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martes, 27 de julio de 2021

El dilema (86)

Ireanna y Alvho se miraban mutuamente, intentando descubrir lo que cada uno escondía en su cabeza. La pregunta de Alvho aún resonaba en la cabeza de Ireanna, como si fueran unos golpes de mazas gigantes. 

-   Deberías tener cuidado con esas palabras, los oídos de Ulmay son muchos -advirtió Ireanna, observando a todos lados-. Sus druidas, unos fanáticos al servicio de Ulmay, deambulan por todo el campamento, escuchando cada una de las palabras de los tharn, therk y los guerreros. Quiere estar al tanto de todo lo que pasa en su reino. 

-   ¿Su reino? ¿Querrás decir el de Dharkme? 

-   Sé lo que quiero decir -negó Ireanna-. Dharkme no es más que una cáscara vacía. Más interesado en los rezos que en lo que hay delante de él. No gobierna, no lucha, le ha dejado todo en manos de Ulmay o más bien del líder del clan que le protege. Por lo que sé, planean destituir a Gherdhan pronto. 

-   Sin Gherdhan el ejército se alzará contra Dharkme y Ulmay -indicó Alvho. 

-   Puede que sí o puede que no -dijo Ireanna como si supiera más de lo que podía indicar. 

-   De todas formas, lo que he dicho se puede hacer -aseguró Alvho. 

-   No se puede, nadie puede entrar sin permiso a la fortaleza del puente. Nadie puede llegar hasta Ulmay, a excepción de sus druidas. 

-   Bueno, supongo que tú si que puedes recibir visitas en tu cárcel -señaló risueño Alvho.

Ireanna le miró meditabunda y por un ligero momento una ligera sonrisa apareció en las comisuras de sus labios. 

-   Sí, yo no puedo abandonar a Ulmay, pero nada pasa si alguien me visita o me trae algo -asintió Ireanna. 

-   En ese caso dime lo que quieras y por la tarde te iré a hacer una visita -aseguró Alvho-. Deberás hacerte con las ropas de uno de esos druidas. El resto corre de mi cuenta. Pronto serás libre. 

-   Así que el gran Alvho realizará una nueva cruzada, por una mujer, nada menos -se burló Ireanna, guiñándole un ojo. 

-   La verdad es que llevaré a buen puerto el deseo de los muertos, viejos camaradas caídos por las artimañas de ese loco -debatió Alvho.

Ireanna le explicó lo que tendría que decir y lo que podría traer, para que los druidas y los guardias no sospechasen de él. Lo principal es que diera un nombre falso y que pareciese un siervo o un guerrero raso. Cuando el cerebro de Alvho guardó cada uno de los conocimientos y explicaciones de la mujer, hizo una reverencia falsa y se marchó. Ireanna se volvió hacia el río, y rezó, esperando que lo que había asegurado Alvho se cumpliese. Tras ello, regresó a la fortaleza del puente. Alvho iría más tarde y tenía que preparar las cosas.

Alvho regresó a la fortaleza norte y se dedicó un par de horas a preparar a los hombres para pasar la siguiente noche. Hizo las asignaciones para las guardias y dejó a Aibber al cargo de sus hombres. Estuvo en una reunión con Asbhul, pero no le contó ni una sola de las palabras de Ireanna. Si lo que tenía en mente para esa noche salía bien, ni el tharn, ni el canciller debían estar enterados. Todo dependía de su pericia y que Ireanna cumpliese su papel en la trama. Todos se librarían del peso que les llevaba atenazando ya tanto tiempo.

Cuando por fin terminó con sus obligaciones como therk, regresó a la soledad de su cuarto, en ese momento vacío. Se cambió la armadura de therk, por sus ropas ligeras de trabajo. Nunca se sabía lo que podía necesitar, por lo que se hizo con casi todo su repertorio de elementos mortales. La mayoría los llevaba tan bien escondidos que ningún guardia sabría encontrarlos sin ayuda. Esperaba que con ellos fuera capaz de eliminar a su única presa.

En las sombras, se marchó de la fortaleza, sin que nadie le viese, sin que nadie le advirtiese o se diera cuenta de él. Pero Alvho estuvo seguro que unos ojos si le observaban. En alguna parte Aibber le estaba viendo con toda claridad, pero como buen seguidor, no abrió la boca, ni se despidió. Ahora eran dos los que podían saber lo que iba a ocurrir y los dos lo esperaban. Aunque, pensó Alvho, el resultado no iba a ser el mismo en las sos mentes.

Con la claridad menguante de la tarde, Alvho cruzó el mar de tiendas y llegó hasta la entrada de la fortaleza del puente. Allí un guerrero le dio el alto y él dijo las palabras que le había indicado Ireanna. Este se puso blanco y le pidió que esperase un momento. Al rato apareció con un druida que le pidió que repitiese el mensaje, a lo cual le indicó que le siguiese. No hubo nombres ni nada más.

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