La comida duró más de lo que Shennur había predicho, pero no por
qué los invitados hablaran demasiado entre los bocados, sino por el número de
platos que Jhamir y los cocineros habían ideado. Tras la más de una docena de
entrantes, llegaron los platos calientes, la mayoría formado por aves de caza,
tanto en escabechadas, en guisos, como asadas, aunque también hubo algo de
ternera y cordero. Cuando por fin llegaron a los postres, compuestos por una
tarta hojaldrada con chocolate y frutos secos, Shennur creía que iba a
reventar. Además para pasar tal cantidad de comida, había bebido más vino de lo
deseado y ahora intentaba mitigar sus efectos con el contenido de la segunda
jarra de su mesa, agua fría.
Cuando los criados retiraron las mesas junto a los divanes, la
dama Jhamir y Xhini se levantaron, se excusaron y se marcharon. Shannir a su
vez, tras la marcha de las damas, también se ausentó, alegando que los hombres
de su edad, lo mejor que podían hacer era dormir unas horas para bajar una
comida tan opípara, pues sino lo más seguro es que le diera algún mal, lo que
sin duda le mandaría con Rhetahl.
Shennur hizo una seña a uno de los criados y al momento
aparecieron varios, que trajeron una mesa más grande que colocaron entre los
tres divanes centrales. Una de las sirvientas llegó con una jarra de metal,
humeante, con un líquido oscuro en su interior. Tres nuevas copas de cristal,
más bajas estaban frente a las posiciones de los tres hombres. Dejaron a su vez
unos platitos con unas pastas, algo de chocolate y unos cuencos con azúcar.
Bharazar observaba con deleite como la sirvienta fue llenando sus copas con el
café de la jarra. Hacía mucho que no había tenido el privilegio de beber café,
ya que los granos escaseaban en la frontera. Cuando todo estuvo al gusto de
Shennur, este dio unas palmadas al aire y los criados desaparecieron.
-
Alteza, ya he preparado la reunión de mañana con vuestro hermano,
pero debéis dejarme a mi llevar la reunión, si queréis seguir llevando vuestra
cabeza sobre los hombros, claro -advirtió Shennur, una vez que se quedaron
solos.
-
¡Que se atrevan! -lanzó sus palabras como un estallido Jha’al.
-
¿Acaso estáis diciendo que desenvainaréis vuestra espada ante el
emperador, catafracto? -preguntó Shennur, mirando con el desdén de quien se
sabe que tiene razón-. Vuestra cabeza tampoco duraría mucho en su sitio, si
haceis tal cosa. Además le daríais a Pherrin la excusa suficiente para dar peso
a sus palabras. No, catafracto, tú te quedarás tras tu señor, ambos con la boca
cerrada hasta que se os pida que la abráis.
-
Pero… -intentó hablar Jha’al, pero Bharazar levantó su mano.
-
Ya llegará nuestro momento, el de los soldados -aseguró Bharazar,
sosegando a su fiel segundo, tras lo que se volvió a Shennur-. ¿Realmente de
que se me acusa?
-
Hará un par de meses se detuvo a una serie de nobles menores y
algún mercader, todos contrarios a Pherrin, que intentaron ganarse el favor de
vuestro hermano, pero no tenían el dinero o la suerte suficiente para lograrlo.
Pherrin fue más listo y les ganó por la mano. Pero no contento con esto, para
hacer ver el peso que tiene sobre el emperador, los hizo detener, encarcelar,
torturar y asesinar, no sin antes decirle a tu hermano que eran un grupo de
insurrectos que se querían acercar a su persona para acabar con su vida y
reemplazarle por alguien más proclive a sus ideas -explicó Shennur-. Uno de mis
hombres, infiltrado en las líneas de Pherrin me informó de la realidad de todo
el proceso. Realmente vuestro nombre nunca fue dicho por ninguno de esos
infelices, pero Pherrin lo incluyó porque le venía mejor para su causa.
-
¿Pero, cuál podría ser ese beneficio? -quiso saber Bharazar, que
estaba intrigado, aunque a la larga diría que su subconsciente lo había
adivinado-. Yo estaba muy lejos como para implicarme en tal desfachatez. Mi
hermano tendría que haberse dado cuenta.
-
Vuestro hermano es un títere en manos de hombres más inteligentes
que él -indicó Shennur-. A Pherrin le interesaba incluiros, ya que sois el
único escollo en su ascenso al poder. Mientras viváis y su hija no de un varón,
tú serás el siguiente emperador. Pero si morís, se acabó ese problema, solo
quedará que su hija quede embarazada.
-
¿Y cómo vas a defender mi inocencia si está todo tan en mi contra?
-
No os preocupéis por ello, tengo todo listo, ni Pherrin intentará
atacaros ante el imperio -señaló Shennur, sonriente-. A Pherrin le faltan
muchos años de juego en las sombras. Es astuto, pero arrogante. Es un mal que
tienen todos los que se jactan de dominar a vuestro hermano. Y normalmente les
hace cometer errores de principiante.
Bharazar y Jha’al observaron a Shennur, estaba rebosante de
seguridad, mientras se bebía su café y tomaba alguna pasta. Los dos respiraron
tranquilos. Si Shennur no parecía atacado por la incertidumbre, porque ellos no
podían imitarlo.
-
Creo que lo mejor que se puede hacer, es que descanséis esta
tarde, si necesitáis algo mis criados estarán atentos para ayudaros -indicó
Shennur-. Tengo una biblioteca en el piso de arriba y en un edificio al otro
lado del jardín, unas termas, con su sala de calor y de frío, con una pequeña
piscina y una sauna. Descansad, pues mañana tendremos un día duro.
Shennur apuró su café y se puso de pie. Hizo una reverencia,
dirigiéndose hacia la puerta, pero al llegar a ella, se volvió.
-
Alteza, sería mejor que esta tarde dejéis a su alteza imperial
Xhini en paz, será mejor para todos -dijo Shennur y se fue, ocultando una
sonrisilla.
Jha’al observó a Bharazar, tras lo que se tumbó en su diván,
cerrando los ojos, con intención de echar una cabezada. Bharazar se puso de pie
y se dirigió hacia una de las ventanas con enrejado, notando los rayos de sol
de la tarde en su rostro, cálidos y llenos de vida.
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