Lisvor se sentó sobre la cintura de Maichlons, pues había visto a
alguna de las prostitutas actuar así, cuando las espiaba en las sombras, pero
aparte de notar el pene del hombre bajo ella, no sabía cómo seguir. Así que se
decidió por frotar su entrepierna con el miembro. Iba hacia delante y hacia
atrás. Primero solo notaba su propio placer, pero al poco notó como lo que
estaba debajo se iba enlongando y poniendo cada vez más duro. Pero no solo su
compañero parecía cambiar, sino que su cuerpo empezaba a humedecerse. Se metió
la punta de su dedo índice por los pliegues de su vagina, y estaba mojada.
Luego tocó la punta del pene de Maichlons y estaba caliente,
parecía un ascua de una chimenea. En ese momento, le vino una idea, se preguntó
qué ocurriría si metía ese elemento en su interior. Lo sopesó un momento, pero
se armó de valor. Se levantó un poco, poniéndose de cuclillas, tomó con su mano
derecha el pene de Maichlons y lo apuntó hacia su entrepierna. Con su otra mano
se ayudó para abrir su abertura y fue descendiendo poco a poco. La punta del
miembro se introdujo un poco, pero parecía que algo lo detenía. Lisvor notaba
el calor en su interior, pero dudaba si era bueno seguir bajando o dejarlo así.
Fueron sus piernas las que decidieron por ella, perdiendo el equilibrio, bajó
rápido, hasta que la punta golpeó con fuerza en lo más profundo de su interior.
Había notado como algo se rasgaba, como algo le cortaba por el interior y luego
como ese elemento que le calentaba el interior golpeaba con fuerza en sus
entrañas.
Lisvor decidió volver a imitar a las prostitutas que había visto
actuar de esa forma, fue hacia delante y notó cómo el pene salía, tras lo que
se echó hacia atrás, reentrando. Lo que al principio había sido dolor se fue
tornando en placer y ahora fue entendiendo poco a poco porque las otras chicas
decían que era divertido. Lo que la muchacha no se percató fue el chorrito de
sangre que descendía por el pene de Maichlons hacia el saco con bultos que
Lisvor no había sabido lo que era, cuando lo había distinguido entre los pelos.
Lisvor lanzaba pequeños grititos, mientras que Maichlons, aún sumido
en la duermevela del alcohol, lanzaba gemidos de placer. La muchacha fue
tomando un ritmo que le gustaba, que la iba llenando de un frenesí, que hacía
que todo su cuerpo tiritara, pero no de miedo, ni de frío, era otra cosa, mucho
más placentera. Se fue dando cuenta que no podía parar, que deseaba tener ese
juguete en su interior, deseaba ir y venir, estar así durante todo el tiempo
que pudiese. Poco a poco, su cuerpo sentía más y más, subiendo ligeramente la
intensidad de sus gritos, sin que se diera cuenta, sin que lo pudiera evitar
racionalmente. Entonces ocurrió una gran explosión de sentimientos o por lo
menos así lo entendió Lisvor, en su cuerpo. Una de las cosas físicas que sí
notó, fue que el interior de su vagina se llenó de líquido, un mejunje pegajoso,
que la obligó a detener su juego y que el pene de Maichlons, palpitante y
rojizo saliera de su prisión corpórea, en el preciso momento que empezó a
liberarse de su propia carga, lanzando un líquido blanquecino contra los muslos
de Lisvor. La muchacha se fijó en lo que exudaba del pene de Maichlons y
decidió estudiarlo. Lo recogió con una mano, lo olió y hasta lo probó, pero no
le gusto demasiado.
Lisvor esperó hasta que no salió nada más por la punta rojiza y
engrosada. Tanto el soldado como ella, respiraban por el esfuerzo. Pero ella
quería repetir la experiencia, así, que empezó a manosear el miembro que
parecía haber perdido algo de tamaño y fuerza. Esta vez tuvo que emplearse más,
pero tras una serie nueva de caricias y besos, fue recuperando su forma, la
ideal para poder volver a introducirlo en su vagina.
En esta segunda embestida, como ya había pillado el ritmo, sabía
cómo evitar que se escapara de su interior, pudo juguetear con el resto del
cuerpo de Maichlons. Le besaba en los labios, en los pezones, los mordía y
hasta arañaba su carne. El hombre, aun dormido, reaccionaba a cada una de sus
caricias, gimiendo o removiéndose en el lecho. En ningún momento abrió
totalmente los ojos, ni dijo una sola palabra entendible. Pero durante el
tiempo que estuvo bajo Lisvor, la llenó como si hubiera sido un amante
ejemplar. Cuando el éxtasis le llegó a la muchacha no se retiró, por lo que
aguantó en su posición gozando hasta el infinito, incluso recibiendo la nueva
descarga de Maichlons en su interior. Al no saber a ciencia cierta qué era lo
que expulsaba Maichlons, no lo tuvo muy en cuenta.
Esa vez sí que se dejó caer a un costado de Maichlons, exhausta
como estaba. Pero entonces recordó que no se podía quedar a dormir con el
soldado, porque si le pillaba el tabernero lo lamentaría con creces. Se
levantó, se vistió tan veloz como se había desnudado y tras echar una manta
sobre el hombre, que poco a poco empezaba a respirar con normalidad, se marchó
de allí. Bajó por la escalera de servicio que había en ese punto. Cruzó la
cocina, sin que ninguna de las cocineras se diera cuenta de su presencia y
salió a un patio interior. Allí fue al pozo, tomó agua y se llevó el cubo hasta
una esquina. Con cuidado se quitó las enaguas y se levantó la falda. El frío
del agua al tocar su vagina la hizo temblar.
-
¿Qué haces ahí agachada? -dijo una voz de niño, pero neutra.
-
Me estoy limpiando, como las señoras -respondió Lisvor que conocía
a la persona que estaba tras ella.
-
Sabes que eres una niña -le recordó el niño.
-
¡Ja! Yo soy una señorita, una que va a ser muy apreciada, mejor
que lo vayas recordando, Iorwist -espetó con soberbia Lisvor, levantándose,
dejando que el niño viera su entrepierna mojada, ligeramente enrojecida-.
Desearás esto, pero sin dinero no podrá ser tuyo.
Lisvor se recolocó las prendas y retornó al interior de las
cocinas, dejando a Iorwist con la misma cara inexpresiva de siempre. El niño
pensaba que Lisvor era tonta y cada vez estaba más seguro.
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