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martes, 7 de septiembre de 2021

El dilema (92)

El silencio había invadido otra vez el despacho de Asbhul. Ambos hombres se estudiaban con meticulosidad, pero algo le decía a Alvho que era él quien debía terminar con esa situación, el honor y la prudencia no le permitían a Asbhul meterse en el cenagal que parecía cernirse delante de sus ojos y que sin duda había sido obra de su therk, pero no podría demostrar nunca. 

-   Sabéis que solo Ordhin sabe lo que le ha pasado al pobre Dharkme, pero algo me hace pensar que murió con una sonrisa en la cara -comenzó a hablar Alvho-. La respuesta que quieres solo la podrás conocer cuando nos veamos en el banquete de Ordhin. Ahora es una verdad que no le conviene a nadie y es mejor no conocerla, eso es algo que sabes bien. 

-   Siempre las palabras justas pero las más llenas de astucia y tan faltas de contenido -sentenció Asbhul. 

-   Y aunque todos estamos apenados por la muerte de nuestro buen señor, según la noticia se extienda por el campamento, las cosas darán un vuelco -señaló Alvho. 

-   Lo que nos faltaba, unos soldados temerosos del ejército enemigo, y ahora se suman estos malos presagios -comentó Asbhul, poniendo la cabeza entre las manos, como si no se hubiera dado cuenta hasta ahora de esa posibilidad. 

-   ¿Malos presagios? -repitió Alvho, haciéndose el sorprendido. 

-   ¿No crees que los hombres tomen la muerte de su señor como un mal presagio? -inquirió Asbhul. 

-   Yo creo que en el fondo de sus corazones lo verán como una liberación -contestó Alvho. 

-   No te entiendo. ¿Como la muerte del señor Dharkme va a ser una liberación? 

-   Es muy sencillo, ahora los hombres saben que el canciller es quien lo va a dirigir todo -explicó Alvho-. El nuevo señor está al otro lado del río. Por lo que no puede mandar nada si no está aquí. Y la verdad, el señor Dharkme estaba controlado por Ulmay. Los hombres no tenían confianza en el Dharkme por culpa de las pretensiones del druida. Es seguro que los hombres, seguirán al canciller y a sus hombres, hasta la muerte, con tesón. 

-   Espero que no te equivoques en eso -dijo Asbhul, tras oír las explicaciones de Alvho. 

-   Raro es que yo me equivoque en lo que mora en los corazones -aseguró Alvho-. Pero esta situación ha creado un nuevo enemigo para el canciller y el nuevo señor. Ulmay estaba siendo aupado al poder por un clan. Ahora ese clan ve peligrar su posición aquí. Se agarrarán a un clavo ardiendo. Dudo que Ulmay no esté pregonando ya que el canciller y su grupo, nuestro grupo no esté detrás de la muerte del señor Dharkme. Y eso puede hacer daño. Lo que el canciller debe hacer es quitar a Ulmay de toda forma de revolverse. 

-   ¿Hablas de matar a Ulmay? -preguntó Asbhul, que no estaba seguro de lo que pretendía su therk. 

-   No, eso es contraproducente -negó Alvho-. Solo hay que aislarlo mientras dure este asedio. Cuando lleguen las tropas del otro lado del río, las cosas se calmarán. Hay que quitarle la guardia de Dharkme, esos valerosos hombres son más necesarios en primera línea, que metidos en una torre. Que Ulmay se quede con sus druidas y sus siervos. Los guerreros para el canciller.

Asbhul asentía con la cabeza, sin duda estaba de acuerdo con la idea de Alvho. Y Alvho sabía que hablaría con el canciller lo antes posible. 

-   ¿Se han visto ya a nuestros enemigos? -preguntó Alvho, para desviar la conversación. 

-   No, pero sí que han visto a sus vigías -afirmó Asbhul-. Se va dar la orden de prepararse en la empalizada. Esta vez no vamos a estar tan cómodos. El canciller ha revisado sus fuerzas y ha decidido que nos encarguemos de las puertas de la empalizada. Y yo creo que tú eres el mejor para ello. Necesitó a mi mejor hombre y creo que tú nos llevarás a la victoria. 

-   O por lo menos no a la derrota -indicó Alvho, sonriente. 

-   O eso -dijo Asbhul-. Puedes retirarte y preparar a tus hombres. 

- ¿Solo la voy a defender con mi escuadra? 

-   ¡Ah! Perdón, que cabeza, ahora tienes el puesto de Shelvo, enhorabuena, órdenes del canciller -anunció Asbhul, sonriendo también, aunque en la suya había una ligera pena.

Alvho ya se había supuesto aquello. Desde que Shelvo al morir le había aupado a ser de un clan, solo esperaba cuando llegase el impuesto por su ascenso en la ciudad. Ahora era un hombre con una familia poderosa, pero para ser un familiar había que ganárselo. Y le habían dado una prueba importante. Un todo o nada, victoria o muerte.

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