Lo que
vio la dejó sin habla. El suelo de la plataforma estaba llenó de cuerpos, la
mayoría eran ya sólo esqueletos con los restos de sus ropas por encima. Alguno
aún tenía un trozo de carne reseca sobre ellos. Lybhinnia le dio un golpe a
Gynthar que reaccionó y se internó en la plataforma. Fue revisando los cuerpos
y la mayoría habían fallecido por heridas de arma blanca, por un guerrero
formidable, ya que había cortes en los huesos. Pero ninguno de los moradores de
la arboleda que allí estaban tirados llevaba armas, ninguno, excepto el último
de los esqueletos, que permanecía sentado en una silla, con un respaldo grande
y apoya codos, con sus manos agarrando una gran espada, una como la que usaba
Gynthar. Sus cuencas vacías miraban a algo detrás de Gynthar, Lybhinnia y todos
los muertos. Ambos se dieron la vuelta y vieron una especie de cabaña, o por lo
menos, el frontal que se adosaba al tronco del gran árbol. Esa construcción no
había en el santuario de su arboleda. Gynthar se acercó a lo que parecía la
puerta y empujó. La madera no se movió, claramente había algo que lo impedía.
Lybhinnia se acercó a los esqueletos y los revisó de nuevo, buscando algo que
pudiera esclarecer lo sucedido.
-
Detrás de esa puerta hay algo, por lo menos algo bloquea su
apertura -indicó Gynthar, cuando regresó junto a Lybhinnia.
-
Todos los muertos son adultos, no hay ni un solo infante o joven
-informó Lybhinnia-. Tampoco he encontrado el cuerpo de la mhilderein Shyimia. Pero
sí hay algo escalofriante en todo ello. Algo o alguien les fue quitando la
carne a estos muertos. Hay marcas del uso de un pequeño puñal o una garra en
cada hueso. Fueron el alimento de algo.
-
Canibalismo -dejó caer Gynthar, señalando la mesa que había junto
al hombre de la espada, donde había varios puñales, la mayoría sin filo, por el
uso-. Él los mató y se los comió. La verdad es siempre la más obvia y la más
nefasta. Armhiin siempre me lo dice.
-
¿Quién es él y por qué?
-
No sé el porqué, pero si quien era él, el guardián de Lhym
-aseguró Gynthar-. Si queremos saber lo que ocurrió y porqué debemos pasar esa
puerta.
Lybhinnia
estaba seguro de ello. Ambos estuvieron haciendo todo lo posible por abrirla. Probaron
todo lo que habían aprendido, incluso Lybhinnia recitó algunos salmos que
Armhiin le había enseñado. Pero parecía que no era una barrera mágica. Por lo
que Gynthar empezó a golpear y clavar su arma contra la puerta. La noche y la
luz de Jhala, era la única iluminación que tenían cuando por fin la puerta
cedió, o más bien lo que había detrás, que resultó ser una silla. Pero una
silla normal no podía haber aguantado tanto, pues Gynthar supuso que el
guardián ya habría puesto toda su fuerza en destrozar la puerta.
Lybhinnia
observó las patas de la silla y descubrió que estas habían germinado. Sabía por
las palabras de Armhiin, que algunos chamanes eran capaces de revivir hasta la
madera que llevaba muerta mucho tiempo. Si Shiymia era tan poderosa, tal vez
era capaz de ello. Entraron a una sala, tallada en el interior del tronco del
gran árbol y que estaba iluminada por una luz azulada, proveniente de unas
rocas, insertadas en la madera. Sin duda era la cabaña del chamán de Lhym.
Tenía los mismos utensilios que usaba Armhiin, así como tallas de los dioses o
libros, en mayor número que su chamán. Lybhinnia buscó una bolsa y la empezó a
llenar con los libros.
-
¿Crees que es necesario hacer eso ahora? -preguntó Gynthar, al ver
a su compañera guardar los libros.
-
Ya sabes que es un gran pecado dejar que nuestra cultura sea pasto
de la destrucción, sólo preparo la bolsa, para cuando nos vayamos -recordó
Lybhinnia, que se percató que había un libro más sobre la mesa, abierto. Lo
cerró y lo introdujo en la bolsa, que cerró de inmediato.
Las
palabras de Lybhinnia eran ciertas, no podían dejar los libros allí, cuando se
fueran debían llevárselos. La cultura de los elfos, tras la caída de
Vhal’Thevllanum, se había reducido a unos cuantos tomos que se copiaban muy
lentos. Si una arboleda se perdía, su cultura debía ser recuperada.
No había
nada, ni estaba el cuerpo de la chamán. Gynthar descubrió unas escaleras, de
caracol, que se internaban hacia el suelo. El guerrero señaló el
descubrimiento, y Lybhinnia asintió con la cabeza. Ambos comenzaron a
descender. La escalera daba vueltas sobre sí misma y los escalones seguían
apareciendo en cada vuelta. No supieron ni cuánto tiempo emplearon en
descenderla, ni a cuanta profundidad habían llegado. Pero por fin apareció el
último escalón y una abertura en las paredes de madera.
Entraron
a una cámara abovedada, de una altura escasa pero lo suficiente para estar
ellos de pie. La estancia era ovoide, las paredes de tierra compactada, con
raíces que las cruzaban. El suelo era de tierra, arenosa. La luz provenía de
los cristales que se encontraban sobre las raíces. Había un ligero desnivel
hacia el centro de la caverna, donde se veía agua estancada. Junto a la charca,
había varios cuerpos. Algunos parecían momias, la piel reseca, pegada a los
huesos. Pero había tres que parecían estar en buenas condiciones, dos varones y
una mujer. Lybhinnia se acercó a ellos y comprobó sus condiciones.
-
Gynthar están vivos, pero dormidos, como en un trance -informó
Lybhinnia, aun con su mano sobre la muchacha-. Parecen los tres mayores, el
resto, los más jóvenes han fallecido.
-
¿Y ella? -Gynthar señalaba a un cuerpo que permanecía en el centro
de la charca, arrodillada, dentro del agua calmada.
Gynthar
fue a meterse en la charca, pero Lybhinnia se lo impidió, le dijo que se
pusiera detrás y que guardará su arma, allí no había peligro alguno. La
cazadora se arrodilló junto a la orilla, sin meterse en el agua, pero la tierra
estaba húmeda. Recitó un salmo, unas palabras que eran una señal de que eran
personas de bien, que no buscaban el mal, que eran leales al gran Silvinix.
Cuando terminó su canción, tocó con su mano la superficie del agua. Gynthar dio
un paso atrás cuando toda la superficie se iluminó, una luz, clara y radiante,
proveniente del fondo de la charca iluminó toda la estancia. El guerrero tuvo
que cerrar los ojos, pues tanta luminosidad le estaba cegando.
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