arboleda,
donde os acogeremos -anunció Lybhinnia, con voz afectuosa-. Por favor, venid
conmigo.
Romhto
ayudó a su hermana a ponerse en pie, mientras que Lhybber lo hizo por sí solo.
Lybhinnia avanzó hacia la escalera de caracol, satisfecha al ver que los tres
jóvenes la seguían. Los fue mandando hacia arriba. Desde la abertura, miró el
cuerpo del centro de la charca.
-
Adiós, Shiymia, mhilderein de Lhym -se despidió Lybhinnia, que se
volvió y comenzó a ascender por los peldaños.
En el
medio de la charca, el cuerpo arrodillado se movió ligeramente, apareciendo en
su rostro una pequeña sonrisa, tras lo cual se desmenuzó, convirtiéndose en
polvo. Las luces de la cámara empezaron a debilitarse. Las raíces se fueron
ennegreciendo y la tierra se separó, hundiéndose y colapsando muy rápido.
Lybhinnia escuchó el fragor del hundimiento, pero las escaleras parecían
aguantar. Los jóvenes iban ascendiendo, a un buen paso y al final salieron a la
cabaña y de ahí al exterior, al santuario. Allí les esperaba Gynthar, de pie.
Había preparado una serie de lechos y había encontrado un brasero. Tenía un
fuego encendido. Los supervivientes se alegraron del calor, que variaba mucho
del frescor y la humedad de la cámara subterránea. La timidez inicial les
obligó a quedarse juntos, cerca del brasero. La última en salir de la cabaña
fue Lybhinnia, con la bolsa con los libros en la mano. Observó el buen trabajo
que había hecho Gynthar, agradeciéndoselo con los ojos.
-
Esta noche la pasaremos aquí -dijo Lybhinnia a los jóvenes-. Pero
mañana nos marcharemos de la arboleda, así que necesito saber si habéis
recibido vuestras primeras lecciones de supervivencia.
Los
jóvenes miraron a Lybhinnia, pero no respondieron nada. La elfa supuso que el
miedo y haber salido del trance en que los había mantenido la chamán eran la
causa de su desazón. Así que les hizo un gesto, para que se acercaran a una
mesa que Gynthar había acercado al lugar donde se encontraban los lechos y el
brasero. La gran silla había desaparecido. Aunque la cazadora advirtió que
alguna de sus piezas ardían en el interior del brasero. Sobre la mesa había
parte de sus provisiones y algo de carne reseca. Miró a Gynthar temerosa de la
procedencia de la carne, pero el guerrero negó con la cabeza. Los jóvenes, al
ver la comida, se lanzaron sobre ella, con mesura, pero hambrientos.
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