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domingo, 3 de septiembre de 2017

El juego cortesano (11)



Shennur siguió andando y se sentó en un banco blanco que había junto a una de las fuentes, con forma de concha abierta, con una esfera que simulaba ser una perla y era de donde salía el agua. Dado que el viento soplaba hacia el banco, llegaba el frescor del agua.
-       Tú eres el único heredero de tu hermano y por ello creemos que el cortesano, el padre de la segunda esposa, es quien está conspirando contra ti. Llena la cabeza de tu hermano de falsos delitos, para que seas eliminado -prosiguió Shennur.
-       ¿Cómo se llama?
-       Pherrin de Thahl, un mercader de baja estofa que ha hecho fortuna con sus negocios, algunos ilegales me temo -contestó Shennur-. Su mejor jugada ha sido casar a su hija, pero ante la posibilidad de que no haya heredero, parece que quiere eliminar al otro. Después de eso, tendrá el camino libre para que su hija otorgue a tu hermano del descendiente preciso.
-       En ese caso debería hablar con mi hermano -indicó Bharazar.
-       No es una mala idea, Pherrin no se atreverá a ir contra ti en la corte. Es fácil enviar asesinos a lugares lejanos. Una muerte en el frente es algo cotidiano para un soldado -terció Shennur, acariciándose la barbilla con la mano derecha-. Pero será mejor dejarlo para mañana, así esta tarde puedo atraer a una serie de leales, para contrarrestar las posibles medidas de Pherrin. Por ahora no informaremos a tu hermano de tu llegada. Además espero que quieras ocupar mi hacienda como tu residencia en la capital.
-       Me siento muy halagado por tu invitación -agradeció con cortesía Bharazar.
-       Cuidado, mi príncipe, no te lleves a un error, el que estés en mis propiedades te da más probabilidad de escapar de los asesinos de Pherrin -advirtió Shennur, con cara seria.
Bharazar observó el rostro del canciller, quedándose sorprendido porque este no parecía demostrar sentimiento alguno. No estaba seguro si Shennur se preocupaba por su pellejo o por su posición política en la ciudad y el imperio. Pero si denotaba que era alguien que pensaba demasiado y que si sus planes no llegaban a ser infalibles, se acercaban demasiado. Iba a proseguir su conversación con él, cuando notó que volvían a aparecer más guardias de los habituales, por lo que supuso quien se aproximaba.
-       Canciller, la dama Jhamir precisa de vuestra presencia por una discrepancia en las posesiones de la hacienda -dijo Xhini, a lo que Shennur se puso de pie al momento.
-       Gracias, majestad -agradeció Shennur, haciendo un movimiento de cabeza como muestra de respeto. La dama se iba a volver, cuando añadió-. Majestad, creo que no conocéis a nuestro invitado.
-       Se ha presentado él mismo, mi señor -indicó Xhini, tras su velo oscuro-. Es un general imperial.
-       Uh, sí, pero es algo más -dudó en hablar Shennur un momento-. Me gustaría que le enseñaseis la hacienda, majestad. Permitidme presentaros a su alteza imperial, el príncipe heredero y general de los ejércitos del suroeste, Bharazar de Alhssier.
La mujer inmediatamente se inclinó hacia delante haciendo una reverencia a Bharazar. Que pidió que se pusiera de pie, alegando que como eran familia, no debía ser tan estricta con las muestras de respeto a la familia imperial. Shennur sonrió levemente y se marchó hacia la casa principal, dejando a los dos jóvenes.
-       ¿Por qué no os habéis presentado con vuestro título principal desde el primer momento? -preguntó Xhini, ligeramente molesta, más consigo mismo por su reacción en su primera conversación, justo recordando la bofetada que le había dado.- Espero que seáis capaz de perdonarme por mi anterior reacción.
-       Bueno, aunque aún me duele ligeramente la mejilla -comenzó a decir Bharazar, señalándose donde le había golpeado Xhini-. Vos también me tendríais que haber comentado que erais la emperatriz.
Xhini rápidamente acarició la mejilla de Bharazar, quien notó la suave piel de los dedos de la mujer en su rostro. Era como una suave brisa, que le relajó de inmediato. Por un momento pensó que su hermano no se merecía vivir por rechazar a tan bella flor. Sin duda Xhini tenía un alma bondadosa, pero el emperador se había limitado a reírse de ella. Sin duda su hermano estaba actuando tan mal como Shennur había comentado.
-       Creo que como somos hermanos, podéis liberaros de ese velo, que os quita la luz del sol e impide que disfrutéis de los bellos colores de este vergel -musitó Bharazar, al tiempo que la ayudaba a retirar la sencilla tela.
Los ojos de la muchacha se quedaron fijos en los de Bharazar, pero esta vez controló mejor el rubor que empezó a subir desde su pecho. Para Xhini, el hermano de su detestado marido parecía más adecuado que lo que había sido el otro, por el que no había sentido nada. 
-   Bueno, me enseñáis la hacienda entonces, hermana -dijo sonriente Bharazar al tiempo que tomaba del brazo a Xhini, la cual asintió con la cabeza.

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