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martes, 6 de julio de 2021

Lágrimas de hollín (86)

Le hicieron entrar en un salón que poco distaba de uno de los que habría en su vivienda, donde había hecho multitud de bailes, pero aquí parecía más un almacén que otra cosa. Le llevaron hasta una mesa, donde había varias jarras con vino y cerveza, así como unas fuentes con comida. Le indicaron una silla y Shonet se dejó caer sobre ella, estaba verdaderamente cansado. Los hombres se separaron, como dejándole espacio, pero sin quitarle la vista de encima. 

-   ¿Tú debes ser Shonet de Mendhezan? -una voz grave sonó detrás de Shonet, que se volvió para ver quien hablaba. Se quedó sobrecogido al ver un hombre con una máscara de oro que le cubría la cara. El resto de la cabeza lo ocultaba con la capucha de una capa de tela ligera. 

-   Sí -se limitó a murmurar Shonet. 

-   ¿Y qué puede interesar a Jockhel de un noble apestoso? -inquirió Fhin, manteniendo su voz grave. 

-   Me habían dicho que tal vez podríamos hacer negocios, puede que… 

-   Te lo dijo ese idiota de Ghalva -le cortó Fhin, al tiempo que sacaba algo de una bolsa y la tiraba sobre la mesa, a escasos centímetros de Shonet, que lo miraba con ojos como platos. Parecía una lengua humana-. Ghalva trabajaba para mí, yo le daba oro, pero parece que le gustaba demasiado, y lo obtenía de otros sitios. Pero siempre es un riesgo tener una lengua demasiado suelta, a veces le gusta migrar sola, ¿no crees, Shonet? 

-   Pu pu puede ser -titubeó Shonet, que no quitaba la vista de la lengua, que había sido cortada, pero no de forma limpia, sino con alguna técnica para que en verdad sufriera. 

-   Pero bueno, ya que te has atrevido a venir hasta aquí, lo mejor será darte la oportunidad de que me cuentes qué es eso que me puede interesar -indicó Fhin, sonriente, aunque eso no lo podía ver Shonet. 

-   Necesitaría, no, más bien me sería un gran honor que me ayudases con un problema que tengo -explicó Shonet-. Tengo un enemigo que parece que es intocable. Pero eso no suele ocurrir. Y creo que hasta ahora es así su posición porque tú le ayudas. 

-   Yo ayudo a mucha gente -dijo Fhin-. Pero ya sé de quién me hablas, de Malven de Jhalvar. Me gustaría que te dejases de misterios y palabras sin peso. Quieres acabar con Malven porque se ha metido en tu juego con la muchacha esa, ¿no? Bueno a mi los juegos que tenéis entre los de la alta sociedad me da igual. Malven me paga y eso me basta. Intenta luchar contra él si puedes. 

-   Espera, yo te puedo pagar más, es oro lo que quieres, ¿no? -intervino Shonet. 

-   ¿Estás seguro que me puedes pagar más? -inquirió Fhin, haciéndose el sorprendido. 

-   Seguro -afirmó Shonet. 

-   Bien, pues vemos, Malven me ha prometido un tonel de oro que me pagará en dos semanas, cuando llegue parte de la mercancía que va con destino a su padre en el norte -señaló Fhin-. Si me pagas más que él, mi parecer cambiará y te apoyaré a ti. 

-   ¿Qué mercancía es la que va a llegar? -preguntó Shonet, aun sorprendido por el pago de Malven a Jockhel. un tonel de oro era una barbaridad. Ni él tenía tanto. 

-   No, no, no, nada de información hasta tu pago -negó Fhin-. Y claramente creo que lo obvio es un tonel y medio de oro. Te puedo asegurar que si me pagas, Malven no volverá a ser un problema para ti. 

-   Necesito tiempo -pidió Shonet. 

-   Tienes una semana para hacer tu depósito o no te ayudaré -advirtió Jockhel-. Y si pasa ese tiempo y no hay oro, tú te convertirás en mi enemigo. No se me hace perder el tiempo. Puedes picar algo. Cuando estés listo levantate y te acompañarán de vuelta a los jardines imperiales. 

-   ¿Cómo podre avisarte cuando tenga el pago? -quiso saber Shonet. 

-   Lo dices por el pobre Ghalva, no te preocupes, en una semana uno de mis hombres de confianza se presentará en tu casa, si le entregas el pago, te dará la información que precisas para acabar con Malven, si no le das nada, ponte a rezar -le dijo Fhin, antes de marcharse, desapareciendo entre las cajas y las sombras.

Con una mezcla de disgusto y terror intentó picar algo de lo que había en las fuentes. Para su sorpresa estaba extrañamente sabroso. Bebió algo de vino y al final se puso de pie. Los hombres le llevaron fuera, cruzando el pasillo de cabezas y entonces se dio cuenta que había sido un error picar algo. Con náuseas que le embotaban la cabeza llegó al carruaje y siguió mareado hasta que le dejaron en los jardines imperiales. Cuando se quedó solo, empezó a pensar, tenía que conseguir esa cantidad de oro, pero de donde.

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