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domingo, 8 de octubre de 2017

El juego cortesano (16)



Bharazar abrió los ojos cuando un criado llevaba ya un rato zarandeándole, estaba en su cama, había dormido, pero se notaba aun cansado. Cerró un momento los ojos y le vino la visión de Xhini, desnuda, junto a él en la piscina, moviéndose, rozando piel con piel. Claramente el tiempo que habían pasado juntos, tanto dentro como fuera del agua había sido muy placentero, pero ahora tenía un problema serio, un problema que no podía contar a nadie, ni a Jha’al, ni a Shennur. No solo había tenido sexo con Xhini, sino que creía que se había enamorado de ella. Un sentimiento que Bharazar pensaba que era recíproco. Y ahí residía todo el asunto, bajo los ojos de Rhetahl y de la sociedad del imperio, Xhini seguía siendo la esposa de su hermano y por tanto ambos acababan de cometer adulterio.

Era verdad que su buen hermano era un adúltero consumado, pues aun casado y dos veces, aunque eso no era raro en el caso de los emperadores. Su padre había tenido cuatro esposas, la madre de su hermano era la que ostentaba el puesto de emperatriz, mientras que la suya era la segunda esposa. En el imperio el orden lo era todo, porque si no se encontrarían en el lío actual.

El criado volvió a agitar el cuerpo de Bharazar y este levantó la mano, moviéndola en el aire, como espantando una mosca que le molestaba. Reptó por el lecho hasta quedarse sentado sobre el colchón. El criado hizo tocar una campanilla y las puertas de la estancia se abrieron y entraron un par de sirvientas. Una llevaba una jarra y unos paños, mientras que la otra una palangana bastante grande. La criada dejó la palangana junto a la cama y ayudó a Bharazar a ponerse de pie, metiéndose en la palangana. Entre el criado y una de las sirvientas le quitaron el camisón de seda, dejándole en cueros. El siervo se retiró hacia las puertas, salió y las cerró. La sirvienta de la jarra le pasó un paño a su compañera y lo mojó con el agua de la jarra. Mientras repetía la operación con el segundo paño, la otra sirvienta empezó a rozar con el paño húmedo la piel de Bharazar. La segunda sirvienta se puso a imitarla con su paño mojado. Bharazar se quedó inmóvil, intentando no aparentar que sentía las caricias de las sirvientas, pues los paños no eran muy gruesos y además estaban mojados.

Las dos criadas limpiaron el cuerpo de Bharazar con esmero, como se les había enseñado desde niñas, sin dejar ni un solo ápice del príncipe sin pasar, eliminando el sudor y las inmundicias que pudieran haberse pegado en la piel durante las horas nocturnas. Cuando creyeron que era suficiente, dejaron caer los paños en la palangana y tomaron otros dos limpios, para retomar la labor, pero en esta ocasión para secar el cuerpo. Al terminar, una de ellas ayudó a salir de la palangana al príncipe, mientras que la otra hacía sonar la campanilla que había dejado el primer sirviente sobre una mesilla. Al momento se abrieron las puertas y entraron tres criados. Uno era el hombre que le había despertado y los otros eran dos jóvenes. Uno de ellos llevaba entre los brazos unas prendas de seda. Mientras que el otro, se esforzaba en meter un maniquí con la armadura de Bharazar, que emitía un brillo sin igual.

Las sirvientas se retiraron, una con la palangana llena de trapos y la otra con la jarra, que cerró las puertas de nuevo al salir. El criado de mayor edad se colocó tras el príncipe y fue haciendo gestos a los otros dos más jóvenes. Primero le fueron pasando las piezas de ropa, primero una blusa, seguido de unos calzones de seda de color ocre. Una casaca de tela sobre la blusa y un cinturón de cuero para mantener la casaca bien cerrada. Bharazar se tuvo que sentar y así le pudieron colocar una especie de protecciones de cuero en los pies. Una vez que se terminaron las prendas, los dos criados jóvenes colocaron el maniquí frente a Bharazar. Retiraron una a una las piezas, hasta dejar la estructura de madera desnuda. Las piezas las fueron colocando sobre la cama.

La primera pieza de la armadura fue la camisola de cota de malla, que los criados jóvenes aseguraron con los cordones en las muñecas, mientras el mayor, ataba en la espalda de Bharazar. Después los tres se las ingeniaron para colocar la armadura corporal, que estaba formada por placas horizontales e iba desde el cuello hasta la altura de los muslos. Lo único bueno es que las placas, colocadas unas sobre otras, tenían la flexibilidad suficiente para adaptarse al cuerpo. Por último, se encargaron de poner las hombreras, las coderas, los guanteletes, y las botas, que estaban compuestas de placas como la armadura principal y llegaban hasta las rodillas.

El criado mayor se limpió el sudor e iba a tocar la campanilla, cuando la puerta se abrió y apareció Jha’al, con una armadura parecida a la de Bharazar, pero con menos filigranas y relieves que la del príncipe. Entre las manos llevaba el tahalí de Bharazar, con su espada envainada, por lo que supuso que la habría estado dejando a punto.

-       Shennur se está subiendo por las paredes, dice que sois peor que una esposa -se burló Jha’al.

-       No es culpa mía, sino de la parsimonia de los criados -se quejó Bharazar, que al ver el gesto de los tres hombres ahí presentes añadió-. No tienen nada que envidiar a los siervos del emperador. Vamos, amigo.

Los criados cambiaron el talante y hasta le pareció que sonreían. Bharazar se puso el tahalí, comprobando que quedaba bien prieto y se dirigió hacia el piso inferior, donde les esperaría Shennur.

1 comentario:

  1. Temo que Xhini se esté aprovechando del príncipe. Espero estar equivocada.

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