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martes, 20 de julio de 2021

Lágrimas de hollín (88)

El alto magistrado Dhevelian había sido llevado a una sala con una decoración exagerada, con demasiado pan de oro y colores brillantes. Quien idease ese juego de estilos debía ser una mente enferma, pensó Dhevelian, por lo menos, a él no le gustaba demasiado. Le habían traído unos panecillos con miel y carne, junto con vino blanco y tinto. Dhevelian pidió el blanco. Un hombre bien vestido, que parecía que era un asesor, no un simple mayordomo, le pidió disculpas por parte de su señor, que ya no esperaba ninguna visita y se estaba preparando para recibirle. 

-   Alto magistrado, que honor tan insospechado tenerle en mi humilde morada -dijo Fhin al entrar sin hacer ruido en la estancia, lo que hizo que Dhevelian se atragantase, ya que estaba bebiendo vino. 

-   El placer es mío -logró decir Dhevelian tras una serie de toses y carraspeos. Pudo ver a quien le había hablado, que supuso que era Malven y junto a él, el hombre que le había recibido.

Fhin se sentó en un butacón junto al que estaba sentado Dhevelian y se quedó mirándolo, como si esperase a que el burócrata empezase la conversación, pero parecía que no iba a llegar eso. 

-   Bueno, alto magistrado, me tiene en un puño -dijo por fin Fhin-. ¿Qué puedo hacer yo por el alto magistrado de la ciudad? 

-   Bueno, la verdad es que quería conocerlo y así hacerme una idea de quién es usted, señor de Jhalvar -indicó Dhevelian, como si fuera algo normal en su vida, pero Fhin estaba seguro que se guardaba algo más. 

-   Si es eso lo que buscaba, podríamos haber coincidido en cualquier reunión de la sociedad a las que he asistido, alto magistrado -comentó Fhin-. No me temo que esta visita tiene algo que le preocupa más o a lo que le ha estado dando vueltas. 

-   ¡Ah, señor de Jhalvar! Me temo que sin duda es un mercader y le gusta ir directo a los negocios -habló Dhevelian. 

-   Y alto magistrado, puede llamarme Malven, el señor de Jhalvar es mi padre, aun -intentó Fhin quitar presión a la conversación como haría un hombre de su posición. 

-   Está bien, Malven -asintió Dhevelian-. Voy a ir a lo que me preocupa. He recibido unas acusaciones de una serie de hombres de bien, a los que debo atender, ya me comprende, nobles y mercaderes de la ciudad. Estos prohombres aseguran que no está llevando sus negocios de forma caballerosa, incluso hablan de que comercia con mercancías que las autoridades imperiales no verían con buenos ojos. 

-   ¿Prohombre? ¿Se está refiriendo a Shonet de Mendhezan, verdad? -interrogó Fhin a Dhevelian, que al escuchar el nombre de Shonet se removió nervioso en su asiento-. Me temo que mis negocios están avalados por las autoridades imperiales. Si cree que no es así, puedo mandar una misiva a mi padre y este al virrey del sur. Estoy seguro que el gobernador de la provincia se quedará más tranquilo si el virrey del sur le escribe. 

-   ¡Oh, no, por favor! No me gustaría que el virrey del sur tuviera que molestarse en escribir nada por tan tonta indiscreción de un noble atormentado, por favor, piense que soy un pobre burócrata que le llegan todo tipo de informaciones, algunas de ellas falsas -intentó disculparse Dhevelian.

Fhin ya sabía que solo la idea de que el virrey del sur enviase una carta al gobernador, por unas supuestas injurias, no le iba a dejar en buena posición con el gobernador. Más aún, dado que su situación ante la autoridad imperial ya no era precisamente buena, preferiría que no le molestase. En cambio, tenía algo mejor para Dhevelian, el último que debía recibir su justo castigo, ya que su carrera se había levantado gracias al ajusticiamiento de su padre. Estaba seguro que tenía que haber sido uno de los informadores traidores. Que regresase al fondo del escalafón sería el mejor de los castigos, pues la muerte del alto magistrado no era lo que buscaba. 

-   Visto su gran determinación por la paz de la ciudad, alto magistrado, yo como buen ciudadano, aunque lleve poco, he conseguido una información que le podría interesar -dijo Fhin, como si fuese un amigo de toda la vida. 

-   No me diga, Malven -Dhevelian respiró más tranquilo, aunque esperaba ahora no recibir una información contra Shonet de Mendhezan. Desde que el noble le había hablado estaba seguro que eran las quejas del perdedor, pues sabía que la dama Arhanna había posado sus ojos en el mercader y no en el noble. A fin de cuentas, Malven era más guapo y le respaldaba un colchón de oro, el título ya lo tenía ella, para que poseer dos. 

-   Mis capataces han escuchado que se prepara un robo importante en un almacén del barrio de mercaderes -informó Malven, que pudo ver una mueca de respiro y otra de interés. Le contó las pinceladas que precisaba, para que pareciera que en verdad los capataces de Malven habían oído algo interesante en una taberna.

Cuando el alto magistrado abandonó la vivienda, se llevó la promesa de Malven de que le pasaría la información del almacén y cuando sería el golpe. Fhin estaba seguro que se iba a encontrar con un problema diferente del que esperaba.

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