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sábado, 10 de julio de 2021

El reverso de la verdad (34)

Andrei había salido del parque por otra parte, no regresaron sobre sus pasos, ya que no quería reencontrarse con los argelinos, aunque dudaba que aún siguieran donde les había dejado. Ya en el coche, Helene, ayudó a Margot a sentarse atrás, antes de ocupar ella el asiento de copiloto. Mientras Andrei conducía de regreso a la pensión, Helene interrogó a Margot sobre la existencia de una puerta trasera en la pensión. Curiosamente, había una salida de emergencia que estaba casi siempre mal cerrada. Ella entraba por ahí constantemente así podía esquivar al recepcionista, un hombre asqueroso que le gustaba que le pagaran en especie. Helene le aseguró que si era tan mal tipo, que les mostrase esa entrada privada de Margot. Por alguna razón, que Andrei no conseguía conocer Margot se había abierto más a la desconocida Helene, que a él. Por un momento, Andrei tuvo la idea de que Margot pensaba que Helene era una de ellas. Si esta era la conclusión verdadera, Andrei se la guardó para sí. No le convenía tener a Helene en contra.

Aparcó cerca de la pensión, en una calle protegida. Fueron andando y entraron por la puerta trasera, que les llevaba hasta unas escaleras de servicio que no eran las principales. Subieron hasta el segundo piso y cruzaron un pasillo tan destartalado como todo el establecimiento, hasta una puerta. Margot sacó unas llaves y la abrió. Andrei se fijó en el grosor de la misma, era fina como el papel. Esas puertas no protegían de nada.

La habitación era el summun de la pobreza y la dejadez. Las paredes, en otro tiempo de papel pintado, ahora estaba rasgado en jirones, ocupado por manchas de moho y otros tipos de humedad. El suelo era de moqueta, oscura, con manchones de varias tonalidades. Una de ellas tenía que ser sangre, pero del resto, Andrei prefería no averiguar que. La habitación tenía una cama doble, de matrimonio, con unas sábanas andrajosas, un armario que casi llegaba al techo, una cómoda, un par de mesillas con unas lamparillas demodé encima. No había nada más. Por lo que dedujo que el mueble bar estaba en el armario o era otra mentira del recepcionista. Se acercó al baño, pero más allá de ver una bañera, un urinario, y un lavabo, prefirió no ahondar en su interior. 

-   ¿Bueno, qué queréis hacer? -preguntó Margot, que se había quitado el top, quedando sus pechos al aire.

Andrei miró el cuerpo de Margot y entendió lo que había pasado. La heroína, ella había sido la causante de su situación. El brazo izquierdo estaba lleno de los pinchazos habituales del drogadicto. También explicaba el resto de rasgos que presentaba y posiblemente fuera el porqué de que sufriera de diferentes personalidades. 

-   En primer lugar, tapate -pidió Andrei, sentándose en la cama, intentando no mirar las costillas que se marcaban con saña en el torso, ni los pechos escuálidos, caídos y carentes de atracción-. Ya te he dicho en el parque que solo quiero hablar. 

-   ¿Ella también? -inquirió Margot-. Se me da bien sacar el placer de otra mujer. La veo necesitada. 

-   No te preocupes, yo estoy bien -aseguró Helene, sorprendida por la afirmación de Margot-. Mejor que te vistas y le respondas a él.

Margot se acercó al armario, lo abrió y sacó un batín, con el que cubrió su cuerpo. Tras eso se sentó en la cama, al otro lado de donde estaba sentado Andrei, ante la ventana, la única que había en la habitación, aunque las persianas estaban bajadas, pero con listones rotos. Mientras permanecía sentada, se las arregló para quitarse la falda, pero sin quitarse el batín. 

-   Tú dirás, corazón -le indicó Margot a Andrei. 

-   Ya te he dicho como me llamo, soy Andrei Dubois -afirmó Andrei-. Estoy investigando la muerte de Sarah. Seguro que te acuerdas de ella, ¿verdad? 

-   Sarah… -murmuró Margot, mirando al armario, pero como si mirase a otro lugar. 

-   Sé que la asesinaron para ocultar lo que se estaba haciendo en la productora -prosiguió Andrei-. Ella investigaba algo. Algo que era peligroso. Algo en lo que tú estabas metida. Ella habló contigo de las chicas, de las actrices que aparecían en los créditos de las producciones que tú llevabas, pero que no trabajaron nunca para ti. Eran actrices falsas, ¿verdad? 

-   Actrices falsas… -volvió a repetir Margot como ida. 

-   Por favor Louise, dime lo que le contaste a Sarah en aquella ocasión -le pidió Andrei, aunque más que un ruego era una orden.

Margot permanecía sentada, mirando al armario, pero en sus ojos habían aparecido algunas lágrimas. Miró a Andrei con los ojos llenos de agua, un lloro que no parecía poder detener. Andrei lo tuvo seguro al ver las lágrimas, Louise había regresado desde la cárcel profunda donde Margot la había escondido.

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