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miércoles, 3 de junio de 2020

El mercenario (28)

Jörhk revisaba los cuerpos de los dos miembros del LSH muertos bajo la mirada de atónita de Diane. La chica había visto como los mataba por la pantalla de la consola. Después había abierto la compuerta y Jörhk había arrastrado los hombres al interior. Los había llevado hasta la parte más alejada del almacén y había comenzado a desarmarlos.
 
-       Tienen buenas armas, demasiado buenas para este grupo de anormales -dijo como saludo Jörhk-. Alguien está armando demasiado bien al LSH.
-       ¿Qué vamos a hacer con ellos? -preguntó Diane.
-       Nada, una vez que les vacíe los bolsillos, déjalos aquí. No molestan a nadie -contestó Jörhk-. Cuando termine iré hasta el ascensor. Con él podremos subir hasta la planta cincuenta. Luego ya veremos lo que hacemos. Pero en la vivienda de tu amiga. 
-    Vale -musitó Diane, que claramente parecía estar en estado de shock.
 
Jörhk se hizo con las armas, el poco dinero que llevaban encima, las placas identificativas, junto con una tarjeta de seguridad del edificio y un comunicador que llevaba el mayor de los dos hombres. De esta forma, escucharía los mensajes que se pasaban los miembros del LSH. Cuando terminó con los cuerpos, buscó algo con lo que taparlos, pues la cara de Diane parecía tener un tic muy raro, además de nerviosa. Era mejor que estuviese tranquila para que hiciese bien su trabajo.
 
Cuando le pareció que Diane estaba más calmada porque los cuerpos se habían convertido en un par de bultos debajo de unas telas que había encontrado, se marchó. No se alejó de la compuerta hasta que notó como esta se sellaba. Por el intercomunicador iban escuchando órdenes y llamadas para saber cómo estaba cada sector. Jörhk esperaba que los hombres muertos acabasen de pasar su informe a quien estuviese al mando antes de acercarse a él o estarían en problemas.
 
Por fin llegó a donde estaba el ascensor de servicio y su consola. Había sido desactivado pero gracias a la tarjeta de seguridad que había conseguido de los muertos pudo hackearlo y activarlo, aunque solo lo hizo por unos segundos. Era mejor no mantenerlo activado hasta que lo fueran a utilizar. Tras volver a dejarlo apagado inspeccionó algo más el área, pero no encontró a nadie más, por lo que los dos miembros del LSH eran quienes estaban encargados de ese sótano.
 
Regresó a por Diane y los otros. Cuando se reunió con ellos, se pusieron en marcha hacia el ascensor. Cuando caminaban hacia allí, Jörhk escuchó un par de llamadas a alguien que no respondía. Parece que estaban intentando contactar con los centinelas del sótano. El tono del que hacía la llamada parecía cada vez más irritado, incluso se refirió a un tal Hendric como un payaso y que no le gustaban sus bromas. Hendric quien sería, el mayor o el joven. Realmente a Jörhk le traía al pairo quien era en realidad Hendric. de todas formas debían darse prisa. No les venía bien que algún otro del LSH se dejase caer por allí. Al llegar donde el ascensor, puso a Diane de guardia, mientras él lo activaba con la tarjeta de seguridad. Cuando estuvo listo les hizo entrar y pulsó el botón del piso cincuenta. El aparato era un viejo, pero rápido, por lo que el ascenso sólo duró unos segundos.
 
Jörhk fue el primero en salir del ascensor cuando la compuerta de este se abrió. Estaban en una zona de servicio y no había nadie. Les ordenó salir y mandó el ascensor a unas cuantas plantas más arriba. Si los del LSH se ponían a buscar, tendrían que ir a otro piso. Después de que la compuerta se cerrase y el ascensor siguiese su ruta, ellos se pusieron en marcha. De la zona de servicio se pasaba a la de las viviendas por una compuerta que resultó estar abierta. Eso quería decir que ya no había nadie en la seguridad del edificio, pues esas zonas de mantenimiento no debían estar accesibles a los moradores de los apartamentos. En cuanto pudiese, pensó Jörhk tenía que enterarse que había pasado con la sala de seguridad del edificio, aunque mucho se temía que estaba bajo el control del LSH.
 
La zona de las viviendas estaba totalmente vacía. Los moradores de ese piso estarían en sus viviendas, esperando o rezando por que los dejasen en paz. Si había cámaras en algún lado, no los verían, pues había activado uno de sus aparatitos, en este caso un dispositivo que hacía que las cámaras de sobrecargasen. En el centro de seguridad se acabarían dando cuenta que algo se estaba cargando sus cámaras. En su camino, guiados por Diane tuvieron que cruzar el núcleo central, donde estaban los ascensores, y el acceso a la zona de mantenimiento. De este núcleo partían cinco brazos, en los que había seis viviendas en racimo. Ellos tomaron uno de ellos, que les llevó a una estancia circular donde se encontraban las compuertas, identificadas con una letra. Diane se acercó a la que tenía la F y pulsó en la consola.
 
Tuvieron que esperar un poco, pero al final se abrió la compuerta. Al otro lado había una shirat, parecida a la que venía con ellos, pero de la edad de Diane o algo mayor. Les apuntaba con una pistola y les hizo un gesto para que pasasen, aunque no parecía que Jörhk y el profesor Trebellor fueran a ser bien recibidos, pero Diane le pidió que les dejase pasar, a lo que la shirat accedió a regañadientes.
      

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