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martes, 13 de julio de 2021

El dilema (84)

Durante horas, los soldados de la fortaleza iban entrando y saliendo por las puertas de la empalizada, para hacerse con más y más carne. Pero no fueron los únicos en acercarse. Primero fueron las aves carroñeras, pero pronto aparecieron las bestias de tierra. Unos lobos enormes aparecieron de la nada y los soldados decidieron con tino regresar a la seguridad que les daba la empalizada. Ya se habían cobrado lo que les correspondía y ahora sería la naturaleza la que se encargase.

Alvho había observado cómo los hombres a parte de la carne se hacían con otros elementos, piezas de cuero o algún arma interesante. Estos pequeños trofeos eran escondidos en la carne, para evitar que las parejas de druidas y guardias de la unidad de escolta de Dharkme se lo quedasen con todo. Aun desde la almena donde estaba situado Alvho, podía ver el malestar de los guerreros por la medida del señor Dharkme que daba más peso a la avaricia del druida que el premio a los guerreros por su esfuerzo. 

-   Unas bestias enormes -dijo una voz a su espalda, que resultó ser la de Gherdhan que estaba de pie junto a Asbhul. 

-   Y peligrosas, solo viendo como luchan entre ellas por un bocado -señaló Alvho. 

-   Me temo que la jugada que habíamos pensado para esta noche ya no va a ser posible -murmuró Asbhul, mirando a los enormes lobos-. Los hombres no querrán jugársela ante esas bocazas. 

-   Supongo que habíais ideado una nueva jugarreta -intervino Alvho-. Pero estoy con vosotros, con esos bichos, no hay forma de hacer nada fuera. Aunque me temo que los Fhanggar avanzarán con más cuidado mañana. Mirarán en cada arbusto, antes de caer al suelo como hoy. 

-   Si tú fueras su líder y crees que vas a ganar, ¿cómo lo harías? -indagó Gherdhan. 

-   Un ataque a pie sería una pérdida de hombres, no creo que sepan luchar con escudos, ya que estos son pesados para llevarlos en los caballos -empezó a elucubrar Alvho-. Si yo fuera ellos, me acercaría más para lanzar flechas. De esa forma haría que los nuestros se tuvieran que esconder y tal vez intentaría abrir uno o varios huecos en la empalizada. 

-   ¿Uno o varios huecos? -repitió Gherdhan sorprendido-. ¿Y cómo conseguirían eso unos enemigos que carecen de máquinas de guerra, o cualquier cosa que no sea caballería? 

-   Solo lo veo de una forma, usar a los caballos para tirar de los troncos de la empalizada -explicó Alvho-. Con uno o dos abajo pueden hacer más ancha la apertura o simplemente entrar a caballo. Es lo que yo haría. Y claramente también se lo que haría para fastidiarles. 

-   ¿A si? -dijeron al unisono Gherdhan y Asbhul.

Durante un par de horas les explicó lo que él haría para evitar que el enemigo se hiciera con rapidez del terreno entre la empalizada y la muralla en construcción. Los dos hombres escuchaban en silencio, aunque de vez en cuando preguntaban alguna duda o requerían de algo más de parte de Alvho. Cuando los dos líderes se marcharon, deseosos de poner a los hombres a trabajar, ambos estaban seguros que Alvho era algo más que un guerrero o un asesino. Y que mantenerlo a las órdenes del sucesor de Dharkme sería beneficioso para el señorío.

Cuando Alvho descendió a los comedores de la torre, se encontró que estaba casi lleno. Pero los guerreros le fueron dejando paso, ya que a grandes rasgos, era el sucesor de Shelvo y por ello todos los allí presentes le respetaban demasiado. Alvho se sentó en la mesa que ocupaban sus hombres y casi al momento Aibber le entregó un perol lleno de un estofado de carne, con más carne que otra cosa. Alvho sonrió, ya que en campaña habían tenido más sopas aguadas que un plato como ese. Sin duda las despensas de la fortaleza se habían llenado con creces. 

-   ¿Mañana habrá batalla? -preguntó en voz baja Aibber. 

-   Mañana será la batalla, Aibber -respondió Alvho-. Pero si mañana seguimos defendiendo la muralla interior, será la victoria nuestra. Los Fhanggar pueden hacer caer empalizadas de madera, pero no paredes de roca. Tendrán que tomar las murallas, aunque inacabadas, al asalto. Ya no les servirán de mucho los caballos y tal vez mañana podamos formar muros de escudos como Ordhin pregona.

Aibber asintió con la cabeza y regresó su atención a su comida. Alvho notó que las tripas le rugían, el apetito le había regresado y con fuerza.

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