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martes, 6 de abril de 2021

Lágrimas de hollín (73)

Los pasos de Fhin resonaban con fuerza en el suelo de mármol pulido de color ocre, sobre el que caminaba junto a Bheldur, seguido por Usbhalo. El edificio que había comprado Bheldur por orden de Fhin era lo que este esperaba. Construido en un tiempo de opulencia, no habían escatimado ni un solo detalle de gusto caro. Los suelos y las paredes con los mejores mármoles, granitos y calizas. Todas las losas pulidas hasta hacer que brillasen. Los techos y las partes altas de las paredes estaban pintadas y las molduras rebozadas en pan de oro. Los anteriores dueños debían haber gastado ingentes cantidades de dinero en la construcción de semejante lugar. Las ventanas, la mayoría de vidrio transparente, pero también había vidrieras de bellos colores, que rivalizaban con las de los templos. La decoración interior era recargada. No había parte de las paredes que estuviese vacía de algo. Inmensos cuadros, la mayoría de batallas o paisajes, aunque también quedaban los de los miembros de la vieja familia. 

-   Podemos mandar que pinten otros cuadros -indicó Bheldur señalando un retrato de una mujer oronda que ocupaba una pared-. Sería interesante colgar uno de Gholma vestido de comandante militar. 

-   Algunos se reirían más o menos de ello -asintió divertido Fhin, debido a la chanza de su amigo-. Pero nos podemos quedar con ellos. Solo retira aquellos que sepas que la nobleza de la ciudad aún pueda reconocer. El resto si llevan muertos más de cien años dudo que les recuerde nadie en la ciudad. 

-   Como desees -afirmó Bheldur. 

-   Habrá que hacerse con criados -murmuró pensativo Fhin, mirando otro de los cuadros, que representaba un paisaje lleno de cataratas y bosques-. Solo personas de confianza. Tal vez gente de la Cresta. También necesitamos trabajadores para el almacén.

Junto a la casa, había un almacén de dimensiones medianas, pero que Fhin ya había adquirido y que haría de fachada de sus negocios legales. Se haría pasar como el hijo de un mercader que provincias que le había mandado para establecer una base en la ciudad. Ya había mandado a Bheldur de avanzadilla para hacerse con una licencia del gremio de mercaderes. Con suficiente oro había podido mitigar las posibles peticiones de información del encargado del registro y con ello, impedir tener más información de la que era necesaria. Aun así el oro no sería capaz de limitar las sospechas de la gente.

En el mundo de los mercaderes, la información era una de las armas más importantes, más que las propias mercancías y el oro. Y Bheldur sabía demasiado bien que a Fhin no le gustaba que se airease demasiado de sus verdaderas intenciones y en cambio conocer la de sus enemigos, incluso la de sus cercanos. 

-   ¿Qué tal va vuestra búsqueda, Bheldur? -preguntó de improviso Fhin, parándose ante una de los ventanales y moviendo un poco las cortinas para que entrase la luz.

Bheldur suspiró y miró al exterior. Hacia unas semanas les había ordenado a él y a Shar investigar a Corredor. Con ese nombre no podría realmente hacer nada, ya que era un alias y por lo que había llegado a saber hacía mucho era tan falsa como la otra identidad que había sabido de él. Pero eso no había desanimado a Bheldur, pues sabía que tenía la total confianza de su señor y amigo. 

-   Creo que tenemos una pista, pero traerlo a tu presencia puede que sea contraproducente -indicó Bheldur. 

-   Explícate -pidió Fhin. 

-   Ese hombre, Corredor, tenía engañados a los otros ladrones y a los mercaderes que parecía que estaban detrás. Nos ha costado días dar con él, pero lo hemos hecho. Pero lo curioso es para quien trabaja. Un asunto que da un nuevo matiz a todo el asunto del robo. 

-   ¿Un nuevo matiz? -repitió Fhin, interesado, que soltó la cortina y miró a la cara de Bheldur. 

-   Se podría decir que había un implicado más en la conspiración -explicó misterioso Bheldur-. Uno del que no sabían el resto de implicados o que no ha querido reconocer el señor Mendhezan. El jefe o señor de Corredor no es otro que Shonet de Mendhezan. 

-   ¿Un Mendhezan? 

-   Eso parece -asintió Bheldur.

Sin duda eso hacía la cosa más interesante. Fhin sabía que los Mendhezan eran los últimos que recibirían su venganza y a la vez eran los más peligrosos. Eran como víboras y se defenderían de su ataque. Por eso debía crear un divertimento acorde a las necesidades. Fhin debía atacar a la cabeza del clan y cuan era caprichoso el destino que tal vez era la propia familia la que iba a propiciar su propia auto implosión. Ya veía lo divertido que iba a ser lo que se acercaba.

Fhin siguió visitando la casa, y los jardines, que aunque pequeños eran impresionantes. Incluso había un pequeño laberinto de setos. El gusto por la perfección de los anteriores dueños le dejaba sin palabras. Esa casa le iba a venir muy pero que muy bien. Allí se trasladaría él y ciertas personas, pero no todos los compañeros, ni los más leales. La Cresta no podía quedar sin gobierno.

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