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martes, 20 de julio de 2021

El dilema (85)

Por la tarde, Alvho decidió dar un paseo por la fortaleza y sus pies le llevaron hasta el muelle de las barcazas, todavía sin que ninguna hubiese podido cruzar el río por la corriente. Allí se encontró con una figura encapuchada, que estaba agachada mirando algo del suelo. Por la posición, a Alvho le pareció que era el punto donde había asesinado a Attay. Pero estaba seguro que ni una sola gota de sangre había quedado allí. Alvho dio un paso, y la madera crujió. La figura se puso de pie y se giró. No era otra que Ireanna. 

-   ¿Ahora las sacerdotisas rezáis en los muelles? -se burló Alvho, lo que se granjeó una mueca de enfado de la mujer. 

-   Veo que la guerra no te ha quitado el sentido del humor -espetó Ireanna, sacando pecho-. Solo estaba buscando un anillo, creo que lo he perdido en el muelle. 

-   Si era de oro o plata, olvídate de él, los guerreros o los druidas son como aves de rapiña -advirtió Alvho, acercándose, lo que hizo que Ireanna se pusiera de lado, como si estuviera a la defensiva-. ¿Qué tal Ulmay, sigue haciendo amigos en la corte? 

-   Ninguno -respondió con pena Ireanna. 

-   Y tampoco entre la tropa -aseguró Alvho, sin dejar de observar a la mujer, que pareció malinterpretar el gesto, ya que primero se ruborizó y luego cruzó los brazos. 

-   Pues sería mejor que tú o Tharka le indiquéis que si no quiere perder la cabeza, que cambie de actitud -le recomendó Alvho. 

-   A mi ya no me escucha, más aún, me ha expulsado de su grupo de fieles -dijo con mucho disgusto Ireanna-. Y bueno, sobre lo de Tharka ya no hay nada que hacer. 

-   ¿Lo de Tharka? 

-   ¿No lo sabes? No, como lo vas a saber, tú llegaste aquí el primero -reconoció Ireanna-. A la semana de unirse al grupo de la corte, abandonó una noche la protección de Tharka, ya había cerrado un trato con un clan menor. Tharka entró primero en pánico y luego, en un loco frenesí. No sé cómo logró que los otros clanes accediesen, pero atacaron la ciudad. Ese clan que ahora protegía a Ulmay se encargó con mercenarios de aplastar a los clanes. El barrio exterior fue limpiado de las manos sucias. Dharkme felicitó al noble y ejecutó a los cabecillas. Muchos de los miembros de los clanes accedieron a unirse a la expedición con tal de no morir, pero Tharka y otros perdieron la cabeza ante el palacio de Dharkme y la sonrisa plena de Ulmay. 

-   Ya conozco esa sonrisa -aseguró Alvho, pensando con pena en Tharka y los otros jefes de los clanes. 

-   Es la del traidor, el usurpador, eso es lo que es -indicó Ireanna, como si se sintiera a gusto insultando al druida. Alvho creía notar la congoja de la persona que había sido traicionada, tal vez un corazón roto. O tal vez algo más, sí podría ser-. Los viejos amigos están muertos para él. Creo que también está confabulando contra ti, pero por ahora parece que te has cuidado bien las espaldas. Te has aliado con un clan poderoso, más que el de él. Pero Ulmay es bueno esperando su momento para tirarse sobre ti a la yugular. 

-   En ese caso, lo mejor por tu parte sería dejar la puerta del puente -Alvho sabía demasiado bien donde moraba la mujer, con Ulmay y el resto de la corte. Por lo que había algo que no le estaba contando del todo-. Esta fortaleza es grande y siempre hay un catre caliente en el que protegerte. 

-   ¿Acaso el gran Alvho me está ofreciendo su cama? -preguntó con ironía Ireanna-. Creía que te gustaban otro tipo de mujeres. Por lo menos las taberneras. Aunque bien conozco el corazón y la mente del hombre. Matan por tener un cuerpo femenino entre el suyo, aunque este sea el más abominable de todos. Los hombres vendéis vuestra alma por una mujer con una facilidad pasmosa. 

-   A parte de tu falta de consideración, yo solo te indicaba que hay catres de sobra, pues hemos perdido buenos hombres -aclaró Alvho, poniendo una cara seria-. No hay necesidad de que me acompañes bajo las sábanas. Nunca se me ocurriría que te rebajaras a hacer lo que no deseas.

Por un momento Ireanna pareció no saber qué decir. No parecía tener nada para contrarrestar las palabras de Alvho. 

-   Lo siento, Alvho, que sin duda eres el último amigo que me queda aquí -se disculpó Ireanna, pareciendo más humana que nunca, incluso débil, lo que le chocó a Alvho-. No puedo abandonar la fortaleza del puente. Si sigo allí es porque así salvo mi pellejo. Si me fuera Ulmay mandaría a sus perros a cazarme. Mi muerte estaría firmada según no regresase una noche a dormir. Pensaría que le he traicionado. 

-   ¿Por qué? 

-   Porque al igual que Tharka sabemos más de lo que debemos de su plan para convertirse en el gran druida de Thymok -contestó Ireanna-. Sabemos sobre su origen y sobre la base de su poder. 

-   ¿Sobre su carisma y su lengua afilada? 

-   Sí, pero también de los primeros pasos que dio para controlar a Dharkme -afirmó Ireanna, un poco sorprendida porque Alvho hubiese calado tan bien al druida-. Si Dharkme se enterase, lo más seguro que le haría matar enseguida. Ahora él tiene el poder y maneja al señor Dharkme. Nadie puede hacer nada para evitarlo. 

-   ¿Y si Ulmay muere? -dejó caer Alvho.

Las palabras se las llevó el viento, pasaron ante Ireanna que se quedó rígida, sin moverse, como si una bruja le hubiera lanzado un hechizo y ahora fuera una estatua de piedra.

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