Beldek estaba sentado junto a una mesa redonda,
tomando un poco de café recién hecho. Al poco de marcharse el siervo, había
llegado otro diferente, más mayor y con autoridad. Le había llevado hasta la
habitación en la que se encontraba y le había anunciado que el general había
sido despertado y que pronto se reuniría con él. De eso ya habían pasado media
hora, pero el café y las pastas que le habían traído estaban muy ricos. Sin
duda el general tenía buenos cocineros en su casa.
La habitación era un pequeño estudio, aunque parecía
más una sala de mapas. A parte de la mesa redonda, que parecía idónea para
tomar algún tipo de refrigerio, había otra mesa cuadrada, de mayor tamaño.
Había estanterías en casi todas las paredes, llenas de mapas enrollados y
algunos códices. Si Beldek no estaba equivocado estaba en una sala de guerra.
Sin duda al general le gustaba estudiar las batallas pasadas o recrear otras
posibles en diversas localizaciones del imperio con los mapas.
El ruido de la puerta le hizo a Beldek dejar la taza
de café, y mirar hacia ella. Se iba a levantar cuando entro el corpulento
general Shernahl apareció por ella, ataviado con un inmenso batín de seda
rojiza, con faisanes bordados en hilo de oro. El general le hizo un gesto para
que no se pusiese de pie.
-
Espero coronel que su presencia aquí sea por algo importante -espetó
como saludo el general, con la cara roja, prueba indiscutible que hasta hacía
poco estaba dormido y bien dormido-. Sabe bien que comulgo con que el descanso
nocturno es primordial con el buen soldado.
-
Conozco bien sus órdenes, general -asintió Beldek.
-
Bien, entonces dígame porque ha venido -ordenó Shernahl, empezando
a sentirse molesto con el coronel.
-
El conde de Zornahl ha muerto -informó Beldek.
-
¿Qué ha dicho, muerto? -inquirió sorprendido Shernahl, que se dejó
caer en una silla frente a Beldek-. ¿Pero cómo? ¿No le habrá hecho algo en la
fiesta, verdad Beldek? ¿O era él nuestro criminal, nuestro culpable? Seguro que
estaba detrás de todo, pero no ha querido la ignominia de ser detenido. ¿Es eso
verdad?
-
Mucho me temo que no, señor -negó Beldek. Sabía que el general era
de esos nobles que preferían suicidarse antes de que sus familias fueran
salpicadas por sus actos viles o erróneos con respecto a la ética imperial-. El
conde ha sido asesinado antes de que nos revelase la verdadera identidad del
asesino. Más aún, creemos que quien está detrás de todo lo ha asesinado porque
le consideraba un cabo suelto.
- Cuénteme
todo lo que sabe o cree saber, coronel -dijo Shernahl con el rostro consternado.
Beldek le empezó a contar todo lo que habían recabado
sobre el asesino o la persona que Beldek creía que era la que movía los hilos
detrás del asunto de los asesinatos. El general asentía con la cabeza, hacía
pequeñas preguntas cuando no veía con tanta claridad lo que para Beldek era tan
cristalino. El general parecía cada vez más perplejo por lo que le contaba
Beldek.
-
Pero entonces, ¿Por qué cree que ese hombre ha hecho todo esto?
-preguntó Shernahl.
-
Creo que es una venganza contra el sumo sacerdote Oljhal, señor
-contestó Beldek-. Nuestro criminal es un antiguo sacerdote que seguía las
ideas el sumo sacerdote Jhiven. Llevará los últimos años, desde que Jhiven
murió y sus ideas con él. Malviviendo lejos de la cómoda forma de vivir como un
sacerdote. En esa situación un hombre puede ser muy capaz idear una venganza
como ante la que nos encontramos. Por lo visto intentó chantajear al conde
Yhurino con información sobre la familia de la esposa del conde. Pero parecía
que no conocía bien a Yhurino.
-
La esposa fue una gran mujer, la llegue a conocer -afirmó
Shernahl-. Y sé que Yhurino estaba muy enamorado de ella. Ella sabía hacer que
se sosegase en sus procederes, aunque en aquella época ya era uno de mis principales
granos en el culo, pero sin llegar al punto actual.
-
Solo nos falta saber la identidad del criminal, tenemos su
apariencia, el retrato -explicó Beldek-. Solo necesito que alguien me dé su
verdadero nombre. Le iré a preguntar al padre Ghahl, del monasterio. Puede
saber de alguien con información sobre los sacerdotes rurales de la época de
Jhiven.
- Hágalo,
Beldek y lo más pronto posible, porque sí que tenía razón en una cosa de este
asunto -mandó con vehemencia Shernahl-. Cuando se extienda la noticia de la
muerte de Yhurino y como ha sido, el clamor contra el sumo sacerdote Oljhal
será impetuoso. Incluso una vez muerto, Yhurino me va a dar quebraderos de
cabeza. Beldek, váyase a trabajar y a detener a ese miserable.
Beldek asintió con la cabeza, apuró el café y se
marchó. En el pasillo le esperaba un criado que le llevó hasta la entrada del
edificio principal, donde esperaba su caballo y escolta. Ahora tendría que ir a
molestar a un sacerdote y al resto de sus compañeros en el monasterio, pero se
tendrían que aguantar porque el tiempo apremiaba y el general esperaba
resultados. Antes de marchar decidió mandar un mensajero al cuartel, indicando
al sargento de guardia donde se iba a encontrar a continuación.
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