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sábado, 17 de julio de 2021

El reverso de la verdad (35)

Las lágrimas que surcaban por los pómulos profundos de Margot no hacían que Andrei se apiadase de ella. Quería respuestas y las quería ya. Esperaba que la mujer le contase lo que quería sin tener que llegar a quebrar su cuerpo. Pero el ansia de encontrar una pista sólida le convertía en un hombre desesperado, un hombre despiadado. 

-   Vamos, Louise, cuéntame lo que quiero saber -le ordenó Andrei. 

-   Sarah se dio cuenta del negocio, de cómo alguien estaba usando la productora para enriquecerse -la voz de Margot había cambiado de tono, ya no era la de la asustadiza prostituta, sino la de alguien diferente, lo que sorprendió a Helene-. Habían transformado a su retoño en un ser corrupto, deforme. Sarah no podía detenerse en su investigación, quería venganza. 

-   Dejate de dar explicaciones que ya sé -advirtió Andrei-. Dime lo que le dijiste a Sarah, lo que sabías. Háblame de las actrices falsas. 

-   Falsas actrices, sí -asintió Louise, que había regresado de lo más profundo de su cuerpo-. Yo firmaba por ellas, porque así me lo ordenaban. Yo creía que era dura, pero el dinero corrompe y hace cambiar a las personas. Y a mi me manchó con la sangre de Sarah. Yo maté a Sarah. 

-   ¿De qué diablos hablas? Sarah murió en el accidente de coche -espetó Andrei. 

-   Yo avise de que Sarah estaba husmeando en mi trabajo, que sabía lo de las chicas, las apuestas, lo que nos llevábamos entre manos -reconoció Louise-. Si no lo hubiera hecho, ella seguiría viva. 

-   ¡Ella era tu amiga! -le cortó Andrei, enfadado-. ¡La traicionaste! 

-   Y cada día de mi vida deberé llevar conmigo esa lacra -afirmó Louise, compungida. 

-   Ella ya tiene su carga, no hace falta que la ataques con saña -intervino Helene, temiendo que Andrei perdiera los estribos y se volviera violento. Dudaba que Margot o Louise revelasen más de lo que sabían bajo golpes o amenazas. 

-   Está bien -Andrei parecía que estaba recuperando su compostura-. ¿Quién es el que manejaba todo? ¿A quién le contaste que Sarah sabía demasiado? 

-   La persona que me pasaba los nombres de las muchachas, de las actrices falsas -respondió Louise-. Se lo conté a Marie. 

-   ¿Marie Fayolle? -inquirió Andrei sorprendido-. ¿Ella es quien lo dirigía todo? Eso no puede ser. Marie falleció hace unos meses, un mes después que Sarah. La organización sigue funcionando. Ella no podía ser la jefa. 

-   Yo… yo no sé quién es el jefe o la jefa -negó Louise-. Yo solo te cuento lo que le dije a Sarah en su momento y a quien le advertí de que Sarah estaba husmeando. Ella me dio las gracias por la advertencia y me dijo que no volviese a hablar con Sarah, que ella lo arreglaría todo. Después murió Sarah y yo no pude seguir allí, me marché, sabiendo lo que le había hecho a una amiga. 

-   Las fechas concuerdan -indicó Helene-. Cuando murió Marie, Louise ya no trabajaba en la agencia.

Andrei miró a la antigua amiga de su esposa y en su cara no pudo ver el rastro de la mentira. Podría ser que Louise no fuera más que un peón más en una organización más grande de lo que había pensado. Entonces le vino a la mente una pregunta. Tal vez ella si supiera la respuesta de lo que se le había ocurrido. Justo se movió de improviso. En el momento justo. Se escucharon varios sonidos que había oído en muchas ocasiones. El ruido de un cristal al quebrarse, un zumbido ligero y una especie de gemido que producían los huesos al ser traspasados por las balas. 

-   ¡Al suelo! -gritó Andrei, mecánicamente, mientras él mismo ya estaba a punto de golpear contra el suelo- ¡Rodad hasta colocaros junto a la pared!

Al poco, Helene llegó reptando por el suelo asqueroso, con una mueca en la que se mezclaban el horror y el susto. Helene miró a los ojos de Andrei, intentando calmar sus nervios, ya que el hombre parecía estar muy calmado. Andrei estaba mirando las manchas de sangre en el cuello de Helene. Después buscó por el suelo de la habitación a Louise, pero solo pudo ver las piernas colgando de la cama. Ya sabía quién había sido la primera víctima. Y esperaba que la última. 

-   ¿Qué ha pasado? -preguntó Helene. 

-   Un francotirador -informó Andrei-. Si no me equivoco desde el tejado de enfrente. 

-   ¿Estamos a salvo? 

-   Por ahora no nos ve, si es a eso a lo que te refieres -contestó Andrei-. Pero estoy seguro que espera a que nos movamos. Según nos vea por la ventana, adiós. Y esa ventana cubre la puerta de la habitación. Aunque podría moverse para cambiar de ángulo. 

-   ¿Y qué hacemos? ¿Y Louise? 

-   En primer lugar, tú te pegas a esta pared y no te mueves ni un centímetro hasta que yo te diga lo contrario -le ordenó Andrei, tomando el mando de la situación-. Por Louise ya no podemos preocuparnos, está muerta sobre la cama. Me parece que la querían silenciar. Igual que a nosotros. Alguien estaba esperando pacientemente o ha recibido un chivatazo. 

-   ¿Los argelinos? 

-   Esos no saben quiénes éramos -negó Andrei-. Tengo una idea de lo que ha pasado. Cuando salgamos de aquí, me voy a poner a indagar sobre ese asunto. 

-   Si salimos -dijo Helene, compungida, mirando de reojo la ventana, en la que se veía un círculo perfecto, rodeado de quebraduras.

Andrei miró a los ojos de Helene, intentando que su firmeza le aliviase. Debía sacarla de allí o el miedo podría con ella.

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