Ofthar miraba a los ojos de Maynn, que aún no parecía
resuelta a decir lo que tenía en mente. Así que decidió ayudarla.
-
¿Hay algo que no te convence, Maynn?
-
El plan es muy bueno, pero no creo que haya muchos que despachar
-murmuró Maynn-. La última vez que estuve en Phalcka, Whaon dejó de
lugarteniente a un therk leal pero bastante vago. Es orondo y no hubiera dado
la talla en un muro de escudos. Le dejo a cien soldados, de los cuales pocos
son guerreros, el resto hombres libres que no están instruidos para la guerra,
sino para ser matones y cobradores de impuestos.
-
Hasta los matones pueden empuñar un arma -intervino Rhennast,
prepotente, no le gustaba esa mujer.
-
Eso es verdad, pero en la aldea habían reunido a los siervos,
habían matado a la mayoría de los hombres y pusieron a las mujeres a su
servicio -afirmó Maynn, cuyas palabras provocaron el enojo de los hombres-. Si
la guarnición está en algún sitio, estará en la aldea, en los burdeles. Lo
mejor es atacar con el amanecer. Los que estén en la fortaleza estarán muy
dormidos para darse cuenta de nada y los otros en las sábanas de los lechos.
-
¿Podría Whaon haber cambiado al therk y poner a otros hombres?
-inquirió Elthyn.
-
Lo dudo mucho, no le quedan muchos soldados, más bien nadie
-aseguró Maynn ufana.
-
Eso es verdad -dijo Mhista, en voz baja.
- ¡Basta!
-pidió Ofthar-. Discutiendo no hacemos nada. Lo que dice Maynn tiene bastante
sentido. Whaon habrá pasado por la fortaleza con el rabo entre las piernas,
deshonrado. Dudo que haya tenido tiempo de cambiar al therk y no tiene tropas
reales, a excepción de lo que dejara en su señorío para guardarlo. No se
atreverá a moverlas hasta la llegada de la flota. Atacaremos con el próximo
amanecer -levantó la mano pidiendo que se callaran cuando empezaron a
quejarse-. No lo he decidido porque Maynn lo haya advertido, sino porque ya es
tarde, los hombres y los caballos están cansados. Mhista envía a vigías a la
linde del bosque. Que se escondan bien de los centinelas e informen de todo lo
que vean. Orot, prepara a tu grupo. El resto que vaya a informar a los hombres.
Maynn, quédate quiero hablar contigo.
Rhennast, Orot, Elthyn y Elther asintieron y se
marcharon de inmediato. Mhista pareció dudar, pero Ofthar le hizo un gesto para
que se fuera. Cuando cerró la puerta, Ofthar se acercó a Maynn muy rápido y
agarró con la mano derecha la mandíbula de la mujer y la apretó, por lo que ella
lanzó un ligero gemido.
-
¿Quién eres en realidad, Maynn de Armne? -preguntó Ofthar, aunque
no esperaba respuesta alguna, por lo que continuó-. En mala hora me apiadé de
ti. Me pareciste una whalkyr, pero tal vez eres una bruja del pasado. Como nos
estés engañando, te juro que mi venganza contra ti será algo que nunca
olvidarás. Espero que lo comprendas. Ahora desaparece de mi vista.
Ofthar soltó la presa en el rostro de la mujer y esta
se marchó veloz de la cabaña, dejando a Ofthar solo con sus pensamientos. Tenía
que pensar cómo llevar las cosas el día siguiente. Llegado a cierto momento se
dio cuenta de que se le había pasado algo por alto y llamó a Elthyn.
-
Me llamabas, mi señor -dijo Elthyn al entrar.
-
Sí la información de Maynn sobre la aldea es correcta, envía a un
grupo cuando avances -ordenó Ofthar-. Que maten a todo hombre que pillen en las
camas. Si se equivoca habremos matado siervos, pero sino tendremos venganza.
Ahora ve a preparar las cosas para mañana, hay que retomar nuestro territorio
- Sí,
señor.
Elthyn se marchó y Ofthar se quedó saboreando las
palabras “mi territorio”, pues ahora ese lugar le pertenecía era su señor.
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