Orot y sus hombres se habían puesto en marcha mucho
antes que el resto, pero esperarían al amanecer para salir del túnel. Según los
cálculos de Ofthar necesitaría de dos horas para alcanzar su posición. Por su
parte el resto del contingente se había trasladado hasta el linde del bosque,
cuando aún la noche no había terminado y la niebla restaba visibilidad. Los
informes de los vigías que habían hecho guardia durante la noche decían que se
había visto a algunos soldados andando por las empalizadas, pero lo más
importante fue el grupo, numeroso que había abandonado la fortaleza para ir a
la aldea. Lo que había relatado Maynn parecía cobrar más fuerza ahora.
Ya era hora de dar un golpe de mano en Phalcka. La
parte más peligrosa empezaba en ese momento. El grupo de Ofthar salió del
bosquecillo con Maynn a la cabeza, seguida de Ofthar, Mhista, Rhennast y los
amigos de Ofthar, con algún miembro más de la guardia. Todos cabalgaban con las
capas echadas y cubriéndose la cabeza. No debían revelar su verdadera condición
hasta que tomasen la puerta.
Cuando la niebla comenzó a dispersarse fueron
avistados por los miembros de la guarnición de Phalcka, aunque no parecieron
alarmarse demasiado. Ofthar sólo pudo distinguir a dos en las almenas de la
puerta y otros tres bajo el arco de la entrada. Iban armados con lanzas y
escudos, pero las armaduras eran petos de cuero. Ninguno parecía llevar nada de
metal, a excepción de las puntas de las lanzas y espadas envainadas.
-
¡Alto! ¿Quién va? -preguntó uno de los guardias, cuando el caballo
de Maynn estaba a escasos pasos y se acercaba al trote.
-
Maynn de Armne -espetó con disgusto Maynn.
-
Mi señor -dijo el hombre, bajando la cabeza, en señal de
sumisión-. ¿Y esos hombres?
-
Guerreros de tu señor -respondió secamente Maynn-. Controlábamos
los caminos por orden de nuestro señor. Aún no hay señales del enemigo. Se han
debido contentar con recuperar Isma. ¿Sigue el therk Thabba al mando?
-
Sí, mi señor -asintió el hombre-. Pero a estas horas estará
durmiendo.
-
Bueno, pero no creo que porque él duerma nosotros tengamos que
esperar a la intemperie -se quejó Maynn-. No querrás que luego se diga por ahí
que Thabba no trata bien a los oficiales de nuestro señor o a sus guerreros.
- No,
no, claro -negó el hombre, palideciendo. Todo el mundo conocía la faceta
vanidosa del therk Thabba. Si ese capitán iba por ahí hablando de su falta de
hospitalidad, su cabeza no tardaría en rodar por el suelo-. Pasad, pasad.
El soldado caminaba junto al caballo de Maynn, que
antes de cruzar al interior de la muralla, estando al final del arco, detuvo su
montura.
-
¿Por qué está levantado el puente levadizo? -quiso saber Maynn,
señalando la otra puerta.
-
Órdenes del therk Thabba, por seguridad -indicó el hombre-. Solo
se podrá bajar si el therk lo manda, mi señor. Tendrá que esperar.
- Así
será -dijo Maynn, simulando resignarse.
En ese momento hizo que su caballo se encabritara. El
hombre intentó alcanzar las riendas, soltando el escudo. Maynn sacó su nueva
arma, una espada que le habían entregado antes de dejar el bosque y se la clavó
al hombre en el cuello. Este, con el acero cruzando su cuello, miró a Maynn sin
comprender lo que pasaba. Maynn sacó la espada, lanzando un chorro de sangre
contra el costado de su caballo. El hombre cayó de lado sobre su escudo. Los
otros dos guardias no tuvieron tiempo de reaccionar, pues los hombres de Ofthar
los mataron con la misma velocidad que Maynn.
Ofthar se acercó a Maynn, que ya tenía controlada su
montura.
-
Hay dos arqueros en esta puerta, veo otros dos andando por la
empalizada del norte, habrá que mandar a alguien arriba -indicó Maynn-. Hay
cuatro más en la otra puerta. Tenemos suerte, el puente levadizo está alzado
por orden del therk. No habrá que levantarlo.
- Rhennast,
manda a algunos hombres arriba. Eliminad a los arqueros que patrullan las
almenas. Cuando eliminéis a los de esta puerta, haced la señal para
Elthyn. -ordenó Ofthar, algo harto de la forma de hablarle de Maynn-.
Mhista, Maynn id a la otra puerta y acabad con los enemigos. Yo me quedaré aquí
para cuando Orot abra la puerta interior. Vamos.
Rhennast descabalgó y se llevó con él a cinco hombres,
los mejores con los arcos. Mhista, con Maynn y cuatro hombres descendieron la
loma hacia la puerta del puente. Él se quedó ligeramente oculto bajo el arco de
entrada con los otros cinco camaradas. Desde su posición pudo ver como Mhista y
Maynn se acercaron al puente levadizo y se pusieron a charlar. Todo parecía en
orden. Se habían infiltrado correctamente, en silencio. Pero de repente este se
rompió por el alarido de miedo de un guerrero al caer desde la empalizada
interior. Todos los presentes se volvieron hacia el foco del gritó y luego
hacia la empalizada, donde había un hombretón con cara de loco. Ese hombre solo
podía ser Orot.
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