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sábado, 24 de abril de 2021

El reverso de la verdad (23)

Pasado el mediodía tres coches de alta gama, tres Mercedes de color negro, con los cristales tintados cruzaban la verja colonizada por zarzas de la cantera. Los tres coches se detuvieron en el lugar donde había estado el Focus, aunque Andrei se había empleado en borrar sus rodadas. De los tres coches se bajaron varios hombres, todos impecablemente vestidos con trajes negros y grises. Solo uno de ellos desentonaba con una chaqueta de pana marrón. El de la chaqueta marrón tenía un ojo morado y varios golpes en la cara. Junto a él caminaba un hombre de hombros anchos y que el traje le quedaba ridículamente raquítico. Sin duda parecía un boxeador con un traje que no era para él.

El boxeador llevaba un móvil en la mano y le hizo un gesto al de la chaqueta de pana que se dirigieran hacia el borde de la laguna. En el suelo estaba el maletín que había dejado Andrei, abierto, con los fajos falsos dentro. Junto al maletín, en el suelo habían dibujado una flecha que apuntaba a la laguna, otra vez pacífica y calmada, no como cuando había caído en sus aguas el coche de los matones. El boxeador apagó algo en la pantalla y marcó un número. 

-   ¿Sí? ¿Los tienes, Emmanuel? -se pudo escuchar una voz por el otro lado del móvil. 

-   No, ha dejado el maletín y los fajos falsos -negó Emmanuel, con una voz templada. 

-   Estamos ante alguien listo, maldita sea -dijo el interlocutor-. ¿Algún rastro de los hombres de Charles? 

-   No -volvió a negar Emmanuel-. Junto al maletín hay una flecha que apunta a la laguna de la cantera. No hay ni un rastro más. 

-   Emmanuel, estamos ante un gracioso, o unos graciosos, y esos son siempre los más peligrosos. 

-   ¿Por qué? No lo entiendo -preguntó Emmanuel. 

-   Nuestros enemigos nos indican donde están los hombres de Charles. 

-   ¿En la laguna? -inquirió el hombretón. 

-   Muy bien, Emmanuel. 

-   Pero ahí no pueden estar -negó Emmanuel, que se ganó una carcajada al otro lado del aparato. 

-   Emmanuel, me gustas porque me eres totalmente leal, pero no piensas con claridad. Los muertos pueden estar en cualquier sitio. Los amigos de la gatita han dejado un mensaje. Si vamos a por ellos, correremos la misma suerte que los hombres de Charles. 

-   Entiendo -se limitó a decir Emmanuel, crispándosele el rostro. 

-   Bueno, pues estamos en un callejón salida, habrá que esperar a que ellos den un paso en falso. 

-   ¿Qué hago con Charles? 

-   Ya sabes que hay que hacer, te veo luego -la voz desapareció, a la vez que se terminaba la conversación.

Emmanuel guardó el móvil y miró a Charles. El hombre estaba nervioso, sin duda sabía que la había cagado y que iba a recibir un rapapolvo. Encima sus hombres habían desaparecido. Ahora se preguntaba por qué había decidido meterse en la investigación. Debía haber hecho lo que los de la organización habían mandado. 

-   ¿Qué va a pasar ahora? -preguntó Charles. 

-   Lo que tiene que ser, vamos -respondió Emmanuel.

Charles asintió y se dio la vuelta, andando de vuelta al coche. Emmanuel, a su espalda sacó su arma y disparó contra Charles, que cayó al suelo muerto. Emmanuel sabía demasiado bien que nadie debía cambiar o modificar las órdenes de su jefe. La venganza y el castigo eran inmediatos. Charles había querido ascender y se había equivocado. Y había recibido su justo premio.

Emmanuel se volvió hacia el coche, mientras sus hombres tiraron el cuerpo de Charles a la laguna, atado con varias rocas, que le mandasen al fondo rápidamente. Limpiaron su presencia y se marcharon de allí, para regresar a sus dominios.

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