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martes, 27 de abril de 2021

Lágrimas de hollín (76)

Durante la primera hora, Fhin, seguido por Usbhalo estuvo rehuyendo a la mayoría de invitados. Aun así sabía que era el centro de atención. Una nueva persona en un círculo tan pequeño, era algo digno de atención. Y Fhin podía notar como se le clavaban las miradas, unos ojos codiciosos la mayoría y otros miserables. No le gustaban ninguna de esas personas. Así que con moderación, estuvo bebiendo y comiendo, para después trasladarse al salón de baile. Fue allí donde se reunió con ellos Bheldur y también donde apareció ella. 

-   ¿Has estado cerrando muchos tratos, Bheldur? -inquirió Fhin cuando su amigo regresó, sonriente. 

-   He estado haciendo lo que a ti parece no gustarte -se quejó Bheldur-. Me temo que los Mendhezan no se han presentado en la fiesta, y eso que el hijo, Shonet, es un asiduo a este tipo de fiestas. Pero igual la falta de los Mendhezan ha provocado que los que les odian suelten más la lengua. De todas formas, parece que también se había invitado a varios miembros del gobierno imperial, pero la han rechazado. 

-   ¿Y eso? -preguntó Fhin. 

-   A los que he preguntado les ha parecido raro -señaló Bheldur-. Parece que los mandos imperiales y los funcionarios están nerviosos por algo. El alto magistrado Dhevelian era un habitual de estos saraos pero desde hace unos días no sale mucho de residencia, a excepción de ir al palacio del gobernador. 

-   Se podría decir que teme a algo -murmuró burlón Fhin.

Bheldur iba a responder cuando se montó un revuelo en uno de los lados de la sala de baile. Los dos miraron hacia allí. Había un par de señoras, junto a una joven, de unos veinte años, que vestía bien, pero igual no demasiado ostentosamente como otras de las invitadas. Un hombre algo más mayor que ella parecía tocarse la cara. 

-   ¿Quién es ella? -quiso saber Fhin. 

-   ¡Hum! 

-   ¿No lo sabes? -se hizo el sorprendido Fhin, por la reacción de Bheldur. 

-   Sí, sí sé quien es -indicó ofendido Bheldur-. Se llama Arhanna, Arhanna de Fritzbaron. Es la única hija y heredera del duque de Fritzbaron. Llegó hace unos meses a la ciudad. Por lo visto está buscando un esposo digno para ella. Por ahora hay un buen número de pretendientes tras ella. O más bien de su título. 

-   ¿Solo de su título? ¿Por qué? 

-   Los Fritzbaron dicen descender de la una rama que se separó de los Mars mucho antes de la caída del reino -explicó Bheldur-. Por lo que sé, son originarios de Welnar, al… 

-   Al oeste de la provincia, en el nacimiento del gran Nerviuss y sus primeros afluentes -le cortó Fhin, que se sabía de memoria las lecciones del viejo Fibius-. Es una región pobre, pero hay muchas minas de hierro. Gracias a los torrentes impetuosos, pueden mover las ruedas de molinos y herrerías. 

-   Bueno, pues si ya sabes eso, no tengo que contarte que el ducado languidece o más bien sobrevive con lo justo -prosiguió Bheldur-. Además sin un hijo varón la casa principal perdería el ducado. Ahí está el problema de la muchacha. Pues los que se han acercado a ella la depredan con las ganas de mejorar su apellido, su posición o simplemente ganar las herrerías y las minas. 

-   Es raro que ningún imperial esté interesado -murmuró Fhin. 

-   Bueno eso sería una mancha para cualquiera de ellos -se burló Bheldur-. No les mirarían muy bien al regresar a su capital si lo hiciesen con una mujer provinciana. Parece que el orgullo es algo de todo tipo de personas. 

-   Entiendo -susurró Fhin, echando un nuevo ojo a la joven-. Bheldur, puedes volver a mezclarte con los invitados, a ver si obtienes más información. Cuanto más sepamos mejor, ¿no?

Bheldur le miró intentando descubrir qué había tras esas palabras, pero no detectó mucho, así que se marchó, para recabar más datos que les pudieran ser interesantes para sus intereses. Fhin al verse de nuevo solo, aunque Usbhalo se encontraba a pocos pasos de él a su espalda. Empezó a deambular alrededor de la zona de baile hasta quedar a pocos pasos de la joven heredera. Al pararse cerca, la muchacha le miró y este hizo un ligero movimiento de cabeza. La muchacha enarcó las cejas y en su rostro lució una ligera sonrisa. 

-   ¿Bailáis? -le preguntó la muchacha de sopetón a Fhin. 

-   Algo -se limitó a decir Fhin-. Aunque me temo que no soy demasiado bueno. 

-   Eso lo puedo evaluar yo mejor que tú -le señaló la muchacha que se miró sus propios pies-. Si me aplastas los pies, pues entonces en verdad eres un mal bailarín. 

-   Sea pues. 

-   Aunque tu escolta no te podrá seguir, ya que podría provocar un caos con las otras parejas -advirtió la muchacha a Fhin.

La muchacha le tendió la mano y Fhin se la tomó, tras hacerle una seña a Usbhalo para que se quedara quieto en donde estaba. La mueca que apareció en el rostro de Usbhalo indicaba que aunque no le gustaba la idea, no se movería. La muchacha guió a Fhin hasta un punto vacío de la sala de baile y se prepararon para moverse, al son de la música que el octeto de músicos se preparaba para ejecutar. Con los primeros compases, Fhin ya estaba sudando por el pánico que le daba liarla en la zona de baile. Pero iba a hacer igual que en sus clases con Shar, no quitarle ojo de encima y así imitarla en los pasos que diera.

La música empezó y los dos bailarines comenzaron con los pasos y los movimientos. Los de la muchacha eran más ligeros, los de Fhin marcados por la rigidez y lo que le costaba imitar los de la chica. Esta al ver que su acompañante no la dejaba de observar se empezó a poner roja y nerviosa, empezando a cometer algunos errores que terminaron en pisotones sobre los zapatos de Fhin.

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