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miércoles, 17 de junio de 2020

El mercenario (30)

Jörhk había investigado cómo estaba el edificio y había ideado un buen plan, aunque lo primero que debía hacer era cargar los sensores del edificio en su ojo biónico. De esa forma podría saber dónde estarían la mayoría de sus enemigos y para ello tendría que asaltar la oficina de seguridad y allí colocar un espía informático.

Mientras estaba preparando las armas que se iba a llevar, entre ellas uno de los fusiles de asalto que había arrebatado a los centinelas del sótano se acercó Diane. El segundo fusil se lo dejaría a las chicas, por si acaso, pero si hacía bien las cosas, los locos del LSH estarían buscándole por los pasillos y plantas. Sin duda Diane tenía ese rostro de aquella persona que le comía la preocupación por dentro. Jörhk empezaba a pensar que la joven le había cogido cariño, aunque podría ser solo que estuviera en deuda con él por haberla ayudado, aunque recordando cómo se había puesto cuando lo había hecho, no le parecía que él le cayera bien a la muchacha.

-       ¿Quieres algo, Diane? -le preguntó Jörhk, sin perder tiempo con las armas.
-       Es la primera vez que me dices mi nombre -dijo Diane, con una mezcla de sorpresa, preocupación y alegría-. ¿No decías que si no sabíamos el nombre del otro no podríamos meterlo en un problema?
-       Que yo sepa vuestros nombres no es un problema, pues aún bajo tortura me los llevaría a la muerte antes de revelarlos -indicó Jörhk-. Yo estoy entrenado para ello. Te recuerdo que fui militar en activo. Aunque no lo creas he estado en las dos últimas guerras. Vosotras seríais el problema si supierais mi nombre, dudo que aguantarais lo que os harían estos animales del LSH.
-       Hemos sobrevivido a cosas peores que la tortura -espetó con amargura Diane-. En ese lugar donde vivimos, el día a día era peor que la tortura de la que hablas.
-       Podríamos estar hablando horas y no nos pondríamos de acuerdo sobre una tortura u otra -dejó caer Jörhk que no tenía tiempo para discutir con ella-. Querías algo, ¿no?
-       Quería ayudarte. Vas a salir ahí fuera y te vas a enfrentar a esos miserables solo -respondió Diane bajando la voz, como apurada por lo que decía-. No sería una buena compañera sino… 
-    Es mejor que vaya solo -le cortó Jörhk-. Además necesito a alguien que ya sabe disparar en el apartamento, por si algún enemigo se deja caer por aquí. Dudo que Ulvinnar sepa usar armas. Te necesito aquí, defendiendo el fuerte. Te dejaré un cuchillo, una pistola y este fusil. Tenlos a mano, pero lejos de miradas furtivas o malas manos. Ahora échale el contenido de este tubito a algo que se vaya a tomar el profesor Trebellor. De esta forma no os dará problemas durante el tiempo que no esté aquí yo.

Diane asintió con la cabeza, con un poco más de color en su piel. Tomó el tubito que le pasó Jörhk y se marchó. En el pasillo se cruzó con Ulvinnar que se acercó a Jörhk.

-       Le he dado una droga a Diane, para que se la haga tomar al anciano, esto le hará dormir mientras yo no esté -le informó Jörhk-. Os voy a dejar varias armas. Diane te puede enseñar cómo usarlas, pero no las disparéis aquí dentro o atraeréis a los del LSH. Si mi plan va bien, en la próxima madrugada volveré aquí para largarnos. Estad listos para ello. ¿Entendido?
-       Sí, pero solo confío en ti porque Diane parece tenerte en alta estima, pero sigo sin creer que seas un amigo -afirmó Ulvinnar, siguiendo a Jörhk por el pasillo que llevaba a la entrada del apartamento.
-       Eres libre de pensar en lo que quieras, Ulvinnar -indicó Jörhk-. Yo me voy ya, bloquea la compuerta una vez que me vaya. No abras absolutamente a nadie, ni a humanos ni a alienígenas. Solo a mí en la madrugada. No podemos ayudar a nadie más a escapar y no todos los residentes son buenos, tanto humanos como alienígenas, te venderán para salvar su pellejo, tenlo presente siempre. Pues muchos alienígenos no se diferencian demasiado de los humanos.
-       Nosotros sí -dijo con rencor Ulvinnar. 
-   Y mira cómo habéis acabado -le recordó Jörhk, al detenerse junto a la consola de la compuerta exterior-. Nos vemos en la madrugada.

La compuerta se abrió cuando Jörhk pulsó en la consola y salió al exterior. Por un momento miró a los ojos de Ulvinnar que lo miraban con odio, por lo que le guiñó un ojos. Entonces la compuerta se cerró y no se movió hasta que escuchó el bloqueo de la misma. Era el momento de ponerse en marcha. Se dirigió hacia el núcleo central del edificio, y comprobó que los ascensores seguían bloqueados. Por lo que se dirigió hacia las escaleras de emergencia, que solo las usaban los de mantenimiento. La compuerta de seguridad no le fue un impedimento y la abrió con facilidad. Esperaba no haber hecho saltar ninguna alarma, pues quería hacerlo en otro piso. Ascendió diez plantas a paso ligero, lo que le provocó un cansancio excesivo, lo que le indicaba que se estaba haciendo mayor para este trabajo.

Cuando llegó al piso donde iba a comenzar a actuar, se puso un auricular en su oído derecho, para poder escuchar las conversaciones del LSH, pues se había infiltrado en su ancho de onda. Ahora sabría lo que los jefes fueran ordenando. Durante unos minutos, estuvo escuchando las llamadas entre ellos y pudo saber dónde podría hacer el primer ataque. Era hora de ponerse manos a la obra. Esta vez abrió la puerta de seguridad con menos cuidado y destruyó una cámara de seguridad. Lo que al momento hizo que desde la oficina de la seguridad central dieran un aviso a los hombres de la planta para comprobarlo. Jörhk se relamió, empezaba la cacería.
  

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