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miércoles, 7 de marzo de 2018

Unión (10)



Ophanli les había llevado a ver los campos cercanos, tras enseñarles el terraplén que hacía de defensa. El muchacho les indicó que la tierra se estaba separando y como su padre no destinaba ni a un solo siervo a arreglarlo, pronto se vendría abajo. Lo más seguro que después de la próxima época de lluvias y frío. Estaban allí cuando llegó un siervo avisándoles que iba a comenzar el festejo y la cena. Que el señor Ophan esperaba a Ofthar para realizar la bendición de la comida.
El siervo los llevó con paso firme y rápido hacia Ryam, a la casa cuadrada. Entraron por la puerta principal, abierta para ello. Normalmente en la casona de un señor de aldea, la primera planta estaba distribuida para tener las cocinas, un almacenaje de alimentos y el gran salón, donde se realizaban las audiencias, se dictaba justicia y se homenajeaba a los invitados. Mientras que en la segunda planta vivían los señores. Pero en la de Ryam, el gran salón se encontraba en la segunda planta, mientras que en la primera se encontraban las cocinas, una alacena y los cuarteles de los mercenarios junto con una armería. En la segunda, aparte del gran salón, también había una serie de despachos y por lo visto una cámara con el tesoro de Ophan. En la tercera planta se encontraban las estancias privadas de la familia.
El criado les llevó hasta las puertas del gran salón, donde les indicó que pasaran al interior. La estancia no era tan grande como otros que había visto, pero no era circular o semicircular, sino cuadrada. Carecía de hornos, pero había calor, gracias a una serie de braseros encendidos cada cierta distancia. En la zona contraria de la puerta había una peana, sobre la cual había una mesa cuadrada con sillas en la parte contraria al resto de mesas. Allí, en una gran silla ornamentada permanecía sentado Ophan, que al ver a Ofthar se puso de pie. A su derecha había una silla vacía y a su izquierda estaba Olppa con una nueva túnica, grisácea y más ceñida. Más allá de Olppa había varios asientos vacíos, así como hacia la derecha.
Ofthar y el resto se internaron en el salón, recorriendo un pasillo creado por dos mesas largas, ocupadas en parte. En la de la derecha, los hombres de Ofthar, a los que se unieron Ogbha, Irnha y Mhista. Al otro lado, los mercenarios de Ophan, los ocho. Al llegar a la peana, Ofthar esperó la decisión de su anfitrión.
-       Sentaos a mi lado, señor Ofthar, a mi derecha -anunció Ophan, mientras señalaba una silla, de buen aspecto pero sin la pomposidad de la de Ophan-. Tú, hijo mío, siéntate junto a tu madre y…
-       Mi buen señor, no sería de mayor gloria para la casa de Ophan, que padre e hijo me protegieran de las maldiciones del tedio y la falta de ideas -intervino Ofthar, que suponía que Ophanli podría hacer alguna afrenta a su padre, al tildar a la esclava de madre-. Así, mientras uno bebe, el otro habla y yo no me aburro.
Ophan miró a Ofthar y sopesó su propuesta. Siempre era una dura prueba mantener entretenido a un invitado. Si solo podía hablar uno con él, se podía dar el caso de que por hablar con otra persona se olvidase de este. Y no era buena idea que el hijo del canciller del señorío fuera por ahí diciendo que la hospitalidad de Ophan no era buena. Recordaba que había sido Olppa quien le había pedido cenar junto a Ophanli, pero como esta no parecía darse cuenta del peso de Ofthar en la sociedad actual, prefirió aceptar la sugerencia de este.
-       Tenéis razón, mi buen señor, Ophanli, siéntate al otro lado de Ofthar -ordenó Ophan-. Que ni un bostezo llegue a salir por la boca de nuestro invitado.
Ophan era bastante simple, pensó Ofthar. Sus ojos se cruzaron con los de Olppa, que desprendían un odio inmenso. Su rostro indicaba que no le había gustado que Ofthar le hubiera destrozado los planes. Ofthar había acertado de plano, alguien quería que Ophanli cayera en desgracia ante su padre, y no era otro que la sierva venida a más. Ofthar ya había supuesto que lo que quería es que el muchacho montara un altercado, delante de un invitado, lo que obligaría a su padre a castigarlo y con un poco de suerte, podría hacer que el veneno actuará más rápido. Ahora además ya tenía claro que era la sierva quien había orquestado todo, pero se le escapaba por qué o tal vez no.
-       ¡Amigos míos! ¡Invitados a mi mesa! ¡Que por el gran Ordhin y su hijo, esta sea una jornada memorable! -Ophan alzó la voz para que todos escuchasen su plegaria.
Ofthar y el resto de los invitados, así como los mercenarios y los miembros de la familia permanecían sentados. Ofthar se fijó que los mercenarios e incluso Olppa no repetían los nombres de los dioses, cada vez que Ophan los nombraba, lo que era francamente raro, pues los siervos eran casi más devotos que sus amos.
Una vez terminada la plegaria y la ceremonia de inicio, aparecieron los siervos, con comida, con jarras llenas de cerveza y agua. Lo primero que hicieron fue llenar todos los cuernos y esperaron al primer trago, que todos los presentes se bebieron tras el anfitrión. A partir de allí las cosas se fueron desenvolviendo como ocurría siempre. Unos bebían más que otros, las viandas iban terminándose de las bandejas y los siervos traían más. Mhista y sus amigos montaban un buen estruendo, algo que siempre era de agradecer, pues llenaba de satisfacción al anfitrión.
Ofthar estuvo escuchando las palabras de Ophan, que al poco tiempo se fueron convirtiendo en cosas sin ton ni son, al afectarle cada vez más el alcohol. Como ya había esperado, sus amigos simulaban que se iban embriagando, pero esa no era la realidad, pues les había pedido moderación. Pero Mhista era bueno haciendo ese tipo de actuaciones. Si allí había alguien que quería ir contra ellos, la actuación de sus hombres les daría una información falsa.
La cena siguió hasta Ophan ya no pudo con más comida ni con más cerveza. Un par de mercenarios se lo llevaron. Olppa se marchó con ella. Ofthar hizo como si hubiera bebido también más de la cuenta, arrastró con él a Ophanli, que era el único que no había bebido demasiado. Ofthar se ayudaba de Ophanli para andar. El muchacho creyéndose la actuación de Ofthar intentaba mantener más o menos erguido al invitado. De esa forma, tanto el líder, como la escolta viajaron a trompicones de vuelta a la casona de invitados. Ophanli cerró la puerta desde el interior. Mientras unos ojos los seguían en la distancia.

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